Nerea López, única conductora de camiones en Rilo: «Mis compañeros son maravillosos, no soy la chica, soy una más»

f. fernández FERROL / LA VOZ

NARÓN

JOSE PARDO

Una lesión truncó su carrera en el hiphop y la empujó a buscarse la vida tras el volante

06 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Su melena negra y rizada contrasta vivamente con su mono de trabajo, de un color naranja intenso. Subida a su camión de diez toneladas de peso, Nerea López Otero, de 28 años y natural de Narón, es la única conductora de camiones que trabaja en la actualidad para la empresa Rilo de Ferrol. «Empecé el 11 de julio, llevo cinco meses», cuenta orgullosa.

—¿Cómo es que se hizo camionera?

—Antes estuve en otra empresa de recogida de basura de Valdoviño, de peón conductor, no conducía mucho, pero algo sí cogí el camión. Aquí estoy con él todos los días.

—¿En qué consiste su trabajo?

—Soy portacontenedores. Me dedico a ir a las obras particulares o de empresas a llevar y recoger los contenedores con escombro de obra.

—¿Les llama la atención que aparezca una mujer al volante del camión?

—Bastante. Me lo dice mucha gente, todo el mundo. Porque a donde vas a buscar los contenedores hay obreros y ver a una mujer en el mundo de la construcción, les llama bastante la atención. La verdad es que se me acerca todo el mundo para darme la enhorabuena y decirme ‘da gusto verte' o que lo hago muy bien.

—Y ¿cómo llegó a su vida el camión?

—Tengo otro trabajo, doy clases de danza urbana (hiphop), pero tuve una lesión y lo tengo que ir dejando. Y como siempre me encantó conducir...

—¿Dónde baila?

—Estoy en varios sitios, en Fusion Dance en Fene, en el estudio Allegro en Ferrol y en Seven and en Ferrol. Empecé a bailar de pequeña lírico contemporáneo en la escuela de Suso Pérez Lago, pero luego me pasé a la danza urbana. Tras una lesión en la rodilla, y como siempre me gustó conducir, me lancé a la aventura y me saqué hace tres años el carné de trailer y de camión. Al no tener experiencia, me resultó complicado encontrar trabajo. Pero en Rilo se arriesgaron y confiaron en mí.

—¿Qué es lo más complicado?

—No es conducir por la carretera, tienes que meterte en sitios complicados para dejar contenedores entre casas, entre muros, y tengo que manejar la grúa con cuidado para que los brazos no le den a ningún muro, casa o a una máquina. No es ningún juego. Los contenedores pesan mucho y hay que andar con mucho cuidado. Llevo poco tiempo y tengo el miedo aún muy presente. Hay que tenerle respeto siempre, aunque lleves cuarenta años.

—¿Y le gusta?

—Me encanta. Aunque el trabajo de mi vida sería dedicarme a bailar, pero la cruda realidad no ha sido esa. Conducir me encanta, siempre me gustó andar en coche y con 11 años me regalaron una moto. Cuando me saqué el carné fui feliz y en esta empresa estoy muy contenta. Los compañeros son maravillosos. Soy una más. No soy la chica, ni la mujer. Que llamo porque me pasa cualquier cosa, vienen, me ayudan, puedo preguntar cualquier cosa, nunca me ponen ninguna pega y siempre me dicen que no tenga miedo de preguntar. Siempre están y me dicen que trabajo muy bien y que me ha adaptado muy bien. Me gustaría quedarme.

—¿Es muy diferente a conducir un coche?

—Es bastante diferente porque eres más grande, pero a la hora de maniobrar es igual que un coche. Pero, claro, tienes que ser consciente de que llevas un camión que pesa unos diez mil kilos y de que vas a coger contenedores que pesan mucho. Tienes que estar siempre muy atenta a lo que tienes a unos cuantos metros por delante porque un camión no frena como un coche, es más lento, tiene mucho más peso. Pero conducir un camión como el mío es cómodo de llevar. Me parece maravilloso.

—Se sacó también el carné de «trailer». ¿Le gustaría ser transportista de larga distancia?

—Cuando me saqué el carné de camión, fue lo primero que pensé. Quería irme a la ruta, pero ya no, estoy cómoda aquí.

—¿Qué le dijo su familia cuando se subió al camión?

—Fue mi padre el que me dijo que me apuntara al curso y que probara, me apunté y aquí estoy. Llego a casa con el camión y mi madre se pone contentísima, me dice ‘da tanto gusto verte ahí arriba'.

—¿De mecánica sabe?

—Lo justo y necesario para sobrevivir.