El centenario estanco naronés de Piñeiros cambia de manos: «Todo el mundo dice que es un buen negocio»

Carla Elías Martínez
Carla Elías FERROL / LA VOZ

NARÓN

JOSÉ PARDO

Joana se pone al frente de un local que abrió Andrés Gómez en 1925 y gestionó su familia hasta su nieto, con su perra Alfa: «Pondremos su foto»

02 dic 2024 . Actualizado a las 22:58 h.

Lograr soplar las cien velas es un reto titánico para el pequeño comercio. Pero es el primer objetivo que se marca la nueva responsable del estanco de Piñeiros, Joana Vidal (Ferrol, 1984) junto con su pareja, Alejandro Seijo (Ferrol, 1989). «Llevaba un tiempo cerrado y nos interesó esta oportunidad», cuenta Alejandro. Es el segundo negocio de la pareja, que hace un año abrió la inmobiliaria naronesa Vidalmar. Y antes de que termine el 2024, el próximo lunes 16 de diciembre, tienen prevista ya la puesta en marcha de su segundo negocio, la reapertura del estanco. «Todo el mundo dice que es un buen negocio, si no lo creyésemos no lo abriríamos, aunque tenemos un poco de miedo. Es un sector nuevo que nos va a hacer aprender muchas cosas en poco tiempo», valora Alejandro. Pero valoran la historia centenaria de este estanco de barrio.

Y en la nueva etapa del negocio estará muy presente la historia de la familia Gómez. Por el mundo del fútbol Alejandro conocía a Andrés Gómez, expresidente del Narón y nieto del también Andrés Gómez, que fundó el estanco el 19 de agosto de 1925. Y está contentísimo con la reapertura del negocio de su familia. «Mi abuelo, que precisamente se llamaba como yo, Andrés Gómez, fue el primer estanquero titulado en Piñeiros. Después pasó a mi padre, Emilio, y de él a mí», recuerda. Les desea a Joana y a Alejandro que puedan ganarse a su clientela. «Se mantuvo a base de constancia y trabajar los 365 días al año, menos Navidad y Año Nuevo. Además de tener la dispensa de tabaco yo tenía mucho más, prensa, librería, artículos de regalo, bisutería, algo de marroquinería... Es el secreto para sobrevivir tantos años y ellos también quieren tirar por estas cosas», comenta Andrés.

JOSÉ PARDO

Le gusta decir que él nació ya detrás del mostrador del estanco, que en sus inicios estaba al otro lado de la carretera de Castilla de donde se encuentra actualmente (número 525). Recuerda ir allí desde muy niño. «Tenía la típica tienda de ultramarinos que vendía un poco de todo, comida, bebida, hasta zapatillas o muñecas. Cuando mis abuelos murieron y lo cogió mi padre, renovó lo que era la tienda antigua, que estaba en el número 527-529. Dividió el estanco de la zona de alimentación, que entonces la teníamos como un pequeño supermercado, Codeal —del grupo Covirán—. Y cuando lo cogí yo lo trasladé al sitio donde está hoy», recuerda Andrés.

Pero, por si algo era conocido este local era por su perrita Alfa. «Era una pastora alemana mía que estaba en el estanco viejo. La fui amaestrando para que despachara», recuerda. Algo que no quieren que se pierda Joana y Alejandro. «Le hemos pedido una foto a Andrés de Alfa para colgarla—, avanza Joana—. Dicen que era tan lista que cuando un cliente entraba por la puerta le daba el tabaco que fumaba». Andrés fue el titular de la concesión unos 25 años hasta jubilarse, cuando dejó el traspaso a Juancho, un empleado que llevaba con él 17 años, y que por vicisitudes de la vida lo tuvo que cerrar hace dos años. «Ahora las titulaciones de los estancos se pueden vender, antes eran por lazos sanguíneos directos, hijos, nietos o sobrinos en primer término», recuerda. Ahora solo queda celebrar que el estanco de su familia volverá este mes a la vida.