Aeromodelismo: el reto de volar

ANA F. CUBA FERROL / LA VOZ

NARÓN

Los clubes de Narón, Teo o Cerceda forman a quienes se inician en esta disciplina, un deporte-ciencia; el equipo básico cuesta unos 250 euros y hay aviones de más de 50.000

24 abr 2023 . Actualizado a las 16:52 h.

Para José Luis Rodríguez Canteli, presidente del Club de Vuelo As Gaivotas, de Cerceda, el aeromodelismo es «un deporte-ciencia, un descubrimiento continuo, que engloba desde la construcción (si se hace partiendo de un plano), el conocimiento mecánico (de los motores), la electrónica (de servos y receptores) y el vuelo en sí, que requiere formación acerca de las térmicas, la incidencia del viento, la capacidad de planeo del avión, el rendimiento del perfil del ala...».

La fundación aeronáutica canaria Niels Axel, que lleva el nombre de un piloto y constructor de aviones danés afincado en Tenerife desde muy joven, define el aeromodelismo como una afición «con un elevado componente científico y técnico, cuyo objetivo es diseñar, construir y hacer volar aviones a escala, bien como la réplica más exacta posible de otros existentes, diseñados exclusivamente para aeromodelismo o incluso modelos de prueba para futuros aviones reales».

En la provincia de A Coruña hay un puñado de aficionados a esta práctica, muchos de ellos integrados en clubes. «Hay gente que compite, por ejemplo en campeonatos de acrobacia en la especialidad F3A... pero la mayoría participa en exhibiciones y concentraciones, eventos en los que cada uno vuela su modelo, comparte vivencias y aprende. Es una manera de crecer y convivir con otras personas», explica Rodríguez Canteli. Nació en Cambre hace 55 años y siempre le han atraído los aviones y, sobre todo, «saber por qué vuelan».

«Me apasiona prepararlo y verlo volar —confiesa—, es una aventura, siempre estás aprendiendo, es un universo, cada modelo es un reto nuevo». Agradece el apoyo del Concello de Cerceda, que habilitó la pista de 205 x 25 metros ubicada en A Silva, en Rodís. Las instalaciones volverán a albergar en junio un abierto internacional puntuable para la Copa del Mundo de Acrobacia F3A: «Lo hicimos durante diez años, pero se suspendió desde 2020 debido a la pandemia».

En una clase teórica de iniciación al aeromodelismo se citan las diferentes modalidades: vuelo libre (modelos remolcados, lanzados a mano o con motor, que planean sin control o intervención de nadie); vuelo circular (giran alrededor del piloto, que los guía mediante cables); radiocontrol, la categoría reina, como la califica la fundación Niels Axel (modelos que funcionan mediante señales de radio que transmiten órdenes a unos servos); interiores (diseños pensados para volar en un recinto cerrado); y FPV, por las siglas en inglés First Person View, una práctica en la que el piloto guía el aeromodelo por medio de vídeo inalámbrico. 

Planeadores, veleros, reactores

Según su sistema de propulsión o vuelo, los aparatos se clasifican como planeadores, veleros, de motor de gomas, motor de explosión, eléctricos o reactores. Rodríguez Canteli aprendió en la escuela de aeromodelismo de A Coruña, que desapareció hace años. Quienes se inician ahora en este deporte suelen hacerlo a través de clubes como As Gaivotas, con medio centenar de socios. «Les asesoramos sobre cómo comenzar, cómo montar el motor... siempre hay alguien a tu lado que te va guiando, y al mínimo incidente coge la emisora y estabiliza el avión», comenta el presidente. Indica que un equipo básico de iniciación, formado por un avión entrenador (con mayor capacidad de sustentación y vuelo lento, idóneo para aprender), un motor y una emisora radiocontrol, cuesta unos 250 euros.

«Esta afición es más asequible ahora —asegura Rodríguez Canteli—, antes [él empezó hace casi tres décadas, las mismas que tiene el club], para comprar una emisora necesitabas el sueldo del mes». Reconoce que por arriba no hay límite de precio: «Hay aviones que cuestan más que un coche». Por eso duele tanto «estrellar» un aeroplano, algo que todos los pilotos veteranos han experimentado alguna vez.

Manuel Romero, club A Pombiña (Narón): «Casi todos somos hombres, pero ahora hay dos chicas aprendiendo»

El aeromodelismo es un deporte muy masculinizado, como admite Manuel Ángel Romero López, Manel (O Val-Narón, 51 años), tesorero del Club Aeromodelismo A Pombiña: «Casi todos somos hombres, pero ahora hay dos chicas aprendiendo». La entidad naronesa cumplirá veinte años en mayo: «Ya volábamos en la zona de cabo Prior, en el antiguo campo de tiro de Marmadeiro, pero algo pasó y nos invitaron a irnos... Aparecieron unos terrenos en Pedroso, junto a la capilla de la O, contactamos con los propietarios de las siete fincas, a los que agradecemos mucho su colaboración, y así surgió el club. La cuota anual es prácticamente para el mantenimiento, con una reserva para el festival que hacemos en agosto».

En la quedada estival se juntan aficionados de toda España. Romero López reivindica «el aeromodelismo de la vieja escuela», el que practican quienes construyen y reparan sus aeroplanos. Aparte de la licencia y el seguro federativo, la nueva legislación, que equipara aeromodelos y drones —«aunque no tienen nada que ver», aclara—, les obliga a contratar un seguro privado. «Siempre existe el riesgo de que impacte contra una persona o una zona habitada; hay aviones de 15 y 20 kilos, los de iniciación tienen entre 1,20 y 1,50 metros de envergadura, pero hay veleros de cinco. Yo tengo uno de 3,33, una maqueta de un avión tripulado, real, con un motor de 120 centímetros cúbicos, que se utiliza para remolcar planeadores... si se te va de las manos puede causar un daño».

Cuando empezó a trabajar se compró su primer equipo, y ahora tiene varios: «Tendría que contarlos, te van quedando... hay mercado de segunda mano». «Esto me aportó muchísimo desde el principio —recalca—, aprendes disciplina y, sobre todo, haces amigos, gente con la que quedas. Hay días que no vuelas, por el viento, y ni siquiera montas el avión (suelen ir en piezas, acabo de comprarme un remolque porque en la furgoneta no cabe todo), pero estás tres horas de charla». Ahora son 29 socios en A Pombiña, que llegó a tener 52. Faltan jóvenes, como en el resto de clubes.

A Romero López le gusta el vuelo de ladera, sin motor: «Alguna vez eché tres horas sin aterrizar». Tanto esta como el resto de modalidades exigen «concentración, más en el aprendizaje». «Vas siguiendo el avión todo el tiempo, tienes que saber hacia dónde giras, depende de cómo esté el viento... La duración del vuelo va en función del modelo, el motor, el combustible...», detalla. Siempre puede fallar algo, el motor, la batería o el piloto, y acabar en un aterrizaje inesperado.

José Vieiro, club Estela (Teo): «Uns compran e son pilotos, eu son dos que constrúen»

José Vieiro Mosquera tiene 74 años. Este santiagués del barrio de Fontiñas preside el Club Aeromodelismo Estela, que se creó en 1989 en Compostela y se desarrolló a partir del año siguiente en Teo, donde arrendaron un terreno de 70.000 metros cuadrados. Hoy cuenta con 46 socios de Teo, Ames, Boqueixón, Santiago, Oza-Cesures o Arzúa. Él comenzó de chaval, en un campamento en Gandarío (Bergondo): «Viñeron uns da OJE facer voo circular [...]. Antes era case prohibitivo, un deporte de ricos, hoxe case custa máis unha bicicleta que ter un equipo básico de iniciación, hai mandos por 60 euros». «Cando empezas rompes moito, iso é o malo [...], o vento é o máis complicado, todo vai a escala menos o vento, que sempre ten a mesma densidade, o ideal é que estea calmo», indica.

La localización del campo de vuelo les ha obligado a solicitar autorización a Medio Ambiente, por la cercanía de la cuenca del río Ulla, y suscribir un convenio con el aeropuerto, por adentrarse en el CTR (espacio aéreo controlado), lo que les impide sobrepasar los 400 pies de altura (equivalente a 120 metros). Entre los socios de Estela hay pilotos comerciales, como los comandantes de la compañía Vueling Manuel Rey, Coco, subcampeón del mundo de vuelo acrobático (en avión tripulado), y Óscar Fariña.

Vieiro Mosquera disfruta especialmente de la parte manual de esta disciplina: «Sempre me gustou moito. Uns compran e son pilotos... eu son dos que constrúen [...]. O sábado pola tarde é cando máis xente se xunta para voar, pola semana imos os xubilados».