Marina Isabel Montero: «De niña me daban mucho miedo los cementerios, pero ahora son como mi casa»

NARÓN

KIKO DELGADO

Tras tres décadas al mando de una firma puntera en el sector de los prefabricados para camposantos, a la «señora de los nichos» le ha llegado la hora del descanso

15 jun 2021 . Actualizado a las 12:12 h.

Durante más de treinta años ha sido una mujer de negocios «seria» y «profesional» en un mundo eminentemente masculino, pero ella nunca ha querido renunciar a la feminidad. Ni tampoco a la coquetería. «No me suelo maquillar mucho, pero tengo muchísimos perfumes y me pierden los zapatos y los bolsos», confiesa Marina Isabel Montero Padín (Valdoviño, 1955) ya casi al final de la entrevista, a la que se presenta con un look moderno, la melena perfectamente peinada y las uñas pintadas de rojo.

Quedamos en el café Oslo del Cantón, con motivo de su jubilación. A sus 66 años, y tras más de tres décadas de trabajo incansable, a la «señora de los nichos» -como se la conoce en el sector de los prefabricados de hormigón- le ha llegado la hora del descanso. Y ella no se lo acaba de creer. «Me va a costar mucho adaptarme, porque estoy acostumbrada a mucha actividad, pero tengo otros negocios que atender, así que no va a ser un parón en seco», dice medio aliviada la responsable de la firma Prefabricados Dobarro, con sede en Castro (Narón) y especializada en la fabricación de nichos.

Isabel se convirtió en empresaria casi de la noche a la mañana, cuando su marido, Jesús Antonio Dobarro López -el fundador de la fábrica-, falleció a causa de un cáncer fulminante a los 39 años de edad. «Yo tenía 33 y me quedé viuda con tres hijos de 14, 12 y 10 años», rememora.

Ella podría haber seguido con la misma vida que llevaba, dedicada a la casa y los niños, pero, en vez de eso, decidió tomar las riendas del negocio familiar, seguramente contagiada por el espíritu emprendedor de su marido, que antes de fundar Prefabricados Dobarro ya había tenido otras dos empresas en Castro: Emenasa, dedicada a los elaborados metálicos, y Suminfesa (Suministros Industriales Ferrolanos). «Con Emenasa trabajamos mucho para la industria naval y la minería de Endesa, pero también para la Marina. Hicimos más de 20.000 literas para los cuarteles de Ferrol, Cádiz y Cartagena y vendimos unas 2.500 a Estados Unidos», cuenta Isabel, que por aquel entonces aún no trabajaba pero ya «colaboraba» con su marido.

Con la ayuda de sus padres, que fueron un «apoyo fundamental» para criar a sus tres hijos, a Isabel no le costó acostumbrarse a su nueva faceta de empresaria. Y bajo su mando, Prefabricados Dobarro vivió años dorados, dejando su sello en un sinfín de cementerios de Galicia, Asturias, León e incluso Badajoz, entre ellos los de Fisterra (diseñado por César Portela), Catabois, Narón, Moaña (Pontevedra), San Froilán (Lugo) o Entrimo (Ourense). Con tanta obra, a Isabel le tocó recorrer muchos kilómetros por toda Galicia, sacar a relucir sus dotes de comercial para ganar contratos y dar órdenes a muchas cuadrillas de obreros. «Trabajé siempre en un mundo de hombres, pero nunca tuve un problema. Era muy seria y me hice respetar», comenta.

Carácter afable y conciliador

Quienes la conocen y la quieren bien cuentan que Isabel tuvo éxito en el mundo de los negocios gracias a su carácter «afable» y «conciliador», pero también a su valentía. «Eso es verdad. Nunca le tuve miedo a nada. Ni al hormigón ni a trabajar rodeada de hombres ni al mundo empresarial», reconoce Isabel, que como empresaria también fundó la firma Osmai, dedicada al diseño y construcción de cementerios «llave en mano», y amplió la línea de negocio de Prefabricados Dobarro con columbarios, celosías de césped y arquetas de saneamiento.

«Tiene gracia porque de niña me daban mucho miedo los cementerios, pero ahora son como mi casa y me paseo por ellos como si nada», apunta Isabel al hacer balance de su trayectoria. No parece que vaya a ser fácil que se tome un respiro, porque desborda energía. Y además, tiene mil asuntos que atender. Desde hace años colabora con la Asociación contra el Cáncer y las Amas de Casa de Valdoviño. Tiene tres hijos a los que adora (Óscar, Marita e Iván). Tres nietos que son su devoción. Y además le encanta viajar. ¿Y no tendrá un huequecito para el amor después de tantos años sin pareja? «¡Uy, no! Para eso siempre fui muy clásica. Aún estoy enamorada de mi marido y le sigo siendo fiel».