«Cuando llego de trabajar me meto en la ducha antes de saludar a nadie»

NARÓN

cedida

Fátima Barros Hermida trabaja en un súper y cuida al máximo el contacto con la familia, ya que en su casa hay tres personas sensibles

08 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

«Cuando llego a casa del trabajo me voy directa al cuarto de baño, me quito toda la ropa, la meto en la lavadora y me ducho, antes de saludar a nadie». Es la rutina diaria de Fátima Barros Hermida, de 42 años, que trabaja en el supermercado Maxi Dia de Narón, ubicado en la zona de O Ponto. «A pesar de que trabajamos con mascarilla y guantes, llegó a casa con miedo y me siento más segura desprendiéndome de la ropa con la que fui a trabajar», apunta. Y es que, al margen de las precauciones que debe tomar cualquier persona para evitar los contagios del coronavirus, y más cuando se está expuesto al público, en su caso hay otras razones de peso que le obligan a extremar al máximo las medidas de autoprotección y también con respecto a su entorno familiar.

Máxima protección

Fátima está casada y su marido, Fran, todavía está convaleciente de un grave accidente laboral, por el que estuvo casi un mes en la uci del hospital Juan Canalejo de A Coruña. Sufrió una caída de altura, resultó con un pulmón afectado, además de múltiples fracturas, y ahora está en casa, pendiente de que le reimplanten un hueso de la cabeza que tuvieron que extraerle a causa de un derrame cerebral. Una grave infección cuando estaba hospitalizado lo dejó casi sin defensas, por lo que todos los cuidados son pocos.

En la misma casa vive la madre de Fátima, Clara, de 63 años, que cada invierno que pasa coge catarros más fuertes. El tercer miembro de la familia al que también se protege especialmente es la hija pequeña de Fátima, y no por razones médicas, sino porque es una niña que tiene nueve años. Antía,la mayor, de 23, también reside en la misma vivienda, al igual que su tío Francisco.

Son cinco personas a las que esta empleada de supermercado trata de proteger, algo que no resulta fácil, teniendo en cuenta que se pasa cuarenta horas a la semana rodeada de gente que no sabe si es transmisora o no del COVID-19. Siempre trabaja con mascarilla y guantes -dice que tienen mucha suerte, porque su empresa las facilita todos los que necesitan- y también les han colocado mamparas en las cajas, pero, aún así, cuando se mueven por la tienda pueden llegar a rozarse con algún cliente.

Gente que va a comprar pipas

Fátima asegura que la gente ya está más concienciada sobre mantener las distancias, «en la cola se separan dos metros, sin tener que decirles nada», pero lo del confinamiento «no lo entienden tan bien». De hecho, asegura que «las personas mayores no son partidarias de hacer compras grandes», con las que se podrían evitar el ir al súper a menudo, pero incide especialmente en los más jóvenes, «de treinta y por ahí, que vienen veinte veces al día».

¿Y qué compran?, pues pipas, o una cerveza, que es lo que más están vendiendo ahora, según Fátima, quien indica que incluso comentan que es por salir a tomar el aire y que al llevar el ticket el guardia no les dice nada. Lo que ha dejado de servirse, porque así lo decidió la empresa, por razones sanitarias, es el pan y la bollería a granel, los pollos y la costilla asada, y el zumo natural de naranja. También se han eliminado los probadores de colonias, para evitar contagios.