«El yoga es como la aspirina»

maría meizoso AS PONTES / LA VOZ

NARÓN

CEDIDA

La pontesa se introdujo en la disciplina hace más de una década. Ahora imparte sesiones, en grupos reducidos, en el Liceo y en el centro médico Los Murallones

11 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Venía de vivir en una gran ciudad. «Estaba estresada, me sentía al límite», recuerda Lidia Vilaboy. Necesitaba una vida «más saludable». Y la consiguió al zambullirse de cabeza en el yoga. «Aquí -en As Pontes- no había nada de esto y tenía que desplazarme a Narón». Recuerda que le preguntaron qué necesitaba. Respondió «paz». Eso fue hace once años, ahora ella misma es la encargada de suministrarla a través de sus propias clases, las que dirige en dos puntos de la localidad: el Liceo y el centro médico Los Murallones.

De alumna a instructora

Hace cuatro años las puertas del yoga se abrieron para ella de par. Con el objetivo de que adoptara otro papel. «La idea partió de una profesora, yo estaba en el paro y no tenía ninguna atadura profesional, así que me decidí». Ahí comenzó un proceso de aprendizaje continuo. Y, aunque cree que «todavía hay gente que piensa que esto es una secta», asegura que «cada vez son menos. Afortunadamente, el yoga está de moda y ahora se habla con mucha naturalidad de ello». La pontesa anima a «vivir la experiencia» asistiendo a clases que cada día van a ser diferentes, nunca iguales. Para bien o para mal esto no deja indiferente a nadie», señala. El yoga, apunta, «es como la aspirina, vale para todo». Un todo que se traduce en un «cuerpo en forma», pero sobre todo en «una estabilidad emocional y una mente ordenada».

En familia

Yoga terapéutico, en familia y también para los más madrugadores. «En ese último caso, arrancamos a las 07.30 horas. Es muy beneficioso porque te facilita energía, a nivel mental y físico, para enfrentar las vicisitudes de cada día», explica Vilaboy. Una dosis de energía también se puede compartir en familia y que permite «pasar tiempo real con los niños en una etapa vital en la que son muy sensibles».

En As Pontes, los grupos activos son tan heterogéneos como personas existen. «Vienen desde adolescentes hasta alguna alumna de más de 70 años». Una franja de edad, la más elevada, que se encuentran en parroquias como de Espiñaredo, a donde también acude semanalmente. A todos, sin importar sexo ni edad ni condición fisica, «el yoga les facilita la calma necesaria. Algo que precisamos, en mayor medida, cuando nos hacemos mayores. Además, te ayuda a entender mejor la vida».

Para Vilaboy la práctica de esta disciplina se ha convertido en una filosofía. «Esto no se enseña, se transmite. Lo que hacemos es facilitar a los alumnos las herramientas que necesitan para encontrar su equilibrio». Un estado que, en su caso, ha conseguido, «gracias al apoyo incondicional de mi marido, mi hija, mis hermanos y mis padres. Ellos son los pilares de mi vida». ¿Echaremos más mano del yoga en el futuro? «¡Claro!», exclama. «La vida está pidiendo una evolución a gritos y lo conseguiremos recurriendo a lo natural, a lo de antes».

«Cada clase es diferente. Para bien o para mal esto no deja indiferente a nadie»

«Facilito a los alumnos las herramientas para que encuentren su equilibrio»

«Se consigue un cuerpo en forma, pero sobre todo una mente ordenada»