Tocino frito con azúcar y muchas caminatas para llegar a los cien

beatriz antón NARÓN / LA VOZ

NARÓN

ANGEL MANSO

Narón rindió homenaje ayer a tres vecinos nacidos en el año 1915

02 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Nadie tiene la fórmula mágica para llegar a los cien años de vida, pero, si hay que pedir consejo alguien, ahí están Eduardo Lamas y Josefa Vez para ofrecer algunos consejos. El primero asegura que lo consiguió a base de comer «touciño frito con azúcar todas as mañás», mientras que ella sostiene que el secreto de su longevidad es un misterio, aunque su hijo aporta algunas pistas. «Toda su vida trabajó mucho, llevó siempre una alimentación sana y, hasta hace dos años, caminaba seis kilómetros al día», anota con una sonrisa.

Las vidas de Eduardo y Josefa se cruzaron ayer en el Concello de Narón, a donde estos dos vecinos centenarios acudieron para recibir un homenaje con motivo de la conmemoración del Día dos Maiores. A la cita también estaba invitada Josefa Gómez, otra naronesa que ha conseguido la proeza de llegar al siglo de vida, pero, al no encontrarse demasiado bien de salud, el Concello optó por rendirle honores en su propia casa de O Val, donde recibió la visita del alcalde, José Manuel Blanco, y de las concejalas Teresa Sabio y Catalina García.

Antes de encontrase con ella, el regidor y las edilas tuvieron tiempo de charlar largo y tendido con Eduardo y Josefa en la consistorial. Ella -perfecta con un traje de chaqueta gris, broche en la solapa y brillo en los labios- hizo gala de simpatía y buen humor. «¿Cómo estamos?», le preguntó Blanco nada más verla. Y ella, con mucha retranca, le espetó: «Estamos sentados, e cando non, estamos de pé». Josefa acudió acompañada de su hijo y su nieta, que se deshacieron en halagos para ella. «Nació el 19 de mayo de 1915 y ahora, ya con cien años, sigue estando de maravilla: cocina a diario y sigue trabajando mucho en su huerta», explicaba su hijo Marcial, al tiempo que recordaba de que, en su juventud, Josefa caminaba todos los días desde Placente, en Sedes, hasta Ferrol, para vender leche en el mercado de A Magdalena.

También llevó una vida de mucho trabajo Eduardo. Vino al mundo el 11 de marzo de 1915 en La Habana, adonde sus padres habían emigrado en busca de fortuna. No les fue mal, pero siete años después regresaron arruinados a Narón, donde Eduardo trabajó toda su vida como tornero de la fundición Hermanos Pita.

Ahora vive en O Ponto y sus seres queridos aseguran que, a pesar de sus cien años, todavía le quedan muchos paisajes por ver. Y muchas cosas por hacer. Ganas, desde luego, no le faltan. Ayer, poco antes de la despedida -y tras recibir flores y libros de manos del alcalde y de las concejalas, al igual que Josefa- revelaba uno de sus próximos planes. «Agora o que quero facer é ir a A Fonsagrada a comer botelo».