José Antonio García, hostelero de Mugardos: «Para emprender hay que ser profesional, diferenciarse, tener base económica y hacer equipo»

ANA F. CUBA MUGARDOS

MUGARDOS

Enidê Ribeiro da Silva y José Antonio García Regueiro abrieron el restaurante en le puerto mugardés, en 2016
Enidê Ribeiro da Silva y José Antonio García Regueiro abrieron el restaurante en le puerto mugardés, en 2016 KIKO DELGADO

En 2016, él y su mujer abrieron en el puerto el local Amaragotas, una combinación de cocina tradicional gallega y brasileña, ejemplo «de éxito» en un foro que organiza Cedeira

19 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Cedeira celebra esta tarde el foro Pescaturacción, una apuesta del Concello por el emprendimiento en los sectores pesquero y turístico. Uno de los tres «casos de éxito» que se expondrán en la jornada es el del restaurante Amaragotas, en el puerto de Mugardos. José Antonio García Regueiro, mugardés de 46 años, y su mujer, Enidê Ribeiro da Silva, brasileña de 49, abrieron el negocio hace seis años. «Llevo mucho tiempo en la hostelería, ya había tenido un restaurante que funcionaba muy bien [...]. Y en 2016 decidimos volver y emprender un nuevo proyecto», cuenta. El nombre juega con las palabras «amar a gotas». «Para nosotros es una fusión de gotas de muchos sitios», cuenta el gerente.

Como su cocina, una miscelánea de gastronomía tradicional gallega y brasileña, en un local pequeño, con ocho mesas distantes entre sí, sin servicio de barra (se quedó tras la pandemia) y música relajante, «bossa nova fusionada». Otra vez la mezcla, para crear un ambiente de «fogar», a lo que aspiraban desde el principio, «que la gente se sienta como en casa». Las gotas diversas se van mixturando y juegan con las vistas al mar —en verano, desde la terraza, casi se toca— y con una bodega «muy amplia y muy selecta», más gotas que confluyen en un mismo fin, ofrecer algo diferente y atractivo.

García Regueiro enumera los factores que él considera clave para sacar adelante un negocio y para evitar engaños a quien se decide a ponerlo en marcha: «Para emprender es muy importante diferenciarse, ser profesional del sector [formarse y mejorar], tener un capital [una base económica; el banco, si no tienes nada no te da y si te da y te sale mal se te va a poner cuesta arriba] y apoyo financiero, y que los proveedores crean en ti, porque son los que te van a ayudar y dar tranquilidad en los tiempos duros». «Puede gustarte mucho, pero además tiene que ser sostenible económicamente», recalca.

Este corredor de fondo, como se define —«esto no es una carrera de cien metros, es más bien una maratón; la edad y la experiencia te valen mucho»—, reconoce los errores —«muchos, por precipitación, ganas, esa necesidad...»— como parte del aprendizaje. Visto con perspectiva, sostiene que la pandemia les ayudó a corregir algunas de esas equivocaciones iniciales. Las restricciones evidenciaron que «la barra, en un local tan pequeño, no era compatible con las mesas, había ruido y a la gente no le gustaba».

La crisis sanitaria también les sirvió para darse cuenta de la necesidad de favorecer la conciliación: «Tiene que haber horas para estar con la familia, por eso decidimos cortar horarios de trabajo [el lunes cierran por descanso y los martes, los miércoles y los domingos solo trabajan hasta mediodía, sin cenas] y ampliar de 30 a 40 los días de vacaciones, repartidos durante el año». Esta medida responde, en parte, a la falta de personal cualificado para el sector. José Antonio y Enidê trabajan mano a mano con otra pareja, en cocina y sala —«nos gusta salir y comentar el plato con los clientes»—, y este verano, al no encontrar refuerzos, tuvieron que asumir los cuatro toda la faena para la que en 2021 contaban con tres personas más.

Los platos, en la pizarra

En Amaragotas no hay menú del día ni carta, el precio medio del plato oscila entre 30 y 40 euros (bebida incluida) y las propuestas figuran en una pizarra y van cambiando con las estaciones: «El producto de temporada es la raíz de todo». Estos días preparan fabas de Lourenzá con berberechos y salsa verde de alga wakame, almejas a la sartén, croquetas de la casa, variado de kibe (un plato oriental que ya es típico en Brasil) y mini coxhiña (cocina callejera brasileña), salteado de níscalos con gambones y base de crema de fabas de Lourenzá con pimienta y leche de coco, Boletus edulis en arroz o en revuelto.... Y algunas de las recetas que más satisfacción les han dado, por la respuesta de los comensales: el arroz meloso con almejas y gambones, toques de alga y erizo y, sobre todo, los corazones de alcachofa confitados y a la plancha. «No inventamos nada, es coger la tradición y modernizarla un poco, llamarle de otra manera... Nos centramos mucho en el mar, que aquí se huele [...] A la gente le gusta probar, sorprende cómo se atreve con platos nuevos, incluso la de cierta edad», elogia el chef, apasionado con el oficio y con este proyecto, una invitación a «amar a gotas».