Pelotas para el silencio en las aulas

CHEMA CORRAL MUGARDOS

MUGARDOS

JOSE PARDO

Alumnado del IES de Mugardos tunea sus sillas y pupitres para acabar con el molesto ruido

19 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Quién no se ha quejado alguna vez del ruido que hacen los vecinos de arriba al arrastrar las sillas? Pues multiplicada por 25, esa molestia es la que se genera en un aula, por ejemplo, durante un cambio de clase, un auténtico suplicio que en el IES de Mugardos han querido evitar. Para ello han «importado» un método infalible. Su solución es cuestión de pelotas y de reciclaje.

La idea llegó de la mano de Covadonga Rodríguez, profesora que el pasado año colaboraba en el taller de tecnología del centro. Un aula con suelo de parqué en la que el ruido que se producía era ensordecedor. «Era horroroso», sentencia. «Fue entonces cuando recordé una experiencia que había visto en algún colegio: utilizar antiguas pelotas de tenis para calzar las sillas y amortiguar así los ruidos». Fue dicho y hecho. Y los resultados no pudieron ser más satisfactorios. «Hicimos una medición y comprobamos que con el cambio se redujeron 10 decibelios», apunta.

El éxito de aquella prueba fue lo que animó al instituto de secundaria a extender la iniciativa a nuevas aulas, apunta el director Agustín Álvarez. Y de ahí, surgió «Dalle bóla á lectura». Precisamente porque el nuevo reto era actuar en las dos clases de 1º de la ESO, que se sitúan justo sobre la biblioteca escolar, un espacio en el que el silencio es imprescindible.

Colaboradores

¿Pero cómo conseguir tanta pelota? La logística no fue un problema, gracias a la predisposición a colaborar del Club de Tenis de Redes, cuyos jugadores se acercaron a ofrecer exhibiciones de ese deporte a la escuela. Esa fue la clave. Desde el primer momento, el club se prestó a ayudar, suministrando las pelotas gastadas y que ya no servían para jugar. Bolas que, de este modo, tendrían una nueva vida.

Así, según relata Álvarez, antes de las últimas vacaciones se le entregó a cada alumno un lote de ocho pelotas para que, ayudados por sus padres o madres, y siguiendo las instrucciones dadas en el centro, las agujerearan. Y de regreso a las aulas, pudieran calzarlas en sus respectivos pupitres y sillas. «Queda un aula un pouco rara, pero é un método barato e eficaz, e cada estudante responsabilízase do seu», sostiene Serafín Álvarez.

«Lo mejor fue comprobar la implicación en el proyecto tanto de los chavales como de sus familias», asegura Rodríguez, antes de confesar que le encantaría que el alumnado se animara a personalizar las pelotas. Y el centro ya se ha marcado un nuevo reto, «tunear» los pupitres y sillas de las aulas que se encuentran sobre el salón de actos.