Casa Juan y casa Emilio, los centros de reunión social en Chanteiro

Cristóbal Ramírez FERROL

MUGARDOS

JOSE PARDO

Fue una aldea olvidada de la mano de Dios hasta bien entrados los años 60 del siglo pasado

15 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Chanteiro, en Ares, fue una aldea olvidada de la mano de Dios hasta bien entrados los años 60 del siglo pasado, y no falta quien diga que todavía se encuentra en esa penosa situación. Pero esa lejanía y la belleza de su playa constituían sus encantos. Cruzando las humildes viviendas de piedra había una corredoira, hoy -¡obvio!- asfaltada a lo bravo. La carretera que arrancaba de la que une Mugardos con Ares era de tierra, claro está, y no eran pocos los que desembarcaban en Mugardos o en La Palma y ascendían a Montefaro para desembocar en Cervás, parroquia a la que pertenece Chanteiro. No faltaba tampoco quien desde La Palma seguía el camino que bordeaba la ría, daba el giro de O Segaño y llegaba a la playa, ancho camino que hoy existe y resulta idóneo para amigos de la bicicleta y senderistas. De manera que no había turismo ni se sabía qué era eso. Había veraneantes. Allí estaban -estábamos- muy pocas familias de fuera. Los más constantes, los respetados inspectores de Lugo (uno de sus hijos tiene ahora un chalé en ese entorno) y una nutrida familia militar llegada de Guinea, uno de cuyos vástagos (muy querido y conocido de chaval como Panchito) entró en el Ejército del Aire, con gran admiración de los que lo conocían. Luego se fue sumando gente, pero cuando los años 50 iban por la mitad de su andadura no había muchos más.

Dos eran los centros de reunión social en Chanteiro: casa Emilio, con su estanco, y casa Juan. La primera se encontraba justo a la entrada de la aldea, en la parte más alta procediendo de Cervás. La segunda, en el centro, y, aunque ambas tenían sus acólitos, quizás fuera casa Juan la más concurrida, si bien partidas de cartas había tanto en una como en otra. El señor Juan fue una persona con una vida digna de ser escrita. Se podrá argumentar que como la de tantos otros que emigraron o que anduvieron embarcados, y por supuesto así será, pero en este caso sus peripecias vitales merecen ser recordadas. El problema es que en este país lo que es historia de la familia se hace muy poco. ¡Si llega a haber vivido en Inglaterra, cuyos barcos conoció tan bien…!