El molino de viento de O Barqueiro se alquila para soñar

ANA F. CUBA MAÑÓN / LA VOZ

MAÑÓN

La empresa The Cliffs of Loiba gestiona el apartamento que habilitó, hace casi medio siglo, el pintor Secundino Rivera y que ahora ha sido reformado para uso turístico

12 feb 2022 . Actualizado a las 23:02 h.

Secundino Rivera (O Barqueiro, 1932-Madrid, 2013) restauró el molino de viento que levantó su abuelo en el siglo XIX en O Barqueiro. «Le costó 5.000 pesetas, llave en mano; lo construyó en sociedad con un primo que lo jugó a las cartas y lo perdió. Mi abuela compró las partes de sus siete hermanos, pero uno no quiso vender. Mi madre y mi tía me lo legaron y compré lo que faltaba, quería hacer un estudio para poder pintar», contaba en abril de 2013. Su abuelo había emigrado a Estados Unidos para ganar algo de dinero y electrificar el viejo molino. «Lo consiguió, pero al volver enfermó mi tío, una zapatero genial, y tuvo que hacer un segundo viaje... pero se murió allá», relataba entonces.

Fue el nieto quien acabó convenciendo a María, propietaria de un molino idéntico en la Vila de Bares, para que le vendiera la maquinaria, y entre 1973 y 1974 lo rehabilitó, lo acondicionó y acabó viviendo allí por temporadas. Su hija, Marian, pasó buena parte de la pandemia en el molino y ahora ha decidido alquilarlo. The Cliffs of Loiba es la empresa encargada de gestionar el arrendamiento de esta singular vivienda. Su responsable, Víctor Pinies, se ha empleado a fondo para restaurar y reformar el interior, y lo ha transformado en un acogedor apartamento de planta circular, respetando las estancias creadas por Rivera, que a los 23 años emigró a Venezuela, donde se convirtió en un reconocido pintor.

Un autorretrato y varios cuados del artista visten las paredes curvas de The painted mill (el molino pintado), el nombre comercial de esta vivienda de uso turístico en la que se pueden ver el engranaje y las aspas de la construcción original. Tal y como lo ideó Rivera, en la planta baja se sitúan la cocina y el baño, y en el único piso, el salón dormitorio, con la cama elevada sobre las piedras que tendrían que girar para obtener la molienda. En la mesa de la cocina se pueden ver la paleta y las pinturas que empleaba Rivera, y se reproduce un poema escrito por él: «Todo está para mí en el misterioso universo. Enfrentarme a este misterio es como el sueño del arte, el renacer en cada instante».

El molino con el que tanto soñó Rivera parece haber resurgido en medio del eucaliptal, a través del que se entrevé la ría. «Ahora tiene tres plazas, aunque lo ideal es para una pareja y la intención es que la caseta [situada a pocos metros, en la misma finca] sirva de apoyo. Hemos querido darle el carisma de Secundino, su identidad», señala Pinies, que empezó alquilando su casa de invitados y, dos años después de poner en marcha The Cliffs of Loiba, gestiona 36 viviendas por toda la costa norte, desde Cedeira a Xove. «Mi mercado es internacional. Mi cliente objetivo es el que sale maravillado, el que ha tenido una experiencia espectacular y dice ‘¡qué vacaciones!'».

Él recaló en Ortegal hace años, «buscando una manera de vivir diferente», la que ahora ofrece a los huéspedes de las casas que alquila (varias de su propiedad y el resto, de gente que se ha decidido a invertir en el sector). El molino refleja muy bien su empeño en «vivir el patrimonio, no solo mirarlo, revivir el pasado y conectarlo con el presente». De ahí su propuesta de estancias largas —«para una o dos noches están los hoteles»—, que permitan descubrir el entorno, «el valor de la gastronomía o la tradición del lugar». Internet es su principal escaparate y constata un interés «cada vez mayor» por visitar la zona, «con un nivel muy alto de reservas ya para el verano».

Sus clientes suelen pasar temporadas en sus casas, que alquila el resto del año, y entre los huéspedes hay muchos interesados en comprar vivienda en la zona. Los precios de la estancia varían en función de la propiedad, el lugar donde se ubica y las fechas. En temporada baja, una noche en el molino cuesta 150 euros. En el exterior ha montado una mesa «y un fuego árabe [circular], para darle otro aire», al pie de las aspas, donde pintaba Rivera.