Los hosteleros de Ferrolterra temen al verano: «Sin personal, estamos vendidos»

ANA F. CUBA FERROL / LA VOZ

FERROL CIUDAD

María José Armada (izquierda) e Irene Nebril abrieron hace 14 años A Muller Mariña, en O Porto de Bares (Mañón)
María José Armada (izquierda) e Irene Nebril abrieron hace 14 años A Muller Mariña, en O Porto de Bares (Mañón) I. F.

Negocios de toda la comarca buscan mano de obra para la cocina y el comedor

01 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

«Sin personal, estamos vendidos», sentencia Francisco Carpente, al frente del restaurante La Solana, en Cabanas. Y va más allá: «Un empresario pequeño, si sus empleados no están cómodos, está muerto». Lo difícil, desde hace ya varios años, es encontrar refuerzos para cubrir el verano. «En un pueblo como este, la clientela se multiplica por cinco, seis y hasta por diez desde el 10 o 12 de julio hasta finales de agosto, día tras día. A esto súmale que [los propietarios de] muchos de los negocios de siempre se han jubilado y nadie ha cogido el relevo. Quedan menos sitios donde comer y la gente cada vez cocina menos en casa y sale más», plantea.

La demanda va a más y la oferta mengua, y tanto los establecimientos nuevos como los veteranos necesitan mano de obra para cubrir el pico de actividad que se produce en la temporada estival en la costa. Ofrecen contratos temporales, que antes atraían a estudiantes. «Pero ahora no lo necesitan o sus padres prefieren que disfruten del tiempo libre o hagan otras cosas», sostiene una hostelera de Pontedeume. En el restaurante Badulaque, camino del puerto de Cedeira, han optado por suprimir las cenas. «Ya no abrimos de noche, solo tenemos un servicio, un turno, jornada continua. Aun así es difícil», reconoce el encargado.

«Nos haría falta una persona para la cocina y otra para la sala, para julio, agosto y septiembre. Pero está complicado. No hay profesionales (llamo al CIFP Fraga do Eume, pero no basta el alumnado que sale) y hay que formar a la gente que empieza... y si al menos tienen ganas», comentan en este establecimiento cedeirés. Inciden en que las condiciones de la hostelería «ya no son las de hace veinte años, no es el peor sector». Aguantar todo el personal preciso en verano durante el resto del año no siempre es posible, pero algún hostelero entiende que «es la única salida». En el mesón Vila Vella, en Cedeira, lo han conseguido: «Vamos manteniéndolos todo el año, tenemos trabajo. El problema es cuando solo coges para la temporada. Cuando empezamos, en junio ya recibíamos muchos currículos; ahora casi no llegan».

Es la apuesta de María José Vilar, de Casa La Madriña, en Taraza (Meirás): «Los tengo todo el año y no tengo problema, precisamente para no quedarme sin gente en verano. En lo más fuerte [de la campaña] necesito una persona a mayores, pero ya cuento con ella. En invierno se trabaja bien los fines de semana, puentes... a diario vamos tirando. No me quejo, la clientela es fiel». En El Gitano, también en Valdoviño, han logrado estabilizar la plantilla. «Como imos traballando ben, aguantamos á xente. Ao mellor en pleno verán fai falta alguén, pero o principal témolo», señala Charo Vergara, jubilada pero pendiente del negocio familiar.

A Cristian Santiago, propietario y chef del restaurante Marea, en Cariño, tan solo le falta cubrir los fogones: «Para sala y para fregar ya tengo mirado, busco para cocina, julio y agosto. No es nada fácil». En Las Palomas, cafetería, restaurante y pensión en Espasante (Ortigueira), han hecho los deberes. «Este año, mi hijo (que trabaja con nosotros, igual que mi hija y a veces mi nuera) comenzó con las entrevistas en noviembre. Dos chicas empiezan ahora y las de cocina, a fin de mes», explica Dolores Vázquez, responsable de este establecimiento familiar.

En los últimos años han recurrido al personal extranjero, «conocidos de conocidos que vienen a pasar el verano y a trabajar, unos desde Portugal, otros desde Austria... todos brasileños ya con papeles, que pueden trabajar, aunque a veces los trámites con Extranjería son muy complejos», desgrana esta hostelera. Una de las dificultades que afrontaba cada temporada era el alojamiento: «Ahora tengo un piso para ellos, el de todos los años, y otro en proyecto porque no caben».

María José Armada e Irene Nebril, socias en A Muller Mariña, en O Porto de Bares (Mañón), han rastreado «por todos lados», sin éxito. «Ni aquí, ni en O Barqueiro... no tienen donde quedarse», recalcan. «Creo que nunca hemos estado peor a estas alturas. Necesitamos para cocina y para atender las mesas (dentro y fuera)», apunta María José. En invierno resuelven las dos, con una persona más en la cocina —«no hay trabajo para más, no podrías aguantarlo»—, pero en verano son ocho o diez por turno. Confiesan impotencia: «Quieres trabajar y aprovechar el verano, pero sin personal no haces nada».

La escasez de camareros y cocineros no solo se sufre en la costa, donde se dispara la actividad en el período estival. En el mesón Martínez, en As Pontes, «cunha liña de clientes igual case todo o ano», no alcanzan a completar la plantilla. Otros empresarios del sector optan por modelos de negocio diferentes. Es el caso de Belén Martínez, responsable de La casa de la tía Julita, en Ares, «un restaurante especial», centrado en eventos privados: «Estamos mi marido y yo, y tiramos de extras, unos con experiencia y otros jóvenes, el banquillo, a los que formamos nosotros. Tampoco es fácil a veces encontrar».