Miguel Castro Serantes: «Ferrol en los 90 era una aventura, llena de gente y sin móviles»

FERROL CIUDAD

El escritor y educador acaba de publicar «La cuadrilla de las olas rotas», un relato generacional sobre el amor, la muerte y la amistad entre esta ciudad y Valdoviño
02 may 2025 . Actualizado a las 11:42 h.Por la eufórica Ferrol de los 90, por sus bares llenos de humo, los locos acantilados de Valdoviño, el amor y la muerte camina la última novela de Miguel Castro Serantes. Ferrolano de 1979, publica La cuadrilla de las olas rotas (Fuco Buxán) que firma el sábado en la Feria del Libro. La cita se inaugura mañana en el Cantón, donde se presentarán novelas tan emotivas y generacionales como esta.
—¿Muchos se verán retratados en esta historia de los 90 en la ría?
—Todo el mundo se sentirá representado en ese Ferrol de los 80, 90 y 2000 (un Ferrol de barrio, con las Casas Baratas); pero también en Valdoviño como espacio de libertad y naturaleza, como lugar de encuentro de amigos. Se vende en librerías de Ferrol, Narón y Valdoviño. La portada es de Víctor G. Novás. Y lo presento el sábado a las 19.00 en la caseta de la Central Librera Real, en la feria.
—¿Cómo usa narrativamente al grupo de amigos de esta novela?
—Esta cuadrilla es un puzle, con ocho personajes principales. La historia se inicia en un velatorio con la muerte de un amigo. El espacio y el tiempo se mueven adelante y atrás, con capítulos por fechas desde el primer encierro con la pandemia hacia los 90. Para cada personaje me inspiro en varias personas de mi entorno, y después la escritura te va arrastrando. Todos llevan el duelo por alguien importante para ellos, y tienen que recolocar las piezas de su vida. Y al final en la novela no es tan importante la muerte de ese ser querido, sino cómo salen adelante los demás tras la pérdida. Porque el dolor se transforma en acompañamiento.
—¿Y cómo se enfoca la muerte en esta «Cuadrilla»?
—Todos nos enfrentamos a ella en nuestras vidas, los muertos nos acompañan incluso más que personas que físicamente están a nuestro lado. Aunque hayan desaparecido hace diez años, siguen presentes y te ríes con ellos.
—Usted escribe que las personas cuando se mueren también se llevan recuerdos de nosotros, momentos de los que incluso no nos dimos cuenta.
—Aunque hable de la muerte, la novela es muy vital. Las personas fallecidas seguirán vivas mientras nosotros las recordemos. Pero a la vez nos quisieron tanto que con ellas se marcha la visión que tenían de nosotros. Nadie recuperará ese Miguel que estaba en la mente de mi abuelo y que se marchó con él. La muerte forma parte de la vida y todos tenemos experiencias con ella, también nos ayuda a valorar a las personas y momentos que compartimos.
—¿Qué importancia tienen esas pandillas que se forman con gente que no esperabas?
—La amistad no tiene edad y es el mejor antídoto contra la muerte, como demuestra esta novela. Pueden surgir relaciones entre diferentes generaciones y es muy importante tener compañeros de vida, gente que te valora y no te juzga. Un amigo te escucha, y comprende que todos tienen derecho a una tercera oportunidad.
—¿Cómo compaginó su trabajo de educador, el nacimiento de su hijo y la escritura?
—Yo soy una hormiguita: tengo trabajo, familia y un grupo de amistades al que cuidar. Y para mis proyectitos voy trabajando poco a poco. Mi hijo nació hace un año, pero llevo más de cuatro con este proyecto.
—Y es una hormiguita comprometida...
—Por supuesto, y se refleja en la novela porque aparece mi forma de vivir. No es autobiográfica pero tiene mi compromiso social al mostrar los problemas, una banda sonora que puedes escuchar con un código QR y mi amor por el cine.
—Para los que no tuvieron la suerte de vivir los 90 en Ferrol, ¿cómo eran aquellos años?
—Yo soy del 79, viví la adolescencia en los 90. Ferrol en los 90 era una aventura, toda llena de gente y sin teléfonos móviles. La ciudad siempre estuvo en una continua crisis, pero ahora renace un pelín. Y a mí me marcó mucho ser de la última generación que vivió sin móvil. Tú te ibas de casa por la tarde y era una aventura.
—¿Con móvil ahora es todo menos emocionante?
—En la novela hay un capítulo en el que se ve cómo las pandillas de adolescentes se pasaban la tarde enganchando conversaciones sin parar. El tiempo era más lento y a la vez intenso, hay cierta nostalgia de esos 90.
—También la sociedad avanzó.
—¡En muchas cosas cambió para mejor! Avanzamos en la normalización de todas las relaciones sentimentales y sexuales. Los jóvenes de 18 años nos dan 20.000 vueltas en libertad. Lo de que cualquier tiempo pasado fue mejor... es solo porque eras joven y lo añoras. De joven crees que te comerás el mundo o que incluso lo cambiarás. Pero los años te hacen valorar a la gente que merece la pena.