Policías y bomberos, los ángeles de la guarda de los mayores que viven solos en Ferrolterra: «Cada vez son más»

ANA F. CUBA FERROL / LA VOZ

FERROL CIUDAD

Rescate de un vecino de Ferrol que vivía solo y sufrió una caída, en una imagen de archivo
Rescate de un vecino de Ferrol que vivía solo y sufrió una caída, en una imagen de archivo José Valencia

El número de personas auxiliadas por los profesionales de emergencias por caídas y otros incidentes en sus casas crece año tras año; solo en Ferrol, en 2024 fueron 110 las intervenciones

15 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Los vecinos de una eumesa de 78 años que vive sola vieron que salía agua por debajo de la puerta de su piso, llamaron, y como no contestaba, alertaron a los servicios de emergencias. Acudió la Policía Local de Pontedeume, que rompió una ventana de la parte de atrás para acceder al interior. La mujer se había desvanecido cuando estaba en el baño y se había quedado un grifo abierto, y tal vez eso le salvó la vida. «A veces es demasiado tarde cuando alguien se da cuenta de la ausencia», constata un agente que, a lo largo de su carrera profesional, se ha encontrado con varios cadáveres, en un caso de un hombre de solo 40 años.

Los policías forman parte de esa especie de brigada de ángeles de la guarda de la gente que vive sola, junto con los bomberos, los trabajadores de los grupos de emergencias supramunicipales (GES) e incluso los voluntarios de Protección Civil. Suelen ser personas de edad avanzada, solas o en pareja. Ayer por la mañana, los municipales de Cedeira auxiliaron a una sexagenaria que había ingerido todas las pastillas pautadas para una semana.

«Una vecina avisó porque no la veía», explica Alberto Díaz, oficial jefe de la Policía Local. Asegura que «suelen ser casos así, o porque se han caído o porque han tenido algún problema repentino de salud». El también responsable de la agrupación local de Protección Civil menciona otra llamada, la semana pasada. Un señor se había desplomado y acabó falleciendo. De no tener compañía, podrían haber transcurrido días. «Desde hace tiempo tenemos herramientas específicas para forzar las puertas, la gente mayor tiene la costumbre de dejar la llave en la cerradura y alguna es reacia a darle una copia a un vecino», señala.

Un drama social

«Nuestro trabajo es abrir una vía de entrada para familiares o para los servicios sanitarios, cuando alguien se cae y no responde o le salta el dispositivo de teleasistencia. En 2024 fueron en torno a 110 actuaciones de este tipo, casi igual que incendios en hogares», indica Enrique Suárez, jefe de los Bomberos de Ferrol. Advierte del drama social que subyace en este tipo de situaciones, la mayoría de soledad no deseada. «Si tienes un vecino que vive solo, los hijos no le visitan a menudo porque están fuera... es importante acercarse y comprobar si se encuentra bien, llamar al timbre o hablar con los familiares, y si alguien puede tener una llave, mejor. Pero muchas veces no hay un seguimiento», lamenta.

Cadáveres momificados

«Nos hemos encontrado a personas desnudas (en camisón o en calzoncillos) tiradas en el cuarto de baño, con suerte vivas, deshidratadas, con hipotermia... Y también cadáveres, momificados o en estado de putrefacción», detalla Suárez. El mal olor suele ser la señal de alerta, en ocasiones semanas e incluso meses después del deceso. «Cuando te dicen eso ya vas con equipos de protección frente al riesgo biológico», apunta David Escusa, sargento del parque de bomberos de Narón. En 2024 efectuaron veintidós asistencias técnicas de apertura de puertas, «la mayoría por gente que no respondía a llamadas de familiares (con casos de fallecidos), y alguna por tentativa de suicidio o por haberse dejado una olla al fuego». Procuran utilizar técnicas «no destructivas» para entrar en los domicilios, para minimizar los daños en puertas o ventanas; y disponen de sillas de evacuación o colchones de movilización para enfermos mórbidos, «material que va requiriendo el día a día».

A veces, cuando se pregunta a los vecinos, «dicen que era alguien solitario, sin relación con nadie, por lo que no les extrañaba pasar tiempo sin verle». En 2021, una mujer de 59 años pereció y sus perros habían empezado a comerse el cadáver. «Era un bloque de cuatro pisos, en Freixeiro, y solo vivía ella», indica Escusa.

«Cando imos é porque alguén se mancou ou hai un falecido», comentan en el parque provincial de bomberos de As Pontes. El GES de Mugardos corrobora que «cada vez es más habitual; a veces se llega a tiempo y otras ya está muerto». Relata que también hay vecinos que se exceden en la vigilancia: «La semana pasada avisaron de que faltaba una señora y cuando estábamos llamando a su puerta apareció en la calle, volvía de hacer la compra».

Impresión al ver a los bomberos en la ventana

Los profesionales de emergencias se quejan de que los servicios sanitarios «solo van si está claro que hay un herido, y a veces no sabes qué hacer, porque si levantas a alguien y tiene la cadera rota puede ser peor». Para quien lleva horas sin poder incorporarse, la llegada de los bomberos, aunque sea por la ventana, representa un alivio, «pero también les causa mucha impresión porque suelen estar aturdidos», dice el jefe del equipo de Ferrol.

Natividad Rubido, trabajadora social del Concello de Mañón: «En la aldea todos se conocen y los vecinos avisan cuando ven que alguien no recoge la bolsa del pan»

Cada vez vivimos más años, lo que suele implicar más patologías y más limitaciones de movilidad y de otro tipo, agravadas para quienes, ya sea por voluntad propia o por falta de alternativas, residen solos. Los departamentos municipales de Servizos Sociais conocen bien una realidad que, en ocasiones, les sobrepasa. «Lo percibimos, claro, porque aumentan muchísimo la demanda de teleasistencias (hijos que viven fuera y sus padres en la aldea) y las solicitudes de ayuda a la dependencia», desgrana Natividad Rubido, trabajadora social del Concello de Mañón.

Explica que «cada vez hay más casos de soledad no deseada, por falta de recursos (centros de días o residencias) y porque la gente es reacia a marcharse de su casa». «Pero —subraya—, por nuestra experiencia vemos que en la aldea (a diferencia de lo que pasa a veces en los pueblos) funciona muchísimo la solidaridad vecinal, todos se conocen y los vecinos avisan cuando ven que alguien no coge la bolsa del pan o no levanta las persianas».

La situación se complica en los lugares más aislados, «por los que solo pasa el panadero o la auxiliar de ayuda a domicilio, aunque suelen tener servicio de teleasistencia, uno de los mejores recursos en las aldeas, con una pulsera o un colgante que accionas y ya llega el aviso (suelen tener el número de algún familiar)». Rubido afirma que en Mañón, con una población muy longeva y dispersa, «son muy contados los casos de vecinos que se mueren solos y se tarda en saberlo, aunque alguno ha habido».