Piedra y cincel versus cemento y molde en las caras que ponen alma a la arquitectura de Ferrol
FERROL CIUDAD
Numerosos edificios de la ciudad naval conservan llamativos mascarones sobre puertas, en cornisas o bajo balcones
07 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Para disfrutar de la arquitectura del barrio de A Magdalena basta con despegar la vista del móvil o del suelo, girar la cabeza hacia arriba y dejarse sorprender por multitud de detalles que a menudo pasan inadvertidos ante los ojos por la urgencia del día a día. Como, por ejemplo, esos rostros que nos contemplan enigmáticos desde las elegantes fachadas de un buen puñado de edificios modernistas con el sello de Ucha. Pero también encaramados a otros más antiguos, de finales del siglo XIX, «cuando diestros canteros ponían todo su empeño en moldear esos motivos decorativos únicos, con el fin de que los edificios ganasen prestancia y elegancia y contribuyesen al ornato público», según explica la historiadora y profesora Ana Martín.
«Cuantos más detalles únicos luciesen sobre el dintel de una ventana, apoyados en una cornisa o sobre el umbral de una puerta, mayor valor tendría el inmueble y se le supondría hábitat natural de una familia bien. Eran algo más que adornos, eran signos de distinción social», detalla la autora de obras divulgativas como Ferrol para ver.
A finales del siglo XIX, esos rostros de piedra eran el fruto del buen hacer de expertos canteros que moldeaban sus creaciones a golpe de cincel (se pueden encontrar buenos ejemplos en el número 5 de A Coruña o en el 119 de Real), pero con la Revolución Industrial y la irrupción de materiales que permitían construir de forma más rápida y económica, todo empezó a cambiar. Martín apunta que muchos pusieron entonces en entredicho el valor estético de las nuevas construcciones. Y para paliar ese déficit surgieron corrientes artísticas como el modernismo, que abogaba por la recuperación y la puesta en valor de esos oficios tradicionales que parecían condenados al ostracismo (carpinteros, ebanistas o herreros), pero sin renunciar al empleo de materiales como el cemento, que permitía el empleo de moldes para hacer series infinitas de elementos decorativos como los mascarones.
«Lo curioso es que, aun pudiendo emplear el mismo motivo decorativo a base de dar uso una y mil veces a un molde determinado, Ucha lograba siempre una singularidad propia para cada obra, creaba su propio catálogo de formas decorativas, que en los rostros realizaba con cemento pintado», valora Martín sobre el uso de este elemento decorativo en los inmuebles del maestro del modernismo ferrolano.
De entre todas las caras que Ucha dejó para la posteridad, tal vez las más reconocibles sean las máscaras con las que reformó la fachada original del teatro Jofre en 1919. «Un edificio pétreo, sobrio y austero en su exterior se engalanaba a base de columnas pareadas que sustentan un pórtico donde hasta el más profano en la materia puede adivinar, gracias a la incorporación de unos llamativos rostros de cemento, que tras aquellas paredes la comedia y la tragedia se encarnan en actores y actrices», ensalza Ana Martín.