La Armada abrió los tesoros del Arsenal de Ferrol a los ciudadanos, que pudieron recorrer uno de los cinco buques de guerra más modernos
13 oct 2024 . Actualizado a las 04:45 h.Al otro lado de la muralla está el otro Ferrol, el militar, el ilustrado, plagado de edificios imponentes habitualmente vedados a las miradas civiles. Una pequeña ciudad en la que trabajan 3.357 personas, muchas de ellas tripulantes de las cinco fragatas más modernas de la Armada, las F-100, al servicio de España y de la OTAN. Con motivo del Día de la Fiesta Nacional, la Armada abrió a los ciudadanos los tesoros que esconde el Arsenal Militar. Y permitió incluso subir a bordo de uno de sus buques de guerra, la fragata Blas de Lezo, en una visita guiada en la que participaron cientos de ojos curiosos.
«Mira, vamos a ir a ese barco papá. ¿Nos van a dejar entrar mami?» preguntaba nervioso uno de los pequeños que conformaban el numeroso grupo.
Primera parada: la cubierta de vuelo. «Buenos días a todos, soy el sargento Jaime Figueirido, bienvenidos a la fragata Blas de Lezo. Es la tercera de las cinco F-100. Son barcos de 142 metros de eslora y 18 de manga. Mi función en el barco es ser el víveres, le doy de comer a las 200 personas de la tripulación», explicaba el guía, que detallaba «estáis sobre la cubierta de vuelo, aquí aterriza el helicóptero que llevamos cuando estamos desplegados».
Tras la introducción, el grupo se introduce en un laberinto de acero, caracterizado por pasillos angostos que dan acceso a numerosos camarotes y salas del barco. «¿Podrías vivir aquí?», se pregunta una visitante. Nadie responde. Cerca de la entrada está el panel de torpedos, equipado con proyectiles preparados para hacer la guerra submarina.
Sigue la ruta por delante de los camarotes. Las camas son pequeñas, de 70, pero hay varias medidas, cuenta el sargento de la Blas de Lezo.
«Mira el techo lleno de tubos, ¿por qué no estarán tapados?», se pregunta un pequeño.
Segunda parada: el centro de información de combate (CIC), el cerebro del barco. Hace frío. «Los equipos tienen que ir refrigerados para que no se calienten», aclara el guía, quien incide en que «aquí no se pueden hacer fotos, aquí no». Desde el CIC se coordinan todos los sistemas de combate y se envían las directrices arriba, al puente de mando.
La fragata está preparada para tres tipos de guerras: antisuperficie, antisubmarina y antiaérea. En una parte de la sala está el radar y el sistema dorna, para la dirección de tiro del cañón. En otra, detrás de una cortina, equipos sensibles como el sonar. En el otro extremo, la guerra electrónica, que también está tapado por seguridad. En medio del CIC, el centro de mando, donde se sientan, entre otros, el comandante y el TAO (tactical action officer u oficial de acción táctica), que es el segundo de a bordo.
Tercera parada: el puente, con el timón y la palanca de propulsión. Cuarta parada: el castillo, donde están el cañón y los misiles. «Aquí se hacen las mejores fotos, aprovechad», invita el guía.
«Para qué es esto?» le pregunta un pequeño. «Es un lanzador de misiles, en cada celda hay uno. En el CIC hay un botón, pulsas y sale un misil».
«Si saco muy buena nota en la Antonio de Escaño puedo elegir fragata y la Blas de Lezo me gusta mucho»
Acaban los 45 minutos de visita. A la salida, cuatro veinteañeras comentan lo que han visto. Son estudiantes de la escuela Antonio de Escaño y una de ellas, Eilén Gutiérrez, de solo 21 años, se ve navegando en el barco que acaba de visitar. «Me gustaría trabajar en la Blas de Lezo, si saco muy buena nota puedo elegir fragata y la Blas de Lezo me gusta mucho. Nunca la habíamos visto antes», reconoce.
Sus otras tres compañeras acabarán en el sur y en Cartagena. Como Paula Naranjo, de 22 años: «Soy de Cádiz y quiero trabajar en una fragata de Rota, navegar y descubrir mundo». Será la primera militar de la familia: «Siempre me ha gustado la disciplina».