
Lo decía el viernes, sonriendo, Xaquín López Gómez, durante una larga conversación entre amigos en la cafetería del hotel Almirante —lugar por el que tantos escritores han pasado, por cierto, a lo largo de las últimas décadas: desde Gonzalo Torrente Ballester hasta Camilo José Cela, desde Saramago hasta Dámaso Alonso, desde Carlos Casares y Alfredo Conde hasta Julia Uceda, Luz Pozo Garza y Rafael Alberti...—, mientras el sol del verano iba dorando los muros del viejo baluarte de la avenida do Rei: «Eu son un verdadeiro ferrolófilo, un namorado de Ferrol, sempre o fun!».
Xaquín, gran conocedor de la Ribeira Sacra, es de Chantada, donde disfruta de su jubilación, de sus libros y de la emoción de sus recuerdos. Y pasó largo tiempo en Canadá, donde fue discípulo del profesor Antón Risco, el hijo de Vicente Risco. Pero además, durante años, en la etapa en la que enseñó literatura en Cedeira, residió en el Esteiro cedeirés, lugar en el que —todo sea dicho de paso— nació Antonio Otero, el atleta que más veces ha ganado el campeonato suizo de campo a través.
Por aquella época —cuando residía en la Terra de Cedeira, por la que también siente un inmenso afecto—, Xaquín ya venía a Ferrol muy frecuentemente; y fue entonces cuando, poco a poco, comenzó a enamorarse de una ciudad que a él le parece irrepetible, absolutamente singular. «Onte estiven paseando por Doniños, vendo o seu mar e o seu lago —comentaba, tomando café, el profesor López Gómez—, e non deixo de preguntarme como é posible que o mundo enteiro non admire esa marabilla, un lugar así».