Salvador Calvo-Berenguer, ferrolano que se ordena sacerdote a los 56 años de edad: «Mi mayor reto será lograr atraer a los jóvenes a la iglesia»

Ramón Loureiro Calvo
rAMÓN loureiro FERROL / LA VOZ

FERROL CIUDAD

Ramón Loureiro

Afirma que «para que Ferrol vuelva a ser lo que fue, tenemos que luchar todos»

01 jul 2024 . Actualizado a las 21:49 h.

Salvador Calvo-Berenguer, diácono ferrolano de 56 años edad, será ordenado sacerdote esta tarde, a las 17 horas, en la concatedral de San Julián, en una ceremonia que presidirá el obispo de Mondoñedo-Ferrol, Fernando García Cadiñanos. Es el primer sacerdote que se ordena, en los últimos tres años, en una diócesis que cuenta con 422 parroquias y que apenas tiene un centenar de curas en activo para atenderlas. Cuenta Salvador que se sintió llamado al sacerdocio cuando era aún muy niño, pero la vida lo fue llevando por otros caminos (la universidad, el mundo laboral, más tarde la necesidad de cuidar a sus padres...), así que es ahora cuando, por fin, ha podido responder a lo que su vocación le pedía, y ser sacerdote. Farmacéutico de formación, y con raíces en la parroquia naronesa de O Val, afirma que su «mayor reto» será «atraer a los jóvenes a la iglesia». Y, desde la pasión que siente por su Ferrol natal, hace, además, un llamamiento a los ferrolanos para «luchar todos» juntos y lograr, así, que «Ferrol vuelva a ser lo que fue».

—Aunque se ordene sacerdote a los 56 años, la suya no es precisamente una vocación tardía...

—¡No, no, no...! ¡Ni muchísimo menos! Yo ya me sentí llamado por el Señor cuando tenía ocho años y era alumno del colegio de las Discípulas. Pero después el tiempo fue pasando, marché a Santiago, trabajé y, finalmente, me encontré con la enfermedad de mi madre, a la que después también siguió la de mi padre. Y me dediqué a cuidarlos, que creo que es lo que tenía que hacer y lo que el corazón me pedía durante todos aquellos años. De hecho, desde el Obispado también me decían que, en aquellas circunstancias, me centrase en mis padres.

—Al reencontrarse con su vocación, comenzó a cursar Ciencias Religiosas.

—Empecé a estudiar Ciencias Religiosas cuando mi padre aún vivía, y solo iba a Santiago a examinarme y, cuando podía, a alguna clase. Fue algo en lo que me ayudaron mucho tanto Ramón Antonio [López Rodríguez, actual párroco de Neda] como don Segundo [Pérez López, catedrático de la Universidad Pontificia de Salamanca e investigador del Archivo Secreto Vaticano]. Ellos me ayudaron a encauzar mi vocación y me prestaron una gran ayuda en todo momento en mi camino hacia el sacerdocio.

—¿Y cuándo comenzó a estudiar en el seminario?

—Pues cuando ya me vi sin obligaciones familiares. En ese momento empecé.

—¿Qué representa para usted ordenarse en la concatedral de San Julián?

—¡Hombre, pues es algo muy especial, muy emocionante! Allí es donde me bautizaron. Y allí es, también, donde se casaron mis padres.

—El promedio de edad de los sacerdotes es cada vez mayor...

—Sí, es verdad. Hay tan pocos sacerdotes que algunos, aun habiendo superado ya los 90 años, continúan en activo. Pero no solo la edad de los sacerdotes es cada vez mayor. Obviamente, también lo es la de los fieles. Y lo cierto es que quienes acuden a misa son cada vez personas de más edad. Los jóvenes no vienen a la iglesia, y por eso, insisto, mi mayor reto será tratar de atraerlos a la fe.

—La falta de vocaciones sacerdotales es, cada día que pasa,

más preocupante.

—Está claro que la situación es muy complicada; y yo me temo que, por degracia, todo esto va a a ir a peor. Cada vez hay menos niños. Y, además, ¿quién transmite la fe en las familias? Antes todo era muy distinto. Yo recuerdo siempre con qué devoción me llevaba mi abuela a ver a la Virgen de Dolores. Tenemos que trabajar, todos juntos, para que las cosas cambien.

«El patrimonio artístico se encuentra en una situación que hay que solucionar»

«Desgraciadamente, en las zonas del interior, y no solo en ellas, el fenómeno de la despoblación está llegando a extremos que nadie podría haber imaginado —cuenta Salvador Calvo-Berenguer—. Y si ya ni siquiera hay quien abra una iglesia, ¿qué va a pasar con lo que guarda su interior? El patrimonio artístico ya se encuentra, a día de hoy —añade—, en una situación muy difícil, una situación que hay que solucionar. Y no es fácil hacerlo. Pero es de nuestra cultura de lo que estamos hablando —remarca—. Y no podemos dejar que se pierda».

—A lo largo de los últimos años, usted ha formado parte, como diácono, del equipo pastoral de la Terra Chá, que atiende casi una treintena de parroquias a través de un territorio muy extenso. ¿Cómo ha sido esa experiencia?

—Verdaderamente enriquecedora. Es una experiencia en la que he aprendido mucho de todos. También en el aspecto humano.

—¿En qué se asemejan y en qué difieren la realidad pastoral y la realidad social de una ciudad como Ferrol y la de la Terra Chá?

—La realidad social, en contra de lo que pueda parecer, a veces no difiere tanto como pensamos. Los grandes problemas de la gente son siempre, y en todas partes, los mismos. Pero la realidad pastoral es bastante distinta, claro. En las iglesias ferrolanas aún podemos tener misas a diario. Pero en la Terra Chá, con algunas parroquias separadas entre sí una treintena de kilómetros, eso ya es imposible.

—En general, ¿cómo ve a Ferrol hoy?

—Lo veo mucho mejor de lo que estuvo, pero creo que todavía tiene que seguir mejorando. De todas formas, estoy seguro de que así será, de que va a seguir yendo a mejor. Pero es fundamental que los ferrolanos nos comprometamos con nuestra ciudad.

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