El amanecer más terrible de Ferrol: «Ardieron 370 casas en siete horas»
FERROL CIUDAD
Cronología de incendios que minaron el urbanismo y la moral de la ciudad
16 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Si hay un Ave Fénix en el mundo, se llama Ferrol. Porque pocas ciudades han resurgido de sus cenizas como la naval, tanto metafóricamente (vía reconversiones) como de modo literal. Hay que remontarse al 19 de junio de 1568, para revivir el amanecer más terrible de los ferrolanos: un incendio tan voraz que «ardieron 370 casas en siete horas». Así lo cuentan en la Biblia de esta localidad, que es la Historia de Ferrol de José Montero y Aróstegui. «La pluma se nos cae de la mano al querer describir las angustias por las que nuestros mayores pasaron en aquel aciago día», relataba allá por 1859, en un libro que debería tener en su mesilla todo buen ferrolano. Quedaron reducidas a polvo el 92,5 % de las viviendas, para horror de una población que aún no se había recuperado de la peste. E incluso restos carbonizados persisten hoy en día entre los moradores de Ferrol Vello.
José Montero Aróstegui describía los hechos como «la otra gran calamidad que se ha sufrido durante el dominio de los poderosos Condes de Lemos, fue horroroso». Aquella primitiva villa se asentaba en el actual Ferrol Vello con «400 vecinos (varones cabezas de familia) y 2.000 almas (suma de personas que vivían en el mismo hogar), que se sostenían con la pesca y el salazón por ser la única industria que se conocía en el puerto». Y a las 06.00 de la mañana de aquel día aciago, los pescadores que habían salido al mar escucharon la voz de «fuego». El foco se inició en una casa de la llamada calle de la Ferrería, «pero pronto el pueblo se vio entregado al fuego más devorador».
La solidaridad corrió tan rápida como las llamas. Según narra Aróstegui en la también llamada Historia y descripción de la ciudad y departamento naval del Ferrol, «de todas las aldeas acudieron gentes al punto de la catástrofe; pero el mal era ya tan grande, tan espantoso, que no tenía remedio». Reinaban «la confusión, los lamentos y el desorden»; el viento soplaba de levante, mientras ancianos y madres salían con los niños en brazos a las calles.
Una espantosa miseria
Solo se salvaron 30 casas, como la parroquia, el convento de San Francisco (que ya no existe), y el antiguo hospital de la Caridad. Se perdieron muebles, ajuares y aparejos de pesca. Y la población quedó inmersa en «una espantosa miseria»: sin casas, los habitantes erraron por la comarca en busca de caridad. Cuenta Aróstegui, investigador y oficial mayor del ayuntamiento, que «el daño superó los 150.000 ducados». Como resultado de las negociaciones del guardián del convento, se logró por parte del rey Felipe II una rebaja de impuestos.
Tan terrible crónica (reeditada por ejemplo por Embora), no incluye víctimas mortales. En 1616 ardió Betanzos y en 1877 el Arsenal de Ferrol, donde falleció el marino Santiago (James) Bethell Millán. El maestro mayor de máquinas de la Armada mostró un valor heroico, salvando a gente y muriendo por las quemaduras. Otro incendio famoso fue el del polvorín de Caranza en 1943. Historiadores como Enrique Barrera atribuyen la explosión de miles de toneladas de dinamita a la guerrilla antifranquista, con asesoramiento del Gobierno británico. La prensa de la época no publicó nada. Y ya en 1991, ardía el cine Rena tres años después de su cierre para oprobio del eclecticismo y el modernismo. Desde entonces continuaron los incendios. Pero ninguno tan horrible como aquel que en 1568 casi hizo desaparecer a Ferrol.