Los vecinos desalojados por el derrumbe de un inmueble en Ferrol: «Nos salvamos por segundos»
FERROL CIUDAD
Presenciaron la caída del edificio anexo en una calle del barrio de Esteiro que lleva décadas amenazada por las casas en ruina. «Estaba enseñando la grieta al arquitecto que se supone que iba a comenzar la rehabilitación»
26 jun 2024 . Actualizado a las 19:32 h.Víctor Castrillón reside con su familia en el edificio contiguo al que se desplomó la tarde de este martes en el barrio de Esteiro de Ferrol: el número 37 de la calle Carlos III. Presenció la caída de una mole formada por hormigón, ventanas y ladrillos, porque estaba enseñándole una nueva grieta de la casa al arquitecto al que le habían encargado los trabajos, precisamente en esta vivienda. «Nos salvamos por segundos, estábamos justo enfrente y se nos vino encima», explica un residente que pasó la noche, junto a su hijo, su madre y su esposa en la casa de otro hijo.
No saben cuándo van a volver a su hogar y mucho menos si van a recuperar sus pertenencias pronto. Este miércoles por la tarde una empresa especializada en demoliciones complejas derribó la estructura que quedó en pie y retirará los escombros. Los Bomberos de Ferrol han sobrevolado la zona con drones, y llegará maquinaria especial desde Lugo. No es una tarea sencilla. Peligra la casa de los residentes desalojados, que sufrían desde hace tiempo daños en forma de grietas por el mal estado de la medianera, entre otros elementos. En esta calle, protegida porque forma parte de las zonas históricas de la urbe naval, los inmuebles se caen formando un efecto dominó desde hace décadas.
La concejala de Urbanismo, Blanca García, recordaba al pie de la ruina que desde el mes de junio ya han abierto diez expedientes en el barrio de otros tantos casos similares en los que actuarán de forma subsidiaria si los propietarios siguen sin realizar las tareas de conservación necesarias. En toda la ciudad el dato se va a los 50. «En algunos casos hemos tenido que pedir órdenes judiciales para entrar a inspeccionar las viviendas, porque no se podía localizar a los dueños», precisaba la edil popular, que pasó la jornada con los vecinos ante la vivienda. Curiosamente otra concejala de la corporación, la socialista Ana Lamas, estuvo unas horas por la zona porque es arquitecta (al igual que García) y fue la encargada de realizar la ultima rehabilitación en el edificio de Víctor, que se quedó al borde del derrumbe, y que ha tenido que ser desalojado.
«Hace unos cuatro años nos gastamos 70.000 euros y lo dejamos nuevo, pero mira ahora la grieta que ya tiene en el piso de arriba», señalaba este propietario. Esa grieta amenaza la casa de la última planta, recién rehabilitada también: «El dueño está fuera y tiene toda su vida dentro, dice incluso hay electrodomésticos recién comprados dentro», precisaba un familiar, que no pudo acceder a rescatar ninguna pertenencia. El segundo piso lo acaba de comprar una pareja joven con intención de rehabilitarlo, pero corren el peligro de perder buena parte de la inversión o de que la obra no pueda empezar en muchos meses. «El año pasado, tras el último derrumbe, pasaron meses hasta que se pudo estar en la calle, vivíamos en una calle cortada», explica Noa López tras regresar de su empleo en el hospital y adentrarse entre los escombros hacia su portal, que está justo delante del último desastre.
«Todo comenzó hace 35 años, cuando se cayó la primera, desde entonces vivimos en la picota», cuenta un hombre señalando el solar de la casa que se desplomó hace un año, el número anterior a la terminó cayendo este martes. Por el otro lado hay otra casa con expediente de derribo y que tendrá que ser demolida en breve. El arquitecto municipal que firmó los informes aseguraba la mañana de este miércoles ante ella que los trámites que le incumben están completados desde hace un mes. Y desde hace muchos más meses los requerimientos para que se realicen las obras en la última vivienda caída.
Tanto desde el departamento de Urbanismo, como los propios vecinos conocen bien al hombre que compró la casa, porque es un barcelonés que se ha ido haciendo con una cartera de edificios en el mismo barrio con el mismo perfil: todos con grandes deficiencias. «Los compra y nos dice que va a crear apartamentos para estudiantes, pero después no hace nada, solo esperar a que se caigan», denunciaba una afectada.
Otra mujer mayor que reside en las inmediaciones asegura que ella lo tiene como nuevo convecino y hace todo los posible porque la casa se hunda: «Antes vivíamos tres familiares y no había problema; desde que llegó él se niega a todo, me entra agua, no se ocupa de nada y no paga ni la luz de la escalera».
La gran preocupación de los residentes es que, como ya sucedió tras otros derrumbes en los que tuvieron que dejar la casa, que aparezcan okupas. «En la vivienda que tiene un expediente ruina ya entraron varias veces», lamentan. Y mirando hacia su edificio pronuncian una sentencia que esperan que no se cumpla: «Nuestra casa ya voló».
Demolición retransmitida a Noruega en vivo
Poco después de las cinco de la tarde, comenzaron a trabajar las máquinas llegadas desde Lugo para demoler la estructura del 37 de la calle Carlos III y la parte con fachada a la otra Fernando VI, la más alta y la zona donde cayeron más escombros. Con el primer golpe comenzó a brotar un chorro de agua y durante casi una hora la pala golpeó unos muros que fueron cayendo a plomo ante los ojos de los propietarios de la casa de al lado y de muchos otros vecinos del barrio de Esteiro. La operación se retransmitió en directo al propietario que reside en el último piso del número 39 y que está embarcado en un buque que se encuentra en Noruega: «Todas esas deficiencias están denunciadas desde hace meses ante el seguro, las autoridades y ante el propietario de la casa, que tiene un montón de mensajes míos», explicaba el joven desde la pantalla del móvil a La Voz. Su madre y su tía trataban de tranquilizarlo, aunque emocionadas, porque estaban hablando de la casa familiar, en donde un hermano ocupa el primer piso, este chico el tercero y el segundo lo vendieron hace muy poco. «Ya está, la chimenea sigue en pie y el tejado parece que no sufrió, en cuanto podamos entramos y te recogemos las cosas», prometían en una videollamada muy emotiva, que incluso arrancó lágrimas a los participantes.
A unos metros, el arquitecto del Concello y la concejala de Urbanismo seguían una operación compleja: hubo que retirar coches para evitar que resultasen dañados y vigilar bien que nadie se acercase demasiado hacia las calles. El jefe de los Bomberos de Ferrol, Aureliano Bacelo Iglesias, Chato, coordinó a los suyos y trabajó a pie de campo junto a la excavadora que demolió la estructura durante toda la jornada. Los muros cayeron en poco menos de 40 minutos; la retirada de escombros será más laboriosa y larga.