Iván Martínez, influencer y coleccionista «geek»: «Tengo unas 120 figuras, más de un centenar de Funkos y 250 videojuegos»

Carla Elías Martínez
Carla Elías FERROL

FERROL CIUDAD

Muestra en sus redes sociales su impresionante habitación «gamer»

30 dic 2023 . Actualizado a las 17:39 h.

«Antes ser friki era algo peyorativo, como ser alguien raro. Eso ya ha cambiado», defiende Iván Martínez (Ferrol, 1981). El mundo de los videojuegos, tildado peyorativamente como friki, es su gran pasión. Y su cuenta de Instagram @pekeroom se ha convertido en su escaparate para el coleccionismo geek, es decir, de videojuegos, consolas y todo tipo de figuras temáticas. «Desde pequeñito, con cinco o seis años, siempre me gustaron las videoconsolas. Mi primera consola fue la Atari 2600. Después me regalaron la primera Nintendo, la Game Boy...», recuerda. Fue el primer poso de la pasión por este mundo para Iván.

Ahora, casado y con un hijo, ha creado el sueño de todo aficionado a los videojuegos, hacer una habitación gamer. «Justo empecé antes de la pandemia. Tenía una máquina recreativa en el salón y un amigo me dijo un día: ‘Tienes una habitación de invitados que nunca usas. ¿Por qué no te haces un cuartito para ti?», recuerda. Antes de empezar la cuarentena compró los muebles y comenzó a configurar el espacio que ahora exhibe a sus seguidores. «La pandemia la pasé ya en el cuarto, viciando y todo eso», indica. «Subo fotos y reels, pero ahora con el bebé, cuando él echa la siesta es cuando aprovecho para viciar», bromea.

Pero, ¿cómo empezó su colección? Gracias a su primera máquina recreativa. «La recreativa por fuera tiene un vinilo de Dragon Ball, y, para ponerle encima, me compré los Funkos de Son Goku y Vegeta. Empecé así, mi mujer empezó a regalarme más de la serie. Cuando acabé con la colección de Dragon Ball me fui con las figuras coleccionistas. Empecé con dos Funkos que, ni me gustaban mucho la verdad, y ahora tengo más de cien. Se me fue de las manos», recuerda.

 
 
 
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Sus posesiones

Iván ya no sabe cuántas piezas tiene en su colección. Necesita pararse a contarlas «Estuve contando las figuras que tengo en mi colección y son unas 120 figuras coleccionistas, sin contar los más de cien Funko Pop, peluches de videojuegos o legos de Mario y de Sonic», detalla. Pero también hay que sumar videojuegos, una máquina recreativa Arcade —««con emuladores de las videoconsolas retro con más de veinte mil juegos», detalla Iván—, y unos 250 videojuegos originales, con las cajas y todo, de las videoconsolas modernas.

¿Cuál es la pieza más preciada de su colección? «Mi videojuego preferido es The Last of Us, que acaba de sacar una serie hace poco. Y las figuras más caras que tengo son de este videojuego», detalla. Su pasión es ya una inversión. «Invertidos tengo más de veinte mil euros. Aunque se nos fue un poquito de las manos, si el día de mañana me da por venderlo, a algunas cosas les sacaría rentabilidad», explica. Y en el trastero continúa su colección con las cajas.

Deseos

Tiene en su wishlist su próximo deseo. «Hay una figura que es un personaje de The Last of Us, Elle, de la que sacaron solo cincuenta en todo el mundo. No logré conseguirla y ahora en la reventa está carísima, por más de dos mil euros. Es la que me queda pendiente», reconoce. Antes de comprar puede invertir meses o hasta años en encontrarlas. La que más le costó supuso cuatro años de búsqueda, un monstruo de The Last of Us que se llama Clicker. Es mi santo grial Solo 350 en todo el mundo, y en España no se había vendido. Todo ese tiempo busqué a diario en Ebay, Wallapop... Se la vi a un chico de España del que me hice amigo».

«He conocido a gente de todo el mundo: España, China, Japón, Brasil, Rusia...»

Iván Martínez se lanzó al mundo de las redes sociales hace tres años y medio, coincidiendo justo con la pandemia sanitaria. Ahora cuenta con seguidores de todo el mundo. «Con Instagram he conocido a gente de todo el mundo, de España, pero también de fuera, de China, Japón, Brasil, Rusia... Me hablan y, aunque mi inglés no es perfecto, siempre intento contestar a todo el mundo. Y utilizo el traductor si hay que hablar a un brasileño o ruso», bromea.

Reconoce que le encantaría que a su hijo también le gustase este mundo. «Que haga de todo, que juegue al fútbol, al baloncesto... Y cuando llueva, a jugar».