De las colas del hambre a dejarse la piel como voluntario: «Ahora me toca ayudar a mí»

beatriz antón FERROL / LA VOZ

FERROL CIUDAD

César Vila, retratado en la Cocina Económica de Ferrol, adonde solía acudir a comer cuando llegó a Ferrol
César Vila, retratado en la Cocina Económica de Ferrol, adonde solía acudir a comer cuando llegó a Ferrol CESAR TOIMIL

César dormía en el albergue para personas sin hogar y comía en la Cocina Económica. Ahora que ya tiene techo, devuelve «un poquito» de lo que recibió colaborando con cuatro entidades

26 dic 2023 . Actualizado a las 22:07 h.

De hacer cola en la Cocina Económica de Ferrol a remangarse la camisa para servir la comida de esos mismos fogones a los que antes eran compañeros de mesa. Y de recibir asesoramiento para arreglar sus papeles en Cáritas a atender a los usuarios que usan las duchas y la lavandería de la entidad. Dos meses y medio después de su llegada a Ferrol, César Vila se ha pasado al «otro lado» y ahora es él quien ayuda a los que más lo necesitan. Lo hace trabajando como voluntario en la Cocina Económica y Cáritas, pero también en Cruz Roja y Adra. «Entre lunes y jueves voy cada día a un sitio y le dedico dos horas de trabajo a cada entidad», explica sonriente.

El caso de este voluntario peruano de 41 años llama especialmente la atención, porque hace pocas semanas su situación era bien distinta. Junto a su pareja, recién llegados a Ferrol, dormían en el albergue Pardo de Atín de Caranza y comían en la Cocina Económica de Ferrol. Fue así durante quince días, hasta que ambos se vieron abocados a la economía sumergida para poder sobrevivir, a la espera de regularizar su situación: él, trabajando en el sector de la hostelería, y ella, enfermera de profesión, cuidando a ancianos. «Ahora vivimos en una habitación alquilada en un piso compartido con dos chicos latinoamericanos», detalla.

César vuelve a estar desocupado e insiste una y otra vez en que su máxima prioridad pasa por arreglar sus papeles para poder trabajar de forma legal. «Venimos a aportar y a llevar una vida normal, como cualquier persona. No queremos que nadie nos regale nada, sino vivir de nuestro esfuerzo», recalca César, que en su país se ganaba el pan como mecánico aeronáutico en el aeropuerto de Lima y también tenía un negocio inmobiliario.

César Vila también colabora con la Cruz Roja de Ferrol
César Vila también colabora con la Cruz Roja de Ferrol CESAR TOIMIL

Cuenta que no le iba mal, y precisamente por ello, las mafias que se dedican a la extorsión en la capital andina lo pusieron en su punto de mira. «En Perú la situación ahora mismo es muy mala y hay muchísima inseguridad. Si ven que tienes un negocio, los delincuentes te extorsionan y te amenazan con hacerte daño para que les des dinero. Fue lo que me ocurrió a mí. Di aviso a la policía pero como no tenía garantías de que me fuesen a proteger de forma permanente, decidí marcharme. A mi pareja ya la habían amenazado y a mí me enviaron un sobre con munición dentro a modo de aviso», rememora.

La decisión de abandonar Perú no fue fácil, porque César tiene cuatro hijos de entre 8 y 17 años y no le quedaba más remedio que separarse de ellos. «Mis hijos no corren peligro en Perú, porque yo estoy separado, y viven con su madre, lejos de Lima. Pero dejarlos allí me resultó muy duro. Fueron ellos, sobre todo los dos mayores, los que me animaron a marcharme, porque sabían que en Lima mi vida corría peligro», explica César.

En julio, él y su pareja aterrizaron en Madrid, donde los ahorros con los que habían llegado a España se esfumaron rápidamente. «Esa fue una de las razones que nos llevaron a mudarnos a Ferrol. Aquí la vida no es tan cara como en Madrid y, además, los trámites para regularizar nuestra situación también van más rápido», explica César.

Nada más desembarcar en Ferrol, tanto él como su pareja encontraron una mano tendida en Cáritas, el albergue Pardo de Atín y la Cocina Económica. «En Perú no éramos ricos, pero nunca me faltó techo ni comida, así que jamás tuve que recurrir a una entidad benéfica en busca de ayuda. Por eso, verme en esa situación fue bastante chocante y difícil», apunta mientras recuerda a algunos de los amigos que hizo en el refugio de Caranza, como José o Ricardo.

Tras salir de allí y acceder a una vivienda, la pareja decidió devolver «un poquito» de lo que recibieron ofreciéndose a trabajar como voluntarios. Los dos dedican parte de su tiempo a Cruz Roja, y César colabora además con el comedor social de Rubalcava, Cáritas y Adra. «En Perú ya hacíamos voluntariado y al llegar aquí decidimos continuar con esa labor. Yo siempre le digo a mis hijos que no hace falta tener dinero para ayudar a los demás. Tal vez no puedas dar un cheque a una oenegé, pero el tiempo también es muy valioso, y eso de momento no me falta. Aquí se portaron muy bien conmigo y siento que ahora es a mí a quien me toca ayudar. Además, hacer voluntariado es una buena manera de integrarme en este país y conocer su cultura y costumbres», reflexiona César, que también está aprovechando el tiempo libre para seguir formándose y hacer cursos de todo tipo. «Además, he dejado el currículum en varios talleres de coches, porque también tengo formación como mecánico de automoción, y en dos de ellos me han dicho que me podrían coger cuando tenga todos los papeles en regla», concluye con optimismo.