Ferrol con sangre vikinga y otras aventuras: de Cleopatra al yate redondo del zar Alejandro II
FERROL CIUDAD

Juan Antonio Oliveira relata en su blog grandes desembarcos en la ciudad
02 sep 2023 . Actualizado a las 19:32 h.La vida es una aventura. Y lo sabe mejor que nadie Ferrol: ciudad intrépida, donde aún burbujea la sangre vikinga y paisaje de desembarcos tan espectaculares como los siguientes. El ingeniero técnico naval Juan Antonio Oliveira, director técnico del Centro de Excelencia del Sector Naval (CESENA), tiene una joya en forma de blog llamada Va de Barcos. Y allí relata historias de navíos tan espectaculares, como cuando los vikingos se concentraron en la ría de Ferrol para regresar al hogar tras tres años de saqueo. O cuando gracias a una tormenta, la Aguja de Cleopatra aterrizó en este puerto con más de 3.000 años a sus espaldas.
¿Tiene Ferrol sangre vikinga? «No lo dudemos», asegura Oliveira, que pertenece a esa clase de personas nacidas para contar. «La más relevante de las invasiones vikingas en la zona fue la de Gunderedo, el considerado Rey del Mar en el año 968», apunta este ingeniero y divulgador. «A Gunderedo lo llamó Ricardo I de Normandía en su lucha contra Francia, y cuando vencieron lo invitó a llevarse los tesoros» que empezaban a acumularse en Compostela . Doscientos barcos vikingos pusieron rumbo a Santiago pero no consiguieron entrar, así que se dedicaron tres años al pillaje. En 970 se concentraron todos los dakkar en Ferrol para volver a casa, pero sufrieron la emboscada de Gonzalo Sánchez «y fueron pasados a cuchillo, incluido Gunderedo».

Hombres de pelo largo
Mil años despúes, dos futuros presidentes de Estados Unidos llegaban a la incipiente ciudad. Corría 1779 cuando John Adams y su hijo John Quincy Adams desembarcaban en Ferrol por accidente. Acudían a París para que el padre firmase el tratado de finalización de la Guerra de Independencia. Pero su fragata La Sensible cogió un temporal y encontró puerto refugio en Galicia. En sus diarios, John Adams hablará de «muchos terrenos baldíos y hombres con pelo hasta las rodillas». Cuenta Oliveira que decidirían ir hasta París por el Camino de Santiago, con primera parada en un mesón en Ponte do Porco (Miño) que sigue en pie.
Llegamos al desembarco por antonomasia en Ferrol. «Once años después tenemos la batalla de Brión en plenas guerras napoleónicas, éramos aliados de Francia y cincuenta años antes William Pitt dijo que si Inglaterra tuviese un puerto como el de Ferrol lo rodearía con murallas de plata», narra Oliveira. Inglaterra quería conquistar Galicia y decide desembarcar cien barcos con 10.000 personas, pero es derrotada por los intrépidos lugareños.

Un obelisco con suerte
Ya en 1877, un profesor y egiptólogo inglés corre con los gastos de llevar hasta Londres la Aguja de Cleopatra: un obelisco regalado a Nelson tiempo atrás por los egipcios. Con más de 3.000 años de antigüedad, 20 metros de altura y 200 toneladas, fue transportado en un cilindro de metal transformado en barco. Lo remolcó el buque Olga, que se deshizo de él con las tormentas del Cantábrico. Un mercante británico lo recuperó y llevó a Ferrol desde donde se transportaría al Támesis, «pero qué chulo sería tenerlo en la plaza de Armas».

Para curioso el yate del zar Alejandro II, buque redondo creado por el almirante Popov en 1880. El Livadia se construyó en Escocia: «Era puro lujo, pero ya se dañó con los golpes del mar en el primer viaje». Paró en Ferrol a repararse, donde se había inaugurado el mayor dique seco del mundo. Allí estuvo siete meses, «mientras el yate se convierte en el centro de la vida social de Ferrol con banquetes y bailes, aquello parecía Marbella».
A Oliveira le quedan historias por contar como la del Rainbow Warrior de Greenpeace, apresado por la Armada en 1980 por luchar contra la caza de ballenas. Y prepara un libro sobre la construcción naval en los últimos 25 años. Pero antes puede disfrutarse como gran cronista en www.vadebarcos.net.