Las grandes verdades son contundentes. Pueden pasar desapercibidas en el día a día de una sociedad híperconectada y que apenas levanta la vista de la pantalla del móvil. Pero cuando esas grandes verdades quedan destapadas, impactan. Y mucho.
Daniel Montes, un comerciante de Ferrol que ha tenido que bajar la persiana de un negocio familiar tras más de cuarenta años, resumió muchas realidades en una escueta nota en el escaparate de su negocio para despedirse de su clientela. No le hizo falta nada más. Es cierto que hay que tomar medidas para evitar la agonía comercio de proximidad. Es cierto que hay que tributar aunque no se ingrese ni un triste euro. Es cierto que la competencia de internet y las grandes superficies le ponen las cosas muy difíciles a los pequeños negocios de siempre. Locales y tiendas que forman el tejido nervioso de Ferrol.
En la ciudad de los astilleros parece que lo peor de la tormenta ya ha pasado. Se atisba cierta mejora económica y, sin echar las campanas al vuelo, un futuro de crecimiento si se trabaja en él y no se desaprovechan las oportunidades. Y es ahora cuando hay que volcarse con los Daniel Montes de Ferrol y de la comarca. Porque otra de las verdades que pone sobre la mesa es que las administraciones han de estar mucho más cerca de los problemas del pequeño comercio. La local, la autonómica y la estatal. Es su obligación. Administrar y colaborar con los administrados. No ponerles una traba tras otra.
Una escueta nota en el escaparate de una tienda recién cerrada en la avenida de Esteiro, en definitiva, provoca más reflexiones que muchos mítines y discursos manidos. Las grandes verdades están a pie de calle. Y ahí es a donde hay que mirar para que Daniel Montes y tantos otros puedan sobrevivir. Prosperar. Hacer ciudad.
Que tomen nota quienes tienen la responsabilidad de ayudar. Es su obligación no mirar para otro lado.