«¡Que se prepare Segunda, el racinguismo vuelve para quedarse!»

Carla Elías / E. de la Barrera FERROL

FERROL CIUDAD

La gesta del ascenso convirtió en una fiesta el estadio de A Malata

28 may 2023 . Actualizado a las 19:58 h.

Las lágrimas de emoción de una conmovida Lucía corriendo por sus mejillas decoradas con dos corazones verdes encarnan la locura que vivió A Malata. Hubo tensión, nervios, enfado y mucha, mucha alegría y pasión por ver al Racing lograr la gesta de volver a Segunda. Y, aunque tocó que esperar hasta la recta final para celebrarlo, con el primer gol de la noche el sentimiento racinguista se desbordó.

«¡Me caso con Jardí!», pedía Marina desde la grada con una emoción totalmente descontrolada. Se sufrió como nunca, pero así las fiestas merecen mucho más la pena. Y, tal y como empezó el partido, coreando el himno de Los Limones, ese sé que aquí nací, aquí quiero quedarme, aquí está mi hogar, donde se acaba el mar, el árbitro daba el pitido final y estallaba la emoción.

«Estoy, que no me lo creo. Aún no creo que se haya conseguido y que el año que viene vayamos a estar en Segunda», decía Jesús emocionado. Arropado por una bandera racinguista y entre ella su hija Elena, es otro de los rostros que no podían aguantar las lágrimas. «De lo que más me alegro es de que lo haya podido vivir mi hija, y que pueda ver al Racing en Segunda», reconocía.

El estadio se vino abajo con la celebración, coreando y animando a una plantilla que bailó, gritó y lloró dando la vuelta al campo en sintonía con la emoción de la grada. «¡Que bote A Malata! ¡Somos de Segunda oé oé!», gritaba el respetable. El público y los jugadores eran uno, sintiendo la misma emoción por haber logrado la gesta. Se sella así un idilio que lleva fraguándose toda una temporada.

Nervios en la primera mitad

«Beso a beso, me enamoré de ti», coreó el racinguismo durante los primeros instantes del partido. Una tarde histórica que comenzó con un espectacular mosaico y un ensordecedor aplauso para recibir a los jugadores. «Nunca había visto nada así», comentaban emocionados durante los primeros compases Mateo y Jaime, dos jóvenes ferrolanos. Como era de esperar no entraba ni un alfiler en las gradas de una A Malata que sufrió de lo lindo durante los primeros 45 minutos.

Era una fiesta, pero el respetable era consciente de que no sería nada fácil. «¡Bien Manzanara!», ¡Vamos Héber!», «¡Buen corte Jon!», gritaba el público a algunas de las acciones más destacadas de la primera parte. Pero la tensión se fue acrecentando. Y más cuando se corrió la voz del gol del Alcorcón. «¡Papá, papá! Dice Mateo que ha metió gol el Alcorcón. ¡No puede ser!», lamentaba Pablo, un pequeño debutante en lo que a finales de infarto se refiere.

Pasaban los minutos, pero la ausencia de gol no hacía mella en una afición que se puso en pie para corear «¡Joselu!» en el minuto 22. El capitán estaba en los corazones de las once mil personas que atestaron el estadio.

«¡Vamos chicos, que aún hay tiempo!», «¡Un poco de nervio! Que nos están ganando por el físico!», fueron otros de los gritos de la afición antes del descanso. También hubo quien pidió ya mover banquillo. «¡Necesitamos a Bernal!», reclamaba una racinguista. El final de los primeros 45 minutos, con el 0-0 en el marcador, agudizó la tensión.

Pero la afición tiró de garra para convertirse en el jugador número 12. Se enfadó como nunca con las decisiones arbitrales. Tocaba convertir A Malata en una caldera, y los presentes no fallaron. Esa mezcla de enfado y ganas se tornó en júbilo y cánticos con la sucesión de dos goles. «¡Que se prepare Segunda, el racinguismo vuelve para quedarse!», gritó Pepe.

La fiesta comenzó ya por la mañana en el centro de la ciudad

Lo vivido en Ferrol pasará a la historia del Racing y de la ciudad, no solo por lo deportivo. El fútbol tiene el poder de unir. Y los ferrolanos se echaron a la calle bien pronto, al mediodía, para comenzar a disfrutar de un día que ya se preveía mágico. A Magdalena fue este sábado una marea verde. Más que nunca.

Era una previa muy especial con la hostelería y las peñas unidas. Miles de personas colapsaron un centro convertido en un escenario de música en directo y barras. En medio de una marabunta verde destaca un grupo de amigos vestidos de traje. Tiene un porqué: «¡Nos vamos de boda!», corean. Mike, Ale, Nes, Felipe y Vences disfrutan del ambiente previo antes de tumbar rumbo a una boda a las dos de la tarde. Cumplen con todo. «Se puede disfrutar de todo», comentan. Se cumplió la porra que vaticinaban ocho horas antes, un 2-0.

Y a ese mismo escenario, el barrio de A Magdalena, regresaría mucho del público que se agolpó en A Malata. «¡Yo hoy no paso por casa!», reconocían cuatro amigos, Lidia, Carmela, Alberto y Pedro. Ellos disfrutaron de la previa, bajaron andando al estadio, y no dudaban en que seguirían la fiesta ahora. «Esto es impresionante. Hoy no se duerme. Vamos directos a votar», advertían.

Ferrol se desmelena: «Ojalá la fiesta no se acabase nunca»

Bengalas, fuegos y cánticos inundaron el Cantón en una jornada histórica en la que el Racing y la ciudad jugaron el mismo partido

ELBA DE LA BARRERA 

«Esto parece Nápoles, con las bengalas y todos cantando». Así resumía un aficionado lo que se vivió en la zona del Cantón de Molins después de la gesta del Racing en A Malata. La fiebre verde que se había venido cocinando en los últimos meses y la tensión de un choque agónico eclosionaron en una vorágine festiva a la que los asistentes no querían poner fin.

José Pardo

«Esto son mínimo dos días de fiesta, que yo me cogí la semana entera de vacaciones solo para esto», interpelaba otro hincha racinguista a su grupo de amigos. La realidad es que, por su edad y la de la mayoría de los congregados frente al teatro Jofre, nunca habían vivido nada igual y ya piensan en siguientes epopeyas futboleras. Incluso en poder ver al Racing en los grandes estadios de España. «Yo a Paiosaco no vuelvo, si es así cuelgo la camiseta», bromea Álvaro García, que se ha desplazado desde Barcelona para ver el partido y que, señala, hasta el personal de la aerolínea tuvo la deferencia de desearle suerte en el vuelo. «Cuando me subí al avión y había más personas con la camiseta del Racing, aluciné; parece que hoy todo el mundo es de Ferrol», concluye intentando elevar el tono por encima de los cánticos eufóricos de su pandilla.

José Pardo

Como la experiencia siempre es un grado, Vanesa y Óscar, que también han decidido acudir a celebrar el ascenso, apelan a disfrutar del momento y «seguir trabajando como hasta ahora». ¿Y ahora qué? «Mantenernos, mantenernos», destacan al unísono. Acudieron al Cantón acompañadas del mismo grupo con el que celebraron el ascenso del 2000, aunque se han ido sumando nuevos integrantes. «Mi marido y mi hija no estaban entonces, así que somos más», subraya emocionada.

Camaradería infinita

Botes continuos, fuegos de artificio y bengalas inundaron la plaza de Galicia de luz. No hubo baño en la fuente del Cantón, que, aunque lucía iluminada de verde, carecía de agua. Pero no impidió a los seguidores del equipo de la ciudad exhibir, ya sin freno, un orgullo que llevaba latente muchos meses. Y es que este Racing, más allá de lo vivido a lo largo de la presente campaña a nivel deportivo, ha conseguido reactivar el sentimiento de pertenencia de mayores y pequeños, que han llevado con orgullo el escudo del club y el nombre de la ciudad a un nutrido número de estadios del territorio nacional y que ya sueñan con nuevos viajes. «Ahora vamos a poder ir en avión a muchos sitios y esto ya es otro nivel. Es algo de locos», exclama otro de los muchos jóvenes que acaban de empezar una noche que será difícil de olvidar.

Los más pequeños se preguntaban unos a otros por la llegada de los jugadores, que no acudieron finalmente hasta la zona del festejo. «No os preocupéis, que esto va a durar días, todavía queda la celebración en el Ayuntamiento, y ahí ya están todos y saludan desde el balcón», los consolaba un joven allí congregado.

«Opa Racing, es un sentimiento, no puedo parar», resonaban los cánticos emitidos por las centenares de gargantas reunidas en el corazón de la ciudad para declarar su amor, el incondicional y el que está comenzando a brotar también, por el club de la ciudad.

Y es que el idilio entre el Racing y Ferrol quedó patente ya desde primera hora en una calle Magdalena abarrotada hasta la bandera. No faltaron los nietos, las abuelas, los hosteleros ni tampoco los comerciantes. El fútbol y el Racing han devuelto la ilusión a un Ferrol enfervorecido, completamente entregado a la causa. «Ojalá esta fiesta no se acabase nunca», confesaba exultante una joven a otra antes de enfilar de nuevo el rumbo hacia la calle Magdalena para continuar brincando, abrazando al compañero de grada o saludando al vecino con un decidido «aúpa Racing». Ferrol se desmelena y esto es solo el principio.