Las madres

Alexandre Lamas PSICÓLOGO

FERROL CIUDAD

07 abr 2023 . Actualizado a las 01:20 h.

Por las noches, papá salía a correr y yo lo acompañaba en bici. Una noche, un cachorro de pastor alemán apareció de la nada y se puso a jugar conmigo. Recuerdo los ojos brillantes de aquel animal, su pelo negro quemado por la soledad y el hambre. Nos siguió durante kilómetros. Pero papá me dijo que no podíamos llevarlo para casa. Lloré y supliqué. Sentía que él era para mí y no podía devolverlo a la noche. «Se lo llevaremos a tu tío», dijo. Mi tío tenía un bar, puso un poco de carne en un plato y se la dio al perro. Pero en cuanto nos alejamos, el animal, a pesar de su hambre, olvidó la carne y se lanzó tras nosotros, tras de mí. Dos solitarios se habían reconocido y ya no se podían separar. Llegamos al portal, llamamos al telefonillo, y le explicamos la situación a mi madre. Supliqué e inventé razones para justificar mis sentimientos. Sabía que papá también quería, pero mamá dijo que no. Yo lloraba, tenía la certeza infantil de que estaríamos juntos siempre y eso sería bueno. Pero mamá dijo que no. Y ese no, era como el no de una montaña o del viento. Al final, me tuve que despedir de mi amigo. Papá subió conmigo en ascensor y después llevo al perro con mi tío.

Mi madre es una persona llena de amor, llena de compasión, ha dedicado su vida a cuidar de otros. Pero tuvo la fuerza de hacer eso. La fuerza de proteger el precario orden de su hogar, cuidar lo conseguido y no dejarse llevar por un arrebato. A pesar de los sentimientos de su marido, los de su hijo y los suyos propios.

En un famoso poema Kipling dice: «Si eres capaz de mantener la cabeza recta cuando todos dudan de ti, y haciéndote participe de sus dudas seguir adelante…», «...entonces todo lo que hay en el mundo te pertenecerá, y lo que es más importante, serás un hombre, hijo mío». Las madres son los hombres de los que hablaba Kipling, aunque él no lo supiese.