Andrés Gabarres: «La vida del arte es dura y reconfortante, una carrera de fondo»
FERROL CIUDAD

El artista ferrolano que triunfa en Madrid se inició de forma autodidacta y ahora expone en Narón
20 mar 2023 . Actualizado a las 21:46 h.Sobre el ángel del edificio Metrópolis, atardece en dorado el famoso cielo de Madrid. Así lo pinta y allí vive Andrés Gabarres (Ferrol, 1986), que tras formarse de modo autodidacta en la ciudad naval decidió instalarse en la capital hace casi una década. Parte de su obra puede disfrutarse hasta el 31 de marzo en la exposición Plasticidades ambulantes, en el Pazo da Cultura de Narón. Un mundo caluroso y de gran tamaño que brilla como el oro.
—Usted vive en Madrid pero no olvida sus raíces gracias a muestras como la que inauguró en Narón.
—Desde hace ocho años vivo en Madrid pero sigo manteniendo contacto con mi tierra. Y siempre que puedo me gusta hacer algo relacionado con el arte en Ferrol o Narón. Esta exposición forma parte del premio que recibí en el último Concurso de Pintura Cidade de Narón.
—¿Esas ‘Plasticidades Ambulantes’ pasean por los paisajes que le han impactado a nivel pictórico?
—Así es, pueden verse paisajes diversos: desde los muy urbanos a los cercanos al minimalismo, una casa, una chabola que me emocionó. El paisaje es un pretexto para la investigación plástica y para poder expresarme. Uso el paisaje como una excusa para indagar en mí.
—¿Por qué se emocionó con esa chabola?
—Quizás por una cuestión puramente estética. Me encontraba en un certamen de pintura en un pueblo, no encontraba temas y fui a dar con unas chabolas en las que nadie se fijaría. En ese motivo representacional encontré mi sitio.
—¿Qué otras rutas incluye la exposición de Narón?
—Paisajes de la geografía española y alguno inventado, pero ninguno de Ferrolterra en esta exposición. Por ejemplo, aparecen ruinas que parten de fragmentos de la realidad pero cuya composición me he inventado.
—¿Esos viajes a lugares lejanos o cercanos ayudan a elaborar un lenguaje propio?
—Mucho, porque la inmediatez de situarme delante de un motivo me ayuda a ser creativo y a resolver. Me coloco in situ delante de un paisaje para llevármelo a mi estudio, y allí cocinarlo y hacerlo mío. De los paisajes más espontáneos y viscerales saco mi caligrafía.
—Usted es autodidacta. ¿No hay tradición pictórica en su familia?
—Vengo de una familia de trabajadores, no hay ningún pintor. La necesidad de pintar nació en mí de manera autodidacta. Desde que tengo memoria pinto y en cuanto pude me dediqué profesionalmente a este mundo. Conté con un estudio propio desde los 17 años en Canido, después en la calle Galiano y en Inferniño. Ahora mi estudio de pintura se encuentra en Carabanchel, estoy muy contento en una zona muy en auge donde nos concentramos bastantes artistas.
—Pese a que se hizo a sí mismo también tuvo grandes maestros como el ferrolano Antonio Fernández, o estuvo becado nada menos que con Antonio López.
—He tenido maestros a lo largo de la vida y siempre intento estar abierto para aprender de cada persona con la que me cruzo en mi camino. Con Antonio Fernández empecé a tomar clases cuando tenía ocho años, con Antonio López realicé unas cátedras de pintura y recibí una beca.
—¿Ellos le ayudaron a captar su propio concepto de la realidad?
—Llega un momento en el que las herramientas que tienes o tus conocimientos son más que suficientes para buscarte a ti mismo. La técnica se aprende pero sobre todo te sirve para encontrarte: no sirve de nada si no haces las cosas bien. Lo que más te enseña en este mundo es buscar tu propia personalidad.
—Su obra es muy conocida por sus murales y grafitis. En Ferrol dejó huella con el mural lateral del pianista en el Gran Hotel, o aquel proyecto DesbaratArte con huellas del naval. ¿DesbaratArte fue especialmente importante para usted?
—Me ilusionó mucho, porque justo al acabar la carrera (Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid) nos reunimos un grupo de artistas amigos. Queríamos transmitir la importancia de la integración y se contextualizaba en una crisis del naval. El mural de Esteiro intentaba mostrar Ferrol y abrir puertas a sucesivas ediciones o proyectos. Tenía elementos de la ciudad como las grúas, pintores ferrolanos, o la arquitectura de Ucha Piñeiro.
—En su anterior exposición en Ferrol, «Carretera y manta», admitía que el confinamiento cambió su forma de pintar.
—Sí, porque estaba acostumbrado al aire libre y a formatos grandes con mucha libertad. El confinamiento lo pasé en un desván con el bloc de papel, pinceles y óleos. Los estímulos que recibía partían de una vorágine de noticias, cada una más rompedora sobre la pandemia. Ahí obtuve mi fuente de creación con obras muy pequeñas en papel. Todo queda y mantuve una obra más pequeña e intimista, con crítica social. El análisis social es importante, nadie queda exento de lo que ocurre a su alrededor.
—¿Un artista es resultado de sus orígenes y de las ciudades por las que pasa?
—Todo influye, pero en mi caso lo más importante es la inquietud por ser artista. Desde muy joven enfoqué mi vida a conseguirlo. Los primeros años fueron duros. La vida del arte es dura y reconfortante, una carrera de fondo. Mis padres siempre me apoyaron y llevaron a clases de pintura. Tengas contactos o no, siempre es difícil buscar un sitio en el arte.