Oliva Pérez, la conserje y cocinera de la Compañía de María que se jubiló tras 47 años: «Me paran exalumnos que se acuerdan de mis filetes o las patatas rellenas»

Carla Elías Martínez
Carla Elías FERROL

FERROL CIUDAD

CESAR TOIMIL

Vinculada cinco décadas al colegio ferrolano, inicia nueva etapa tras una vida dedicada a los más pequeños

18 mar 2023 . Actualizado a las 20:53 h.

Entre un pasillo de aplausos, con varios ramos de flores y un sinfín de abrazos, los alumnos del colegio ferrolano la Compañía de María despidieron a una de sus trabajadoras más ilustres, su conserje Oliva Pérez Barrio (Santiso, Melide, 1958). «Me hicieron la despedida más bonita del mundo con abrazos. Casi me tiraron al suelo y todo, se venían todos encima de mí», agradece emocionada.

Oliva puso el 20 de febrero punto y final a cincuenta años ligada a la Compañía de María. Entró en el colegio interna de niña, en 1973. Sus padres decidieron que fuese a terminar sus estudios de Bachiller a un centro educativo que le cambiaría la vida. «Vivíamos en Melide y me vine interna a la Compañía», recuerda. Consiguió su graduado escolar y empezó a trabajar en el mismo centro en la cocina. «Me encantaba. Hasta los 18 años estuve ayudando en la cocina y luego ya me pasaron a cocinera», señala. Su vida le llevó a ejercer otros menesteres en el colegio. «En el 2009 me ofrecieron la portería y empecé como conserje, ayudando a Encarnita con las fotocopias y cosas de los niños», explica.

En todos estos años ha visto cómo han ido creciendo y se han hecho mayores innumerables generaciones de pequeños ferrolanos. «Me paran muchos exalumnos, que yo ya casi no los conozco, para decirme que se acuerdan de mi sopa, los filetes empanados, las patatas rellenas o las albóndigas», bromea. Explica que le paran exalumnos que se acuerdan de su comida. «Hace unos siete años, me puse mala cenando en el Tai en Barcelona y me tuvieron que llevar al hospital, donde un médico residente me conoció y me cuidó divinamente en pago de las croquetas que le daba a repetir. Era un niño de aquí que comió siempre en el cole», recuerda.

Ayudó incluso a que muchos alumnos cogiesen el hábito de comer de todo. «Muchas madres me han preguntado cómo lo logré en algunos casos que no comían nada en casa, como unos gemelos que uno no comía nada. Me acuerdo de quedarnos después de la hora porque no quería ni probar», señala.

 
 
 
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Las nuevas generaciones la conocen por su trabajo en la conserjería en la organización del día a día del colegio. Área en la que también ha dejado poso. «Las madres me agradecen cómo subo los niños a las clases y los trato», ensalza. Destaca la importancia de crear lazos entre el colegio y las familias para que los niños se sienten como en casa. «Ahora después de jubilarme me llamó una profesora para contarme que un niño de su clase no hace más que llorar pensando ‘¿ahora quién va a llamar a mi mamá cuando me ponga malo?´», comenta emocionada.

Ensalza su trabajo, «el más bonito del mundo» rodeada de niños. «Son muy agradecidos. Aunque les riñas por cualquier cosa, los niños al ratito ya están otra vez genial», ensalza. Le han obsequiado con «miles de dibujos». «Tengo una caja llena que me he traído a casa», destaca.

Ahora, a viajar

Después de su emocionante último día en el centro, queda pendiente hacer una comida de despedida con sus compañeros, señala. Por delante tiene grandes planes que pasan, sobre todo, por viajar. «Voy a zumba y a pilates, pero sobre todo, lo que quiero es viajar, con lo que me gusta. Hasta ahora solo lo hacía en verano, así que quiero ir donde los ingresos me permitan», avanza.