






Profesionales de Ferrolterra alertan del intrusismo y el alza de los costes, en un sector en el que conviven los frikis que vuelven al carrete con la inteligencia artificial
19 mar 2023 . Actualizado a las 18:22 h.Candela Prieto (As Pontes, 28 años) cursó el ciclo superior de Iluminación, Captación y Tratamiento de Imagen, pero lo que siempre le ha interesado es la fotografía, a la que se dedica en el estudio que abrió en As Pontes el 10 de mayo de 2021, en plena pandemia. Pedro José Landrove era un chaval cuando se inició en el oficio y lleva desde principios de los 60 en su tienda de Cerdido, Landrove Fotógrafos. «Gustábame a fotografía, empecei facendo cursos, coas clases e traballando moito, facendo unhas cousas ben e outras menos ben... e hoxe seguimos na mesma», recalca.
Prieto y Landrove representan a dos generaciones muy distanciadas en el tiempo y, sobre todo, en las herramientas. Pedro José vivió la evolución del revelado en el cuarto oscuro al mundo digital, lo que le ha obligado a «unha formación continua» y a tratar de adelantarse a los cambios para no quedarse atrás: «Empecei coa informática no 99, cando aínda era todo analóxico, e grazas a iso... porque desde o 2002 xa todo é dixital. Funme actualizando, se non non hai forma, polo servizo que lle tes que dar ao cliente».
Cámaras de usar y tirar
Para Candela, un carrete representa un vestigio de un tiempo del que apenas recuerda nada, aunque hoy observa que «hay gente que utiliza mucho las cámaras analógicas de usar y tirar». Y hay quien añora el papel y acude a su estudio «para imprimir, sobre todo personas de más edad, porque van acumulando en el teléfono móvil fotos de los nietos y del resto de la familia, y tienen miedo a perderlas, y así, con la copia y el marco, se quedan más tranquilas». Entrega los trabajos en muy poco tiempo y la gente «agradece no tener que esperar».
Pedro José ha transitado de la película —«cando había que mandala revelar a Madrid»— a los catálogos en 3D (para fábricas de toda Galicia) o la fotografía aérea con dron. Sin aparcar uno de los pilares del gremio, identificado con el acrónimo BBC (bodas, bautizos y comuniones). «Teño feito vodas de 600 invitados en Peizás, en A Capela —evoca—, e agora hainas de dez ou quince, mira o que cambiaron as cousas... Hai pouco aínda estivemos en Francia, porque casou un rapaz que é de aquí cunha francesa. Teño feito a voda dos avós, dos pais e dos netos, é imposible quedarse coas caras de todos». Alerta del impacto de la caída demográfica: «Se non nacen nenos non se fan bautizos nin primeiras comuñóns».
El papel de internet
Ahora, Landrove Fotógrafos, con tres profesionales, compagina los eventos, los fines de semana, con el trabajo para empresas —«hoxe podes estar en Cerdido e ter encargos de Madrid ou de San Sebastián, internet abre unhas posibilidades enormes; o único que hai que ter é garantía de cobro», remarca— y las sesiones de estudio. Su fórmula para mantenerse en el sector después de seis décadas radica en «coñecementos, traballo e esforzo [...]. E cun pouco de aquí e un pouco de alí vas gañando para comer».
Candela también va sumando, «entre BBC, sesiones familiares y a niños, sobre todo a partir de dos y tres años y en fechas señaladas, como la Navidad, para enviar un detalle a los abuelos». En un casamiento le gusta fijarse «en los diferentes sentimientos, en los padres, los hermanos, los niños pequeños... no solo en los novios». La selección, «entre un trillón de fotos», es la parte «más pesada». Menciona el intrusismo, como «un problema general» de un oficio que la atrapó, sobre todo por los detalles, que sabe ver «donde nadie más los ve», como le dicen sus amigos.
«Ahora todo el mundo tiene móviles buenísimos, y con Instagram todos son fotógrafos», apunta Tania Romero, ferrolana de 41 años. Vive en Fene y desde hace poco más de cuatro años gestiona su propio estudio, Taniarte Fotografía, en Pontedeume. Llevaba una década disparando en bodas para otros fotógrafos y en 2018 se decidió a montar su negocio, «más dirigido a la maternidad: embarazos, recién nacidos y niños hasta la primera comunión».
Por si falla el disco duro
Una de sus clientas la visita cada mes desde hace tres años, cuando nació su hija: «Quiere ver cómo crece y dejarlo reflejado, le paso el trabajo en digital y luego imprime lo que quiere, por si acaso se estropea el disco duro... o falla la nube». Tania también copia en papel sus fotos personales, una tendencia creciente. «A 35 céntimos la copia de 10x15 nadie se queda sin foto en papel», opina Toni Rego (Ladrido, 52 años). Con 19 años fundó una empresa de cristalería, después estudió informática y creó otra firma, aún activa, y más adelante, se formó en fotografía, campo al que ha entregado buena parte de su tiempo en la última década, con una tienda en Ortigueira. Sobre el resurgir del papel, entiende que «ha habido un efecto rebote, gente a la que se le rompió o se le estropeó el teléfono y se ha quedado sin las fotos... y ahora dice ‘voy a revelarlas’».
Los retoques
Tania se siente muy cómoda con los más pequeños: «Después de haberme dedicado a las bodas, que me ocupaban todos los fines de semana del verano, prefiero los niños, salen más ilusionados, son más naturales, no se ponen nerviosos cuando ven la cámara delante, juegan, disfrutan... No tengo hijos, pero los padres me dicen que es increíble cómo los guío. Acabamos entendiéndonos». Sus aliados son el elefante de peluche al que todos quieren subirse o el barco de madera, donde simulan pescar. Con los críos no se precisan retoques, que sí demandan los adultos: «Me sale papada, mira qué ojeras, si me quitaras algo de este brazo...».
En el retrato, Toni reduce al mínimo la posproducción: «Retoco poco porque no me gusta quitarle la identidad a la persona, su expresión, su forma de mirar, su gesto... puedo corregir algo muy evidente, pero nada más». Los actuales programas de edición tienen poco de la magia del copiado. Ni productos químicos, ni cuarto oscuro, ni ampliadora. «Con las herramientas de hoy la creatividad es ilimitada», mantiene Rego, algo pesimista sobre el futuro del oficio. «La inteligencia artificial está matando la fotografía —sentencia, con un punto de nostalgia—; si de 5.000 fotos 4.900 salen enfocadas, así cualquiera es fotógrafo. Acabará pasando como con los coches, que ya nadie sabe aparcar desde que tienen cámara».
Entiende que las posibilidades que brindan Photoshop, Pixlr o cualquier otro editor de imagen «desvirtúan» el trabajo de los profesionales, como su gran referente, el californiano Ansel Adams (1902-1984), que desarrolló el sistema de zonas y documentó, en blanco y negro, el parque nacional de Yosemite. Hoy, opina Rego, «vivir de la fotografía es muy complicado», por el intrusismo y los costes: «Todo el material pro ha subido muchísimo, ya sean cámaras, objetivos... un generador de luz de estudio te puede costar once mil euros, un flash anda entre dos mil y tres mil y necesitas cinco o seis. La inversión que te hace falta es grande».
Románticos de lo analógico
Este ortigueirés se ocupa tanto de BBC como de los trabajos de estudio, reportaje social (colabora con el Concello de Ortigueira para cubrir el Festival do Mundo Celta, visitas institucionales u otro tipo de acontecimientos) o fotos de candidatos para la campaña electoral. «Más que nada, hago bodas», resume. Sobre la eventual vuelta a la fotografía analógica, cree que «es cosa de románticos y frikis, por cada boda en película que te encarguen vas a hacer 60 en digital».
Los enlaces también suponen la principal fuente de ingresos de Xoel Rodríguez (Fene, 45 años), que puso en marcha Xi Fotografía en 2015, cuando dejó el local de Pereira, uno de los fotógrafos históricos de la zona (su padre ya tenía un estudio en la calle Real, en Ferrol), con el que trabajó desde 2001 hasta que se jubiló y se hizo cargo de su establecimiento. La otra parte de la facturación proviene del trabajo para empresas —«webs, fotos de producto...»— y de su última propuesta, la fotografía boudoir, retratos íntimos, sensuales y elegantes de mujeres.
Xoel apuesta por «diversificar», ofrecer «algo distinto» a lo que predomina en Ferrolterra y hacerse hueco en otros mercados. Reconoce que las bodas le gustan: «No es algo sencillo que pueda hacer cualquiera. Como fotógrafo es un reto. Primero, se celebra el día que los novios quieren, da igual que llueva o que haga un solazo a mediodía que cueste hacer alguna foto decente, y cambia mucho según dónde se haga y quiénes sean los novios». Ese desafío le resulta estimulante. Su pretensión es que la pareja «viva una experiencia» y reflejarlo en las imágenes.
«En esto se malvive, hay meses que aguantas gracias al apoyo de tu pareja, y otros que vas muy bien y facturas. Después del covid se complicó, se nota mucho», advierte. Nota el efecto de la inflación: «Una persona que cobra 1.200 o 1.300 euros, con lo que le ha subido todo ahora no puede venir a hacer unas fotos de los niños». ¿Y cuánto cuesta el reportaje de una boda? «Depende. Por mil euros te llevas 400 fotos en un pen drive, de la casa de los novios, el aperitivo, la ceremonia y el baile. A partir de ahí, vas sumando... si quieres más fotos, un álbum para los abuelos...», detalla.
En su caso, en los casamientos echa mano de algún compañero —«para ti solo es complicado, uno va con los novios y otro está buscando el detalle, otras cosas»— y suele proyectar un vídeo en el restaurante, durante el banquete, con un centenar de fotos tomadas en la casa de los novios, en la ceremonia y en el aperitivo, que selecciona en el portátil mientras todos empiezan a comer. «Es el tributo a los invitados», indica, en su afán de «dar una experiencia» no solo a quienes se casan sino también a quienes comparten ese día con ellos.
Tanto Rodríguez como el resto de fotógrafos consultados coinciden en la importancia de la promoción boca a boca (gente contenta con su trabajo que los recomienda a conocidos o amigos) y, sobre todo, de las redes sociales. «Son tu escaparate —subraya el responsable de Xi Fotografía—; si alguien te habla de mí lo primero que vas a hacer es ir a Instagram y ver mi trabajo».