La barandilla de la Cuesta de Mella y el pavimento de la calle de la Iglesia

Rosa Méndez Fonte ESPECIALISTA EN PATRIMONIO Y SOCIEDAD

FERROL CIUDAD

Vista de la cuesta de Mella.
Vista de la cuesta de Mella. CÉSAR TOIMIL

03 feb 2023 . Actualizado a las 10:34 h.

No todo lo sencillo carece de valor, ni todo lo nuevo es siempre equiparable a este último. Existen múltiples elementos patrimoniales en la ciudad que el paso del tiempo ha ido grabando en nuestra memoria como algo cotidiano y quizás sea por ello que, de tan habituales, prescindir de los mismos es harto difícil. Es el caso de la barandilla de la cuesta de Mella. Ya en su momento no dejó de sorprender el hecho de su cambio de color proveniente de la decisión del gobierno de turno; sin más justificación que el «me gusta más así» y dando paso al blanco impoluto que cubrió aquel verde oscuro-botella que la definió durante décadas.

Corría el último tercio del siglo XIX cuando el gobierno municipal decidió su construcción, alcanzando la cantidad de 17.336 pesetas; cifra nada desdeñable para una inversión del momento: «460 metros lineales de verja de hierro, según modelo incluso, colocación y pintura a 20 pesetas: 9.200 pesetas. 228 pilastrillas de fundición, incluso colocación y pintura a 32 pesetas: 7.296 pesetas. 14 columnas de farol, según modelo incluso, colocación y pintura a 60 pesetas: 840 pesetas. Ferrol, 3 de noviembre de 1893. (…) 1ª. La verja o pretil se sujetará a las dimensiones y forma que indican los planos (...) 2ª La unión de las barras se hará en el interior de las pilastrillas y columnas, dejándolas perfectamente sujetas con tornillos embutidos en las mismas (..) 4ª Las partes que deban ser fundidas serán bien limpias, exentas de poros y perfectamente perfiladas, desechándose todas las que tengan desperfectos, especialmente poros. 5ª Antes de procederse a la colocación de una de las partes que deben constituir la baranda, se reconocerán y desecharán las que tengas defectos». La obra fue entregada el 11 de diciembre de 1895.

Imagen del plano del proyecto.
Imagen del plano del proyecto.

Estamos pues ante una obra del siglo XIX que a lo largo de las décadas fue asumiendo un deterioro inexplicable, con parcheados, pintados y-o falta de estos. Pero no por ello hoy su deterioro es tal que implique su sustitución con el argumento de ser completamente irrecuperable.

Por el contrario, esta barandilla decimonónica forma parte de la memoria de la ciudad y es deber del actual gobierno municipal reconocerla como patrimonio, conservarla y legarla en las mejores condiciones a generaciones futuras. Ello implicaría la recuperación de las farolas diseñadas en su momento; en lugar de las actuales, completamente fuera de lugar y que lejos de ennoblecer afean el conjunto. A lo que añadiré, sin temor a equivocarme, que de estar esta barandilla inclusa en el Plan Especial da Magdalena, en modo alguno la Dirección Xeral de Patrimonio permitiría su eliminación y cambio por otra que me cuesta imaginar que estuviese a su altura.

No puedo tampoco olvidarme del pavimento de la calle de la Iglesia, tan histórico como la calle misma; del mismo modo que del valor material de cada una de esas piedras, escogidas una a una según su tipología, veta y calidad. Ahí están los documentos que acreditan cómo fueron encargadas y escogidas en cantera. Una vez que se retiren también, de la historicidad de esa calle tan solo habrán quedado su trazado en el plano y un ramillete de edificios singulares.

Si a la conservación del pavimento en su lugar original ya llegamos tarde, espero que en cuanto a la barandilla se reconozca el error y quede esta en su lugar; ennoblecida con las mejoras necesarias. Porque de no ser así, la calle de la Iglesia podrá quedar «más bonita» para algunos, pero habremos perdido uno de los elementos patrimoniales más reconocidos por la gran mayoría.

Finalmente, no puedo menos que pedir cautela en cualquier intervención donde se hallen elementos patrimoniales y-o históricos, porque el afán de notoriedad o el deseo de dejar huella propia no son asumibles ni buenos compañeros en el ámbito de la identidad que nos define como ciudad con sello propio.