Un tijeretazo al horario comercial para atender a sus hijos: «La gente lo entiende y se adapta»

BEATRIZ ANTÓN FERROL / LA VOZ

FERROL CIUDAD

Sonia Gómez y Cristina Martinez, responsables de las tiendas Acero y plomo y Con dos ovillos, respectivamente
Sonia Gómez y Cristina Martinez, responsables de las tiendas Acero y plomo y Con dos ovillos, respectivamente CESAR TOIMIL

Sonia Gómez y Cristina Martínez llevan sendos negocios en Ferrol y decidieron cerrar una tarde a la semana para conciliar; no se arrepienten y aseguran que los ingresos tampoco han bajado

20 ene 2023 . Actualizado a las 10:20 h.

Conciliar se ha vuelto un verbo difícil de conjugar en los frenéticos tiempos que corren. Pero si uno es un autónomo y comanda un pequeño comercio sin empleados —y por lo tanto, sin la posibilidad de organizar turnos—, entonces la tarea se convierte casi en una misión imposible. Lo saben bien Cristina Martínez y Sonia Gómez, dos comerciantes que comparten manzana en la calle del Carmen de Ferrol y que justo después de la pandemia decidieron recortar el horario de apertura de sus negocios para poder cuidar de sus hijos y tener algo de tiempo para hacer recados y otros trámites imposibles de atender en el día a día. La primera, responsable de la tienda de lanas Con dos ovillos, no abre los viernes por la tarde, y la segunda, al mando del establecimiento de acción y aventura Acero y plomo, baja la persiana los martes por la tarde.

Esta última, Sonia, explica que tiene dos niños de 9 y 12 años. Su marido es conserje en un colegio y la única tarde que trabaja es la de los martes, así que antes de la pandemia solucionaba el problema «tirando» de los abuelos para que ese día se hiciesen cargo de los pequeños. Pero con el covid todo cambió. Las restricciones impedían los encuentros y además Sonia temía que los niños pudiesen contagiar a sus padres, así que optó por cerrar los martes por la tarde para poder cuidarlos ella misma. ¿Su decisión provocó quejas entre la clientela? «Nada de nada. La gente es muy amable, lo entiende y se adapta», comenta. Ahora que ya no hay restricciones, Sonia podría volver a recurrir a sus padres los martes por la tarde, pero ha preferido quedarse como está. «Vimos que el negocio funcionaba igual, que la facturación no había bajado y decidimos instaurarlo de forma permanente», anota.

Desde el 2019

La decisión de meter tijeretazo al horario tampoco ha pasado factura a las cuentas de Con dos ovillos, la tienda de lanas de Cristina, separada y con dos niños de 15 y 12 años. Cuenta que la abrió a finales del 2019 con el horario habitual de los comercios y en diciembre de ese año incluso llegó a subir las persiana los sábados y domingos con el objetivo de aprovechar el tirón navideño. «Puede que a otras tiendas más enfocadas a los regalos les funcionase, pero en mi caso no fue así», rememora.

JOSE PARDO

Aquello le empezó a dar pistas sobre la necesidad de adaptar el horario a las particularidades de su negocio, la ubicación y las costumbres de los clientes. Fue así como decidió cerrar por las tardes en julio y agosto —«porque en esos meses la gente se va a la playa o está de terrazas y a esas horas no viene nadie a la tienda»—, y también todos los viernes por la tarde el resto del año para poder atender a sus hijos, organizar la intendencia doméstica y «tener un poco de vida». «Es el día de la semana que lo tengo más complicado porque los dos tienen actividades en sitios y horarios diferentes. Además, esa tarde también hago la compra de toda la semana y a veces aprovecho para ir a una cita médica o hacer trabajos en la tienda a puerta cerrada, como pedidos o cambiar el escaparate», señala Cristina, que aún así tiene que hacer encaje de bolillos para organizarse. «Con decirte que al gimnasio voy a las dos de la tarde, te lo digo todo. Los domingos cocino para toda la semana y la tarde del sábado es cuando puedo descansar y ver algo la tele».

Pero, en cualquier caso, Cristina considera que el pequeño comercio no puede competir con los horarios de 10.00 a 22.00 horas de los centros comerciales. «Es imposible si eres autónoma y no tienes empleados. Además, yo creo que no por abrir más horas va a venir más gente. Ese no es nuestro fuerte. Nuestro fuerte es la atención personalizada, que es algo que valora el cliente y por eso lo entiende y se adapta».

JOSE PARDO

VERÓNICA ÍÑIGUEZ, DE LA RELOJERÍA CANIDO, QUE CIERRA TRES TARDES POR SEMANA

«Ahora podemos hacer más trabajos de taller y tenemos más tiempo para nosotros y la familia»

La relojería Canido, fundada en 1973, es otro de los comercios que va a contracorriente en lo que respecta a los horarios. Verónica Íñiguez, que comanda el negocio junto a su marido, el relojero Aitor Fernández —hijo del fundador—, explica que por las tardes la tienda solo abre los martes y jueves, de 17.00 a 19.00 horas. Y asegura que no subir la persiana los lunes, miércoles y viernes por las tardes solo les ha traído ventajas. «De esta forma, los lunes y los miércoles podemos dedicarle más tiempo a los trabajos en el taller y a domicilio, sobre todo en casas de gente mayor que no se puede desplazar o de clientes que tiene relojes muy grandes para traerlos a la tienda. Y por otra parte, los viernes por las tardes podemos descansar y tener algo de tiempo para nosotros y para la familia. Nuestros hijos son ya mayores, pero la pequeña aún es adolescente y hay que estar ahí», comenta Virginia.

También cuenta que el cambio de horario se produjo hace unos tres años, y aunque al principio hubo algunas quejas, finalmente la clientela lo entendió. Además, con este nuevo horario la facturación no se resintió y el servicio ha mejorado. «Ahora, si nos traen un reloj para arreglar, tardamos mucho menos en entregarlo, porque disponemos de más tiempo para el trabajo en el taller», apunta Verónica.