La madrugada que convirtió Ferrol en una isla: 25 años del accidente del Discoverer Enterprise

FERROL CIUDAD

El puente de As Pías se reconstruyó en un tiempo récord de 56 días y el desastre anticipó la llegada de la autopista hasta la ciudad. Quienes vivieron aquel suceso de primera mano recuerdan cómo fue aquella madrugada de un martes 13, en enero de 1998

10 abr 2023 . Actualizado a las 13:58 h.

Hace un cuarto de siglo, miles de vecinos amanecían perplejos con la inverosímil estampa de un barco empotrado en el puente más icónico de Ferrol, y su principal eje de comunicación. El suceso condenó a la ciudad naval a un aislamiento con el que la urbe retrocedía treinta años en el tiempo, en una jornada negra que, paradójicamente, a la postre se transformó en una oportunidad para garantizar la conexión viaria de los ferrolanos.

Ocurría de madrugada un martes 13, el de aquel enero de 1998 en el que un temporal con vientos de hasta 170 kilómetros por hora rompieron las dieciséis estachas con las que la plataforma de prospección petrolífera Discoverer Enterprise, la mayor del mundo, permanecía amarrada al muelle de Astano, en Fene, donde se construía. «Fue la tormenta perfecta», recuerda ahora el entonces concejal de Tráfico en Ferrol, Manuel Fernández-Castro Cancela. «Me dije: ‘Esto es imposible que pueda ocurrir'. Se dieron muchas casualidades: el viento, que el barco no estuviese bien atado, que lo dirigiese a un punto determinado y que se fuese precisamente al centro, al punto más débil, el de los arcos», reflexiona.

Sucedió a las 1.27 horas. «Yo estaba durmiendo, lógicamente. Y me llamaron para decirme que había chocado un barco con el puente de las Pías. ‘¿Cómo que chocó?', le dije. Y me fui para allí». A pie de lo que quedaba de puente se encontraban ya el alcalde, Juan Blanco Rouco, otros concejales y el amplio despliegue de seguridad. «Fue una noche larga», resume, de temporal y prácticamente nula visibilidad. «Recuerdo que Man Cenalmor [responsable de Urbanismo] y yo nos acercamos hacia el barco, y fue él el que me paró, porque si no, nos íbamos los dos al mar: no se veía nada. Después volvimos casi arrastrándonos, porque el viento era tan fuerte que nos rompió los anoraks. Y pasamos la noche mirando lo que se podía hacer y las posibles soluciones, que no había, porque el viento no permitía tomar ninguna iniciativa». Al pleno del día siguiente donde se abordó la crisis fueron prácticamente sin dormir. Y la crisis del Discoverer fue la más grave que tuvo que afrontar durante su etapa como concejal. Hoy, apartado ya de la política, recuerda los «muchos problemas de tráfico que hubo durante meses». Todo el tráfico de entrada y salida a la ciudad tuvo que ser desviado por Narón y Neda, obligando a los conductores a dar un rodeo de 14 kilómetros. Se formaban interminables caravanas en la carretera: «Para entrar a Ferrol era francamente horrible, pasaban horas», subraya el exconcejal.

Pero con ello, defiende, «se vio la necesidad de que Ferrol no podía estar simplemente conectado por un puente». Y así, llegó primero la reconstrucción de As Pías en un tiempo récord. Solo 56 días después, el 10 de marzo, reabría al tráfico, con cuatro carriles en lugar de dos. Cinco años tardaría, sin embargo, la principal compensación de la tragedia: la llegada a finales del 2003 a la urbe naval de la autopista AP-9, con un nuevo tramo de 9,1 kilómetros y la construcción de otro puente hacia el fondo de la ría entre Narón y Neda, y su gratuidad desde Fene. 

Manuel Fernández-Castro Cancela era edil de Tráfico en Ferrol cuando ocurrió el accidente.
Manuel Fernández-Castro Cancela era edil de Tráfico en Ferrol cuando ocurrió el accidente. CESAR TOIMIL

La primera llamada de alerta aquella noche la atendió Rogelio Ramos, policía local de Ferrol que estaba de guardia en la centralita y que, atestigua: «Fui la segunda persona en darme cuenta de lo que estaba pasando». La primera, fue la vecina de Caranza, que, según relata, llamó para dar la voz de alarma. «Textualmente, me dice una señora que se levantó al baño, miró por la ventana y que estaba viendo cómo uno de los barcos que estaban amarrados en Astano se dirige hacia el puente de As Pías. Mi pregunta —prosigue con el relato— fue si era una lancha de los mariscadores. Y me respondió: ‘No, no, no. El barco más grande que estaba amarrado en Astano'. Ya le colgué». Envió una patrulla que se encontraba cerca, «avisándolos de lo que se podían encontrar, porque la noche era terrorífica», recordó. Alertó a Policía Nacional y Guardia Civil para que cortasen por ambos lados la carretera. «Mis compañeros justo cuando están llegando a la gasolinera escuchan el crujir del puente. Llegaron al momento. Luego ya fue una vorágine de llamadas, indescriptible. Llamaba todo el mundo, todos querían saber lo que había pasado», añade sobre uno de los episodios más sorprendentes de su carrera como agente municipal: «Una noche tan loca telefónicamente hablando, y en la que estabas viendo las consecuencias que iba a traer, quizás no la recuerdo».

Una de las llamadas de alerta que hizo el policía Rogelio Ramos la recibió al otro lado de la línea un incrédulo Juan Devesa, jefe de Protección Civil en Ferrol en aquella fecha. «Me dice que un barco tropezó contra las Pías. En ese momento, pienso que se hundió el barco, claro. Pero me dijo: ‘No, no, es que rompió el puente'. Y le tuve que preguntar: ‘¿Pero estoy hablando de verdad con la Policía Local?».

Tras cerciorarse de que la emergencia era real y activar el protocolo establecido, «arranco para allí». Y se encuentra con un «esperpento». «Cuando veo semejante mole pegada contra el puente... ahí se me cae el mundo encima», prosigue la narración. El viento «hacía que la lluvia casi fuera horizontal». Un policía municipal cortaba el tráfico a la altura de la gasolinera. «La gente quería pasar, pero les tienes que decir que el puente está roto», apunta. Entre ellos esa noche lo quiso hacer un directivo de Astano. Y ante su insistencia de que responsable del astillero y tenía que pasar, recuerda, el agente le respondió con sorna: «Pues como no pase usted a nado...».

Juan Devesa, jefe de Protección Civil cuando se hundió el puente, este lunes precisamente en As Pías.
Juan Devesa, jefe de Protección Civil cuando se hundió el puente, este lunes precisamente en As Pías. CESAR TOIMIL

El centro de operaciones se montó en la gasolinera: «Nuestra preocupación era que hubiera caído algún coche al agua o alguna persona. La suerte fue que ocurrió a horas intempestivas y el temporal que había», que disuadía a la gente de salir al exterior. El amanecer permitió comprobar la magnitud del desastre. Con el puente, el Discoverer se llevó por delante la canalización del agua potable. «Y entre lo que llovía, la rotura de las cañerías y de cables eléctricos, el peligro era inminente, porque podía tocar el suelo encharcado y que quedáramos todos pegados allí». Hubo suerte, valora, y los daños solo fueron materiales. Pero junto a otros miembros de los cuerpos de seguridad, pasó algunas de las jornadas más intensas de trabajo. «Estuve 72 horas sin cambiarme de ropa y sin poder ir a casa, comiendo lo que nos traían», agrega.

Reconstrucción del puente ferrolano, en enero del 1998.
Reconstrucción del puente ferrolano, en enero del 1998. KOPA

Dieciséis horas después del impacto, y tirada por siete remolcadores, el gigante Discoverer Enterprise, de 254 metros de eslora, pudo ser devuelto a los muelles del astillero fenés. De su solidez habla las simples abolladuras sufridas. Y frente a ello, un gran hueco de cien metros de puente que quedaron reducidos a cascotes. Sus restos todavía reposan en el fondo de la ría, lastrando la productividad del banco marisquero de As Pías.

El incidente no comprometió la confianza depositada en Astano por parte de la armadora, la compañía texana Transocean, al que encomendó otras dos unidades: el Discoverer Spirit y el Discoverer Deep Seas. A finales del 2019 se conocía que la compañía retiraba las tres unidades del servicio activo.