Vivir para hacer que se cumplan los sueños de los demás

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL CIUDAD

ASPA

08 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Conforme pasa el tiempo —y a fe que últimamente da la impresión de pasar bastante rápido—, también yo estoy cada vez más convencido de que, cuando se habla del mundo de la creación, o incluso del deporte, conviene no olvidarse, jamás, de quienes hacen posible que las cosas existan. Me explico: que un narrador escriba una novela como El ruido y la furia, la magna obra de Faulkner, o que un atleta corra 10.000 metros en 27 minutos, tiene un mérito excepcional, claro que sí, y debe ser objeto de un reconocimiento que, por desgracia, no siempre recibe. Pero siendo verdad que ese mérito está ahí, también es importante recordar que cuando alguien logra hacer algo muy valioso, suele haber tenido cerca a otros que, por lo general en completo silencio, le han ayudado todo cuanto han podido. Y a veces, incluso, más.

Es cierto que, en la pista, un atleta está solo. Pero probablemente no estuvo solo las mil y una veces que se preguntó qué sentido tiene correr ciento y muchos kilómetros a la semana —a veces, en el invierno, hasta doscientos—, con frecuencia de noche, bajo la lluvia o con las rodillas destrozadas. Ni cuando, harto de no lograr una marca que se le resistía, pensó en dejarlo todo, en abandonar. Y, de la misma manera, un gran libro, si bien se le debe sobre todo a su autor, suele haber sido fruto de unas circunstancias en las que —aunque la leyenda tienda a afirmar lo contrario— algo de viento soplaba a favor.

Quienes sentimos una inmensa admiración por Cervantes —que en realidad, confesémoslo, en muchos casos somos quienes veneramos sobre todo el Quijote, y algo menos el resto de la producción literaria cervantina, a la que a veces nos hemos acercado poco menos que por obligación— tendemos a imaginar al más grande de los novelistas como un desventurado que construyó su obra contra viento y marea. Pero la lectura atenta de todo cuando poco a poco se va descubriendo de su aún nebulosa vida nos demuestra que no siempre tuvo que luchar contra la adversidad.

(Cosa que no le resta mérito alguno a sus páginas, pero que en última instancia nos muestra un personaje un tanto diferente del que había dibujado nuestra ensoñación. Un ser de carne y hueso. Es decir: un personaje real).

Comento esto porque precisamente ahora me estaba acordando del día en el Carmiña Cunqueiro, contándonos a Sánchez Monge, a Alicia Tella-Villamarín y a mí las muchas incomprensiones a las que tuvo que enfrentarse su hermano Álvaro, el autor de Merlín e familia, se echó a llorar. «Salvárono os libros», le dije yo. «Non, non foron os libros —me contestó ella—. Foi Paco del Riego».

Recuerdo bien a don Paco (a Francisco Fernández del Riego), que por cierto le quería mucho a Ferrol. Él hizo posible casi todo. Y me alegra que por fin se le dedique el Día das Letras Galegas. Día que, todo sea dicho de paso, también creó él.

REPRODUCCION