Sabor ferrolano en las raíces de Bonilla

Isidoro Valerio
isidoro valerio FERROL / LA VOZ

FERROL CIUDAD

I. VALERIO

Las afamadas patatas fritas tienen su origen en la churrería que Salvador Bonilla montaba hace 90 años en la plaza de Armas y posteriormente en el Cantón

26 oct 2022 . Actualizado a las 10:13 h.

Celebrar un 90 aniversario es una buena excusa para volver a las raíces, y eso es lo que quiso hacer este año César Bonilla. Hace 90 años, en 1932, está fechada la fotografía que le devuelve a los orígenes de la marca Bonilla a la Vista, que nació en Ferrol y en la actualidad está presente en los más insospechados rincones del mundo. Fernando Bonilla acompañó a su padre en un paseo por los lugares de la ciudad que siguen siendo entrañables para este empresario que ha convertido su marca de patatas fritas y su cadena de churrerías en A Coruña en toda una enseña.

El objetivo principal de los Bonilla era volver por un día al origen, al lugar donde Salvador Bonilla, el padre de César y abuelo de Fernando, decidió montar una churrería cuando, siendo cabo, dejó la Marina. Y ese lugar no era otro que la esquina de la plaza de Armas con la calle de la Tierra y la Real.

A César Bonilla le gusta recordar siempre que su padre decidió llamarla Bonilla a la Vista, porque era lo que él contestaba cuando se aproximaba al barco de guerra en un bote alquilado, y le decían, «Alto ¿quién va?», y él respondía «cabo Bonilla a la vista». César recuerda que su familia regentó un hotel, el hotel Bonilla, en el puerto de Ferrol. «Estaba donde hoy se ubica la cafetería Marte y era durante los veranos cuando la familia montaba una churrería en la plaza de Armas y en el Cantón, en la que también había actuaciones musicales y llegó a disponer de 200 mesas». En ese local freía churros y patatas.

En diciembre de 1932 nacía Cesar, a quien, aunque no aparece en la histórica foto, le gusta señalar que sí estaba, aunque en la barriga de su madre que aparece vestida de blanco tras la barra. Y ante ella su padre, Salvador, que aunque era churrero, gustaba de lucir siempre una vestimenta impecable y con corbata.

La infancia de César Bonilla discurrió en Ferrol, aunque en el año 1949 se trasladó a A Coruña con toda la familia para abrir su primera churrería en la calle Orzán. César Bonilla recuerda perfectamente cómo en aquel local, que abría 24 horas gracias a una licencia especial que les permitía no cerrar a cambio de no servir alcohol, se daban cita los personajes más variopintos de la ciudad: desde los grupos de jóvenes que acudían a desayunar tras las fiestas, hasta el alcalde Alfonso Molina, que paraba cada madrugada a leer el periódico recién salido de rotativas mientras desayunaba su chocolate con churros. Y aunque las patatas ya las hacían en Ferrol, es ahí donde empiezan a hacerse famosas y a distribuirse en latas de un kilo. César y su madre, María Vázquez, las elaboraban y las envasaban para distribuirlas, primero en bicicleta y posteriormente en una moto Guzzi que todavía se conserva en la fábrica de Arteixo. En 1958 empieza la expansión del negocio, que culmina en el año 1988 con la creación de la fábrica. Las patatas fritas empiezan a venderse primero a nivel nacional y más tarde en el extranjero, envasadas en la icónica lata con el logotipo del barco sobre las olas. Es tal el éxito que empiezan a verse incluso en campañas de firmas de moda.

En 2016 las patatas llegan a Corea, donde son ya un producto de culto y venden más de 4.000 kilos cada mes. La famosa lata aparece en uno de los fotogramas de la oscarizada película coreana Parásitos. Algo que las puso en el punto de mira de los medios de todo el mundo logrando abrir mercado en más de 20 países. Pero la historia empresarial va unida a una persona que siempre ha sido un gran deportista. César llegó a ser campeón gallego de pesca submarina. Ese deporte es una de sus aficiones junto a la navegación. De hecho mantiene todavía operativa una preciosa embarcación de madera.

Un entrañable recorrido por la ciudad

 En su visita a la ciudad, César Bonilla mantuvo un emotivo encuentro con Pepe Martínez, el legendario Parrulo. También con Marisol, la empleada de la administración de loterías que regentó su recordado primo Carlos Bonilla. No quiso dejar de visitar tampoco el local de los sucesores de Bonilla en la calle del Carmen con Callao, que, recuerda, regentaban familiares, pero que en la actualidad pertenece ya a otros propietarios. Pasó también por La Bola de Oro en la calle María, que lamentó estuviese en venta. César comento que si le pillase con menos años lo pondría de nuevo en marcha.

A los Bonilla siempre les preguntan por el secreto de las patatas fritas, a lo que responden que consiste en tener ilusión y no cambiar nunca la idea de usar las mejores materias primas, buenas patatas y aceite de oliva.

Su visita termina en el ultramarinos Amador, en donde Luis Amador le recuerda que fue él el que le sugirió hace años hacer patatas sin sal. Ambos recuerdan que la conversación en la que Luis le sugirió sacar esa línea de producto tuvo lugar en la Feria de Muestras, en una edición de un certamen alimentario. En Casa Amador están a la venta las famosas patatas en todos sus formatos: bolsa, lata, con y sin sal. Los Amador celebrarán el próximo año su centenario, Bonilla a la Vista el 90 aniversario y con uno de los hijos de César al frente, Fernando Bonilla, que le acompañó en el recorrido por Ferrol y que disfrutó, al igual que su padre, con el retorno a los orígenes de esta empresa familiar.

A pesar de haber tomado el relevo, Fernando recuerda que el jefe sigue siendo su padre, que asiduamente acude a la fábrica, preocupándose por su buen funcionamiento y participando en la toma de todas las decisiones trascendentales de la firma, una firma que es toda su vida.