Gallegos -y políticos- en el laberinto

José Picado ESCRIBANÍA DE MAR

FERROL CIUDAD

29 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Era lo que nos faltaba para afianzar nuestros instintos complejos y rebuscados. Llevamos milenios fabricando una reputación. Somos, los gallegos en general y los políticos en particular (aprendices, profesionales, recurrentes y plastas, sobretodo plastas), maestros cum laude en la indefinición, la ambivalencia, el circunloquio y el no digo nada y te lo digo todo. Perfeccionamos las herramientas del depende, el contestar preguntando, hacer equilibrios en la escalera, el ti vai facendo y el ya veremos, como nadie en el mundo. Solo los gallegos sabemos a dónde va la Santa Compaña, tenemos la clave de la existencia o no de las meigas y conocemos el final del camino a San Andrés de Teixido de Fiz de Cotovelo. Y ahora, después de toda esta metafísica bien ajustada nos aparece un laberinto. Y no un laberinto cualquiera si no el laberinto más grande de todas las Españas, mayor que el Laberinto de Horta de Barcelona, el Capricho de la Alameda de Osuna y el de la Granja de San Ildefonso. Nada menos. El Laberinto de Breogán, en su nombre en la página web Labirinto de Breoghán, nació en Vilarmaior, a un paso de Pontedeume, de las manos del paisajista José Luis Meitín y de la cabeza del diseñador Raúl Castellar, a la sazón discípulo de Adrián Fisher, quien pasa por ser el mejor constructor de laberintos vegetales de toda Europa. Más de 4.000 árboles, 6.120 metros cuadrados de superficie y un diseño rebuscado le convierten en, así lo definen, un intrincado lugar de fácil acceso y del que es difícil salir. Uno de esos sitios en los que se pierde la perspectiva, te envuelve en una atmósfera claustrofóbica, te sitúa ante una trama de caminos enmarañada hasta que consigue la sensación de desorientación, pérdida y extravío. Vamos, el lugar en el que parecen haberse instalado nuestros políticos de raza, gallegos y ferrolanos de pura cepa. A Alberto Núñez Feijoo la desorientación en la que está inmerso le lleva a aferrarse a lo que mejor sabe hacer: culpar, de lo que sea, a los demás. Al Gobierno, a los partidos opositores, a los de su partido, a los periodistas que le malinterpretan, al INE que cuenta mal los empleos, a Hacienda por hacer mal las cuentas y a Navantia por no haber contratado más floteles de aquellos que iban a salvar Ferrol. Yolanda Díaz está perdida en el laberinto o no está. No está en Podemos, ni en Galicia en Común, ni en el Partido Comunista, ni en ANOVA, ni en SUMAR. Más bien está dividida entre su faceta de ministra de lo laboral, cosa que hace bien, y la institucional de vicepresidenta, cosa que no hace ni bien ni mal. ¿Y los políticos locales ferrolanos, en que vericueto laberíntico se encuentran? Pues parece que perdidos, como buscándose a sí mismos.