Un «ferrolano de Santiago» profesor del Concepción Arenal

FERROL CIUDAD

I. VALERIO

Antonio Fernández Barros dio clase de Física y Química a muchas generaciones de ferrolanos

13 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Comunicar el fallecimiento de alguien próximo siempre resulta una tarea ingrata. Pero cuando se trata de un amigo, compañero de trabajo durante más de 25 años, con quien has convivido en perfecta armonía, que te ha enriquecido con valores personales tan importantes como la generosidad, la empatía, el amor por las cosas bien hechas, la coherencia personal y, sobre todo, la calidad humana de su persona, se hace muy difícil dar públicamente la noticia de que nos ha dejado. Es que Antonio Fernández Barros era un hombre muy conocido en Ferrol, pues no en vano dio clases de Física y Química a muchas generaciones de ferrolanos desde su puesto de trabajo en el Instituto Concepción Arenal. Por eso habrá mucha gente que lamente su pérdida. Porque, como funcionario de carrera que era, Antonio entendió siempre la enseñanza como un servicio a la sociedad, que nos entregaba a sus jóvenes para que le enseñásemos no sólo la materia de su especialidad, sino los valores que los harían mejores personas y ciudadanos de bien. Por eso hoy la noticia de su fallecimiento dejará un sentimiento de pena entre los muchos alumnos y compañeros que valoramos su ejemplo, su entrega a la docencia, y su compromiso con la Enseñanza.

Pero hay otra dimensión en la personalidad de Antonio que quisiera destacar: su integración en Ferrol y su querencia por esta ciudad. Porque él, desde niño, vivió con sus padres en Santiago, en donde se asentó la familia y él estudió su bachillerato y la carrera. Su primer trabajo como profesor fue en Pontedeume, el momento en que conoce a su futura esposa, la ferrolana Maica Rego Fontenla. Después tiene otros destinos docentes en institutos de Ribeira, Viveiro, Cedeira, Fene, Narón… Siempre en la órbita de Ferrol, hasta asentarse definitivamente en el Concepción Arenal. Aquí nacieron, se criaron y estudiaron su hijo Fernando y su hija Laura, y aquí Antonio se encontró en su hábitat natural, adaptado a su personalidad, entre generaciones de alumnos que lo valoraban y los muchos amigos que fue incorporando a su vida a lo largo de tantos años. Fue un «ferrolano de Santiago», que deja entre los muchos que lo hemos tratado y apreciado un hueco de afecto difícil de llenar. Hasta siempre, amigo.