Un buque museo... ¡en serio!

José Picado ESCRIBANÍA DE MAR

FERROL CIUDAD

22 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Cada año, llegadas estas fechas, un grupo de ferrolanos sufre un fuerte ataque de nostalgia. Se celebra el Día de los Museos y, matemáticamente, rebrota la añoranza por el Galatea. El Galatea atracado frente al Cuartel de Instrucción de Marinería, qué bella estampa. El Galatea en la Base Naval de La Graña, cuántos recuerdos. El buque escuela de Maniobra al que se le glorificaba, en su himno: «Buque Escuela Galatea / bien te puedes alabar / que todo el mundo lo sabe / que has sido un barco ejemplar. / Por eso hoy la Marina / está orgullosa de tu lealtad». El Galatea, que debió transformarse en un buque museo para enseñarle al mundo las destrezas de nuestros marinos. Como hicieron en Cartagena con el submarino de Peral, rescatado de una horrorosa rotonda jardinera en la que estaba humillado. Y como harán en Cádiz, cuando el Juan Sebastián Elcano rinda su campana y su bandera de combate, quieran los dioses de la mar que dentro de muchos años y, sin duda, pase a formar parte del patrimonio de su Museo Naval. Ferrol perdió su oportunidad y la ganaron los escoceses de Glasgow, astilleros en los que se había construido como buque mercante en 1896, bajo el nombre de Glenlee. Esta bricbarca del tipo tea transport nació Glenlee, después fue Islamount de 1898 a 1919, más tarde fue el Clarastella de 1919 a 1922 en una compañía genovesa y, ahora sí, en 1922 lo compró la Marina Española para transformarlo en el Galatea, bajo cuyo nombre estuvo en la LOBA (Lista Oficial de Buques de la Armada) primero como buque escuela de Maniobra y más tarde como buque cuartel flotante. El Galatea sirvió de 1922 a 1982, y de ahí en adelante es mejor no hablar. El trato, las peripecias y los desatinos para con este buque habrían sido más propios de un país con una Marina de playmobil que con la que se le supone a España. Hasta que desarbolado, con vías de agua, oxidado y medio desguazado, los escoceses lo compraron, lo recuperaron y de devolvieron su alma marinera. Y allí sigue. Y aquí siguen los brotes de nostalgia, propagándose con toda su carga viral. Necesitamos una réplica de un navío de los doce apóstoles. Necesitamos construir una fragata con los planos espiados (ahora que está de moda el espionaje) por Jorge Juan a los ingleses. Necesitamos que la próxima fragata que apunte al desguace se destine a museo. ¿Lo necesitamos? Tanto como el museo de la ciudad, como una seña de identidad, como la justificación para haber hecho la sede de un Departamento Marítimo a partir de una aldea de pescadores, como el producto de contar con uno de los mejores Arsenales del mundo… «Oh, Galatea, tú eres el barco mejor, tú te cimbreas desde la roda al timón, las olas te agitan desde babor a estribor». Pues eso.