Los problemas fueron a más —«porque esto siempre va in crescendo», advierte—, tanto en casa como fuera de ella. «Perdí muchos trabajos porque bebía y no podía estar al 100 %», señala. María José pasó por muchos médicos, estuvo ingresada en el Novoa Santos y también se sometió a diferentes terapias, pero cuenta que nada le funcionó hasta que llamó a la puerta de Alcohólicos Anónimos: «Llevo desde entonces sin beber. Para mí entrar por la puerta del Grupo 24 horas fue como volver a nacer», asegura. Y no se cansa de insistir en que el alcoholismo es una enfermedad mental que enmascara muchas inseguridades y carencias emocionales. «Ya de niña me sentía diferente a los demás, tenía miedo a todo».