«Viene gente a clase de calceta porque se lo receta el psiquiatra o el psicólogo»

Bea Abelairas
Bea abelairas FERROL / LA VOZ

FERROL CIUDAD

JOSE PARDO

Montse Rodríguez Pazos lleva 42 años entre lanas y cede jerséis artesanos para películas

08 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En la calle de la Iglesia, casi enfrente del mercado, hay un escaparate que ha resistido todas las crisis de las últimas décadas a pesar de que solo tiene ovillos. Es el de la tienda Pelanas, que también es un taller y mucho más. Al frente está Montse Rodríguez Pazos, una ferrolana nacida en Serantes que lleva 42 años vendiendo madejas y calcetando. Todo un récord, porque ella ha sobrevivido sin apenas cambiar nada: «Aunque ahora digan que está de moda, yo veo este negocio cada vez peor, pero lo cierto es que he ido resistiendo», cuenta. Mantiene las normas de su tienda como si no hubiese pasado el tiempo: asesora a las clientas, les ofrece las revistas de cada temporada y cuando quieren aprender las sienta en una silla para ir vigilando su labor sin descuidar el mostrador. «Se ponen a trabajar conmigo y cuando llega un cliente ya saben que me voy a levantar», cuenta vestida con uno de los jerséis que ha tricotado a mano.

«Tengo muchos, dos desvanes llenos de prendas calcetadas, algunas están en la casa de mi madre en Serantes y nos los ponemos cuando vamos allí», cuenta sobre su progenitora, que tiene 95 años y que fue la que comenzó con la calceta. «Empezó a calcetar con unas horquillas de moño y mi abuelo, su padre, la vio y le hizo dos agujas con un paraguas viejo», recuerda sobre una tarea que significa mucho más.

«Normalmente nadie se olvida de algo que ha hecho a mano, por su calidad, ya que puedes hacerte una prenda de lana de alpaca, que si la vas a comprar cuesta 300 euros, o por quién te lo ha hecho...», explica una mujer que solo ha tenido un hombre entre los clientes que le han pedido recibir clases. «Era un chico al que su abuela le había enseñado a calcetar y quería hacerle ropita al hijo que iba a tener, pero su mujer no quería ponerse a ello, así que vino él... Me dio pena, porque se terminó marchando por vergüenza, porque no lo vieran aquí calcetando y eso que iba muy bien», recuerda en una tienda donde poco a poco se van recuperando los grupos de asiduas a tardes de calceta y de charla sanadora. 

En la peli «El club de la calceta»

Entre la legión de personas que tejen a su lado o con sus ovillos está una mujer que supera los 90 y que ha comenzado una labor para hacerle una chaquetita a su tataranieto; muchas madres y muchas personas derivadas desde consultas mentales. «Es cierto que viene gente a clase de calceta porque se lo receta el psiquiatra o el psicólogo, una vez vino incluso una psicóloga para que su hija empezase y me explicó lo bueno que era para la mente un ejercicio como este», dice una mujer que ha superado los 60 años y a la que no hace falta preguntarle si le gusta su trabajo. Su trato amable y su cara relajada lo dicen todo. Tiene mucha paciencia y pocos pupilos se le resisten: «Solo recuerdo una con la que no lo conseguí: calcetaba muy flojo, todo le quedaba grande y le cambié de agujas, pero no había manera», cuenta con una gran sonrisa.

Los productores de la película El club de la calceta recorrieron media Galicia buscando prendas de punto elaboradas a mano hasta que dieron con su gran colección: «Se llevaron 29 para hacer la película, mucho menos de la mitad de todo lo que tengo en mis armarios y bien guardado en los desvanes», dice Montse antes de ponerse otra vez con su labor hasta que la próxima clienta entre por la puerta.