Arrancan las obras en el Callao entre el temor de negocios de Ferrol: «Estamos negros»

FERROL CIUDAD

La plaza dice adiós al adoquín con una intervención que durará un mes

21 abr 2022 . Actualizado a las 20:49 h.

Poco después de las ocho de la mañana de este jueves comenzaba el movimiento en la plaza del Callao, que emprendía así el camino sin retorno de su renovación. Los operarios se afanaban en colocar vallas y redes que acordonaban la zona de obra. Y una hora después, una atronadora radial comenzaba a cortar el pavimento, respetando la estrecha hilera de tres adoquines del margen derecho, que sobrevivirá a la actuación que sustituirá el hundido pavimento por un nuevo firme de hormigón. Antes de las doce del mediodía, llegaba el estruendo de una excavadora al arrancar del suelo los primeros adoquines. Lo hacía frente a la anulada parada del bus, entre la mirada expectante de los viandantes y un rato después, la del alcalde, Ángel Mato. Un tramo más arriba la grúa retiraba los coches que permanecían aparcados.

Con más confusión que problemas de circulación en la primera jornada, el desvío alternativo de tráfico funcionó, pero muchos conductores titubeaban ante las vallas que les cortaban el paso en la plaza de Galicia y la calle del Carmen, y que solo permitían el paso hacia el párking del Cantón, a garajes o el paso de vehículos de servicios. Y a falta de que se cierre también Lugo, medio centenar de conductores tuvieron que buscar otro lugar donde estacionar.

Para los negocios de la zona se abre ante sí un poco halagüeño mes —el tiempo que estima el Concello que se prolongarán las obras— de ruido y polvo. Y ya lo empezaron a sufrir. «Estamos negros», resumía Manuel López tras la barra del Nuevo Callao, el bar que regenta y desde el que ha sufrido ya los efectos de reparaciones anteriores. «La última que hubo, en el 2017, nos quedamos en el 40 % de trabajo», recuerda. «Y en el 2012, más o menos también. Una vez que ponen el vallado, se acabó la historia. No se puede ni cruzar la calle», explica, lamentando la falta de información y una situación que le afecta también como residente: «Tengo el garaje aquí al lado y no puedo entrar, porque quedó totalmente cerrado», critica.

Manuel López, del bar Nuevo Callao, recordó a pie de obra que en reparaciones anteriores sufrió una bajada del trabajo hasta el 40 % de lo habitual.
Manuel López, del bar Nuevo Callao, recordó a pie de obra que en reparaciones anteriores sufrió una bajada del trabajo hasta el 40 % de lo habitual. JOSE PARDO

En la parte baja, la cafetería Bonilla mostraba una inusual terraza vacía. Nadie quería un café a pie de obra, donde el ruido hacía imposible cualquier conversación. También costaba entenderse en el interior, donde su responsable, Alejandro Rañal, contemporizaba la situación: «Es un trastorno, pero para mejorar hay que soportar las obras, no queda otra. Ojalá que sea duradera y que sea la última», declaró.

Al otro lado de la calle del Carmen, en Casa Amador temen por la logística. «El problema va a ser de servicio y suministros. Nos preocupa cómo van a poder acceder nuestros proveedores», señala Luis Amador, uno de sus trabajadores, enumerando el listado de obras previstas: la de la calle de la Iglesia, la del Carmen, Lugo, el Callao... «Si se junta todo esto, no sé cómo demonios vamos a hacer, quedaremos en una isla», expresa. «Espero que lo planifiquen bien y se den cuenta de que hay gente que vivimos en el centro, y que necesitamos servicio diario», añadió. «El inconveniente es para los clientes, esto hay que sufrirlo y asumirlo», admite, pero desconfiando de que se cumpla el plazo. «Ojalá», pero «por experiencia» no confía: «Estamos preparados para sufrir un disgusto», dice.

Luis Amador, de Casa Amador, se muestra preocupado por la logística y teme la repercusión de los trabajos en el acceso de los proveedores.
Luis Amador, de Casa Amador, se muestra preocupado por la logística y teme la repercusión de los trabajos en el acceso de los proveedores. JOSE PARDO

Dependientas de otros negocios también trasladan que verán alterada su actividad. «No sé cuántas obras llevo vistas desde aquí, pero tres veces seguro», dice una de ellas. Esta, al menos, afirma «durará más». En otro negocio lo llevan «mal», admiten. «Esto es insoportable de ruido y de polvo», temiendo una bajada de la clientela: «Hay mucha gente que viene en coche y que ahora a lo mejor desiste por las obras».

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