Martín Garzo, los hermosos árboles de Ferrol y el Tren de la Costa

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL CIUDAD

10 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Indudablemente, «la verdad no se encuentra en un solo sueño, sino en muchos sueños», como bien nos recuerda la cita de Las mil y una noches con la que Gustavo Martín Garzo abre las puertas de su último libro. Gustavo, que al mismo tiempo, y sin que en ello habite contradicción alguna, también se encomienda a Pessoa («No quiero la verdad/ solo quiero la vida...», decía el poeta portugués en sus Odas a Fernando Reis), acaba de publicar El árbol de los sueños, que llega a las librerías de la mano de Galaxia Gutenberg. Otra bellísima muestra del inmenso talento literario de uno de los más grandes narradores de la lengua castellana. A Martín Garzo lo conocí hace muchos, muchísimos años. Tras un maravilloso viaje en el Tren de la Costa, que me llevó por parajes de ensueño, desde Ferrol hasta donde Asturias ya casi es Cantabria, para asistir a los Encuentros de las Letras Españolas, que por aquel entonces, si la memoria no me falla, aún presidía Víctor García de la Concha -más tarde director de la Real Academia Española-, y que creo recordar que en aquella ocasión tuvieron como tema central la relación entre la literatura y el periodismo. Unos encuentros, los de Verines, y todo sea dicho de paso, en los que, por aquellos años, cada noche, casi ya de madrugada -en la tertulia que invariablemente comenzaba tras la cena-, el arte de contar historias en voz alta alcanzaba su más alta expresión de la mano de Carlos Casares. Sobre todo cuando el autor de Vento ferido recordaba su infancia, tan habitada por personajes extraordinarios. Mucho tiempo después, cuando Carlos ya vivía al otro lado del río, Martín Garzo y yo volvimos a coincidir en el Encuentro de las Letras Españolas, dedicado en esa ocasión a Cervantes, y estuvimos hablando de Casares durante horas, mientras paseábamos por la playa de La Franca y nos preguntábamos, entre otras cosas, si él habría llegado a conocer unas cuevas que por lo visto hay no muy lejos de allí, y que al final tampoco llegamos a visitar nosotros por falta de tiempo. Me parece, aunque no estoy del todo seguro, de que aquella fue la ocasión en la que Basilio Losada, otro de los grandes maestros del arte de hacer que la literatura, sin tinta ni papel, abrace el aire, nos contó su conversación con Georges Simenon, el creador del comisario Maigret. Pero no me hagan, tampoco hoy, demasiado caso. Y disculpen la melancolía, que a veces -especialmente cuando se escribe muy tarde- nos hace añorar tanto un mundo que ya no existe. ¡Sí, uno se emociona con demasiada facilidad...! ¡Qué vamos a hacerle...! Pero no nos detengamos. Y hablando de libros, permítanme recomendarles otros dos, además del de Martín Garzo: As alamedas ilustradas de Ferrol, del que es autora María José Leira Ambrós -un volumen editado por la Diputación de A Coruña en el que la investigadora ferrolana nos recuerda hasta qué punto fueron importantes ya las zonas verdes en proyectos del Siglo de las Luces como los de Josef Petit de la Croix, Cosme Álvarez o Jorge Juan-, y Unha casaca escarlata, el nuevo poemario («...o amor / sempre agocha unha lectura sagrada / coma un regueiro de frío...») de Javier Rodríguez González, editado por Medulia, Ferrol es una ciudad que siempre ha sabido apreciar el inmenso misterio que habita en el corazón de la poesía. Además de ser, como nadie ignora, un lugar que posee árboles preciosos que, en algún caso, llegaron en barco desde el otro lado del mundo. Navegar, como pereginar, siempre me ha parecido una de las más hermosas metáforas de la vida. Me gustan mucho los navíos, que son hermanos del océano, del arte de soñar y del horizonte. Como me gustan (mucho, también) los trenes, que son tan proclives a la literatura.