Bajarse del tren de la infantilización

Beatriz García Couce
Beatriz Couce EN LA GRADA

FERROL CIUDAD

03 oct 2021 . Actualizado a las 09:26 h.

Asistimos desde hace años a un proceso de infantilización de la sociedad -a todos los ámbitos- que nos deja con frecuencia situaciones incómodas, bochornosas y sonrojantes. Primero los adultos empezaron por sus hijos y nietos, restándoles toda capacidad de asunción de responsabilidades, -hasta las más mínimas domésticas-, para permitirles a los infantes llevar una vida cómoda mientras su progenitores se morían de estrés para combinar sus ocupaciones laborales con el amplio catálogo de actividades extraescolares, las citas en el parque y acudir, en sus ratos libres, a las charlas sobre cómo convertirse aún en mejores padres, para intentar sacudirse el sentimiento de culpa que tanto nos acompaña desde que nacen nuestros hijos. Pero poco a poco ese proceso de involución se ha ido extendiendo a otros ámbitos, como el laboral, el social y el político, en el que, en un continuo estriptis, experimentados trabajadores, portavoces de colectivos destacados y dirigentes políticos se despojan sin pestañear de las cuotas de responsabilidad inherentes a sus puestos para hacer descansar la toma de decisiones en otros. Así de fácil resulta luego cuestionar, criticar y pedir explicaciones a los demás, mientras damos vueltas a la cucharilla en el café, indignados por lo que vemos, leemos o escuchamos.

Surgen cada vez más los justicieros ciudadanos que arremeten contra los políticos echando mano de la demagogia más manida mientras muy pocos se preguntan si, ante semejante escenario, habrá alguien capaz, válido y con ganas que quiera probar suerte en esto de la cosa pública. Y luego están esos políticos que han hecho del infantilismo un arte. Que están abrazados un día sí y otro también al echarle las culpas de todo al oponente de diferente color mientras deja de lado sus competencias sin ponerse rojo.

Pedro Sánchez acaba de anunciar que el AVE llegará a Galicia antes de que termine el año. Ferrol asiste con tristeza una vez más a una exclusión que nos empuja otro poco a una periferia en la que hace mucho frío. Seguiremos subidos a un tren que tarda en llegar a A Coruña una hora y media, alrededor de un tercio del tiempo que consumirá, una vez que la alta velocidad entre en servicio, el trayecto entre la urbe naval y Madrid.

Y mientras desde el Gobierno central se ignora desde hace décadas la situación de una línea obsoleta, la Xunta, muy cómoda en sus críticas al Ejecutivo, la lía con la adjudicación de un servicio, el de transporte por carretera Ferrol-A Coruña, que representa la única opción de transporte público entre las urbes.