El espíritu ferrolano de Ucha Piñeiro

Esperanza Piñeiro de San Miguel TRIBUNA

FERROL CIUDAD

21 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Llegó desde Vigo a los cinco años y aquí se fue empapando de ferrolanismo, de la cultura mestiza por el poso que dejaron las vidas e ideas de tantas gentes provenientes de mil sitios, que ayudaron a conformar esta ciudad. Creció en una sociedad con el esfuerzo y la solidaridad como medio de progreso en las últimas décadas del XIX. Y su espíritu se fue modelando con el alma de Ferrol, conjunción de lo urbano y lo rural; simbiosis del racionalismo y de la fabulación y magia galaicas. Un dualismo constante. Estudió el bachillerato, al tiempo que por las tardes iba a la Escuela de Artes y Oficios. En ella dibujó fachadas, locomotoras, y también láminas con multitud de detalles constructivos: frontones, volutas, pináculos. La matemática y la geometría de los planos, y por otro lado, la imaginación. Allí, en la biblioteca incrementada por donaciones ministeriales y privadas, disfrutó de volúmenes y grabados artísticos editados en Madrid, Barcelona, París y Nápoles. Y la arquitectura lo sedujo. A su regreso de Madrid, donde se licenció como arquitecto y se inició en los primeros trabajos, Ucha Piñeiro eclosionó. Como un árbol trasplantado que vuelve a hundir las raíces en su tierra, floreció con fuerza.

En Ferrol realizó sus mejores creaciones. Abrazó el Modernismo, y la dualidad surge de nuevo: combina funcionalidad y fantasía, precisión científica y rigurosa con audaz ornamentación, en definitiva, razón y sensibilidad. Con diseños de calidad e innovación. Proyectó innumerables edificios señoriales plenos de creatividad, ya fuera un chalé, una capilla, un mercado, un hotel... todos albergan desbordante belleza. Un arte cosmopolita y atrevido, pero de profundas influencias de la tradición. Y también volcó su inteligencia en viviendas de presupuestos más modestos, pues a la sencillez de formas y materias siempre unió algunos elementos diferenciadores, detalles hermosos que hacen que cada edificio sea único. El instituto que deriva de aquella Escuela de Artes y Oficios, en el que yo trabajé muchos años, ostenta con orgullo su nombre: Rodolfo Ucha Piñeiro. Este año recibe el homenaje de la ciudad por él embellecida, y es nombrado Hijo Adoptivo de Ferrol, un acierto de la corporación municipal, porque fue ferrolano de espíritu y de corazón.