Javier ya vive su sueño en Ferrol: aprobar una oposición y que el autismo no le frene

Bea Abelairas
Bea Abelairas FERROL

FERROL CIUDAD

Javier Valiño Rodríguez, ante la furgoneta del Arquitecto Marcide que usa cada día en el trabajo
Javier Valiño Rodríguez, ante la furgoneta del Arquitecto Marcide que usa cada día en el trabajo JOSE PARDO

Desde septiembre trabaja en el CHUF y es un ídolo para sus compañeros de Aspanaes, porque es el primero del colectivo en convertirse en funcionario

11 abr 2021 . Actualizado a las 18:28 h.

Javier Valiño Rodríguez tiene 35 años y hace poco más de uno que aprobó unas oposiciones de celador del Sergas. En septiembre le asignaron una plaza y comenzó a trabajar en el Complejo Hospitalario Universitario de Ferrol (CHUF): «Lo estaba deseando, cuando tenía 18 años ya me acerqué a una academia de aquí para preguntar cómo podía preparar oposiciones», cuenta sentado en una terraza de la plaza de España de Ferrol apenas una hora después de llegar del trabajo, conduciendo su propio coche, otro logro de los últimos meses.

Al lado de Javier está Emma Cuesta, psicóloga y uno de sus grandes apoyos en Aspanaes, un espacio que atiende todas las necesidades de las personas autistas, desde que nacen hasta que buscan un trabajo, como hizo Javier. Para él Emma y educadores como Fernando, fueron los duendes que le dieron alas para conseguir su sueño, porque antes de comenzar a preparar las oposiciones muchos le señalaban su autismo como un freno.

«Hasta mi padre no se lo creían mucho y mira ahora...», cuenta un funcionario de Esteiro que ahora es el ídolo de sus compañeros de Aspanaes. De hecho, su padre repite una y otra vez que su hijo es otra persona desde que trabaja. Y Javier reconoce que así es: «Al principio estaba nervioso, pero tengo un jefe muy bueno, Pablo, y un compañero, Antonio, que es mejor todavía, cuando llegué decía que estaba acostumbrado a ir solo en la furgoneta y claro si yo le hablaba no podía escuchar la radio, pero ahora solo la enciende cuando pasan cosas importantes», cuenta sobre su colega de turno en el departamento de logística. Juntos recorren a diario los hospitales de Ferrol trasladando todo lo que hace falta y acometiendo decenas de tareas.

Javier asegura que le encanta su trabajo, pero eso es algo que ya sabía, porque hace unos años hizo unas prácticas, también a través de Aspanaes, en la lavandería del Juan Cardona y allí vio por primera vez qué tareas hacían los celadores. «Cuando podía hacer un descanso me iba a tomar un café y miraba cómo trabajaban, me gusta observar y después ya quise eso». Así que un día lo planteó a su equipo de Aspanaes y ellos ni cortos ni perezosos se pusieron a trabajar con Javier: «Tiene una memoria muy buena, así que solo había que intentarlo», asegura Emma, que bromea sobre lo aplicado que puede llegar a ser Javier. «Te pedía que le pusiese exámenes todos los días, sin descanso».

Dos años estudiando

Javier se pasó dos años estudiando y cuando en los simulacros de oposición con los que se preparaba sacaba menos de un siete tenía un disgusto. Se llevaba el temario hasta de vacaciones, horas y horas de estudio hasta que llegaron los ansiados exámenes. Les tenía tantas ganas que fue más duro esperar las notas que enfrentarse a la prueba. Y entonces llegó el aprobado y Javier se convirtió en el primer usuario de Aspanaes en tomar posesión de una plaza de funcionario en el Sergas. Todo un logro que del que casi le da reparo presumir: «No quiero que la gente crea que soy un fanfarrón», dice poco después de saludar sonriente a un compañero del hospital. «Es un trabajador del Anatomía Patológica y allí les llevamos muchas cosas», explica encantado ante el sanitario que rápidamente se lanza a elogiar lo preocupado que siempre está Javier por cumplir, por hacerlo muy bien. «Lo tiene todo calculado, no se le escapa nada», recalca y a Javier se le enciende la cara de satisfacción.

La oposición no ha supuesto solo un trabajo para Javier, es un refuerzo de una autoestima que al igual que otros compañeros de Aspanaes o su propio hermano, Miguel, a veces se tambalea por culpa casi siempre de la incomprensión de la sociedad hacia el autismo, por esa creencia de que no pueden cuando el caso de Javier demuestra que con ayuda pueden lograr muchas metas. En sus primeros días en el hospital a Javier le acompañaba un preparador de Aspanaes, pero pronto dejó de necesitar este bastón y hasta ganó más autonomía: «Tenía el carné desde hace 13 años, pero nunca iba solo en el coche, ahora sí». Este es solo uno de los avances que ha planeado. Javier también se ha convertido en el cabeza de familia, que vela por su hermano y por su padre, sobre todo después de que falleciese su madre. «Tengo que ocuparme de las cosas de casa», cuenta, aunque por ahora lo que más le gusta es ir a trabajar. Subirse a la furgoneta con Antonio y completar bien todo lo que le piden, «sin fallo y para que todo el mundo quede contento».

Las otras metas

Tantas horas a diario de trasiego en el hospital dan para algunas confesiones y Antonio ya sabe que Javier tiene otros sueños: «Un piso propio y tener una novia, pero ya me dice Antonio que como siga haciendo sonreír así a las chicas del hospital el próximo septiembre estoy casado», confiesa un trabajador que no ha tirado los apuntes. «Quiero seguir estudiando y acceder a las pruebas de promoción interna», cuenta y de paso alerta a Emma de que también tiene tarea: «Ojo que pronto va a haber más oposiciones de celador y hay que preparar a los compañeros».

Una entidad creada por seis familias y que ya atiende a medio millar de personas

 

Aspanaes (la Asociación de Padres de Personas con Trastorno del Espectro Autista de la Provincia de A Coruña) nació hace poco más de cuatro décadas en A Coruña de la necesidad. Seis familias que no sabían dónde buscar los servicios que necesitaban sus hijos se unieron para crearlos. Ahora atienden a medio millar de personas de todas las edades de la provincia. Tienen colegios, centros de día y muchos retos hacia el futuro, en especial, que la integración que se está consiguiendo en el entorno educativo llegue también al mundo laboral.

En Ferrol cuentan con una residencia en la que viven 30 personas, un centro de día al que acuden diez cada jornada y un colegio, donde están escolarizados doce, algunos de ellos solo unas jornadas por semana, ya que van a un centro ordinario. Además, desarrollan decenas de programas y apoyos como el que ayudó a Javier a cumplir su sueño.