Se fue Fernando Miramontes, el comunista que yo conocí y que participó como concejal en el Ayuntamiento de Ferrol dejando un aura de respeto moral en aquella corporación que tuve el honor de presidir.
Fernando Miramontes tenía un estilo que había gustado a todos los ferrolanos, a los que recibía con simpatía y de manera un poco más especial a los que llevaban bajo el brazo a la clase obrera. En principio los recibía serio y trascendente; luego, con el paso de la conversación, ya era otra cosa y demostraba tener un trato con toda la gente de vieja amistad, también porque era capaz en resolver problemas de la ciudad.
Toda esa experiencia le viene desde muy joven de ir por el mundo, exiliado con su familia en Francia fue detenido y torturado por llevar en su zamarra un rombo de color rojo, pero siempre se recuperó y los rastros de su presencia contaban en todos los ferrolanos de bien, y nunca sacaba a relucir los momentos duros que llevaba en la memoria y en el alma. Era un tipo atractivo que junto a su esposa tenían preparada la mochila para ir a todos los escenarios en que se reivindicaba algo para la clase obrera, a unir la palabra y la acción, ante los «grises» que repartían estopa por doquier.
Por todo ello, no es tarea fácil para mí, que he convivido con Miramontes muchos años llevando la gestión de esta ciudad, expresar con palabras el sentimiento de tristeza que la pérdida de esta persona tan querida me produce. Se nos ha ido sin hacer ruido ni su familia. Sabíamos que estaba mal, pero no querían molestar a nadie. Sirvan estas palabras de homenaje sincero a una persona irrepetible por su sencillez y generosidad, y sobre todo persona buena de verdad, que estoy seguro, son muchos los ferrolanos que sentirán la sensible pérdida de Fernando Miramontes.