«Es como pasar del siglo XIX al XXI»

FERROL CIUDAD

JOSE PARDO

Mejores ventas y más clientes tras un mes en el nuevo mercado de Caranza

13 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El flamante mercado municipal de Caranza cumple un mes de uso entre la satisfacción de unos placeros que llevaban años, prácticamente décadas, reclamando unas instalaciones dignas. Ahora, por fin, las tienen. «Es como pasar del siglo XIX al XXI», resume «sin más», Manuela Leirachá, de la Frutería Mayma. Tal vez el abismo que separa el antes y el después no sea de esos hiperbólicos dos siglos, pero casi. Blanco, luminoso, moderno, limpio y, sobre todo, sin baches ni goteras. La renovación de la plaza de abastos no solo ha supuesto una mejora en las condiciones para los vendedores. «Sobre todo han mejorado los clientes, que no tienen que estar bajo la lluvia, ni con un frío que no se aguantaba, hay luz... », expone. Y un ascensor, que permite el acceso a personas mayores y con dificultades de movilidad. Por haber, hay hasta ducha en los servicios.

La mejora del continente no ha requerido la del contenido, ya que la calidad del producto que se ofrece, sostienen los placeros, ya era «incomparable». Pero sí ha servido para que algunos la descubran. «Viene clientela nueva», aseguran, atraída por unas instalaciones ahora «a pie de calle». Y eso ha tenido su reflejo en la caja. «Las ventas han subido estas Navidades. Y la gente que ha probado en Navidad sigue viniendo, por los artículos que tenemos», corrobora Carlos Basoa, presidente de la Asociación de Vendedores, desde su nuevo puesto de la carnicería Carlos y María en un mercado «nuevo, alegre, bonito, práctico y fácil de trabajar».

Los clientes también saludan la renovación: «Estéticamente, está mucho mejor y más limpio», decía una compradora después de elegir sobre un mostrador entre un amplio surtido de pescado fresco. Y con la lechuga recién embolsada se marchaba otro cliente habitual: «El cambio me ha parecido bien, por lo menos no tiene goteras», señalaba, destacando la ventaja del ascensor.

Ayer eran siete los puestos que estaban abiertos: dos carnicerías, dos fruterías, dos pescaderías y una tienda de pan y otros productos de alimentación. Hay otro más que también tiene operador. Pero los restantes, hasta catorce, están vacíos. Permanecerán así hasta que el gobierno local convoque un nuevo concurso para la adjudicación definitiva de todos los puestos, un proceso que se plantea a varios años vista. Sus persianas bajadas deslucen el estreno del mercado e impiden que el espacio se muestre en todo su esplendor. Y los operadores piden también la colocación de rótulos que identifiquen cada negocio, además de papeleras y bancos.

No será lo único que hay que subsanar. Frente a la pescadería que Chelo Rodríguez regenta, ya hay una avería: el agua se acumula en una canaleta que no desagua, porque, explica, «hay varios sumideros que no funcionan y cae el agua abajo». Acude a diario a la lonja de A Coruña para aprovisionar su puesto. Y como en todas las plazas de abastos herculinas, reivindica que exista una máquina de hielo de servicio para los puestos. Por lo demás, «vendemos un poquito mejor» porque «estamos en un espacio más competitivo», dice mientras atiende junto a Noelia Roca.

A quien la reforma del mercado no ha beneficiado, pese a haberla apoyado, es a los negocios del exterior. Al contrario: «Ahora no estamos en zona de paso y los tres puestos nos quedamos un poco aislados», esgrime Merchi Román, al mando de la floristería Florymar desde 2007. «El nuestro es un tipo de negocio que lo que vende es el escaparate, que pasas y dices: ‘¡Ah! Pues no sabía que tenías...!’, ‘¡ah!, pues no sabía que vendías...’. Y el ‘¡ah!’ se está acabando: o vienes o no sabes que lo hay». Le salva, confiesa, la proximidad al despacho de loterías, que sigue atrayendo un público fiel. Y aguarda, aunque sin demasiadas esperanzas, una futura y mejor ubicación.

A la espera de un futuro para los dos tercios del edificio

La intervención acometida, iniciada en el mandato anterior, y culminada a finales del pasado año, supuso la inversión de casi 800.000 euros y la renovación de un tercio del gran edificio del mercado. Ahora cerrado, su interior sigue mostrando el deterioro que motivó el traslado. Tras diferentes propuestas en los últimos mandatos, por ahora se desconoce qué pasará, y cuándo, con los dos tercios libres de una mole que ahora queda oculta tras las blancas paredes del nuevo mercado.