Eduardo Ramonde: «La urbanización de Pascual Veiga es la mejor entrada que tiene Santiago»

irene martín SANTIAGO / LA VOZ

FERROL CIUDAD

Sandra Alonso

Destaca que en su diseño se renunció a mayor edificabilidad para abrir espacio público

11 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Secretario General de la Federación Galega de Municipios e Provincias, Eduardo Ramonde Rodríguez (Ferrol, 1959) lideró la singular promoción urbanística del barrio de Santa Marta alrededor de la Praza de Pascual Veiga y el principio de la Avenida de Barcelona. Aún hoy es el presidente de Vivenda Local Galega, cooperativa constituida en 1997 para llevar adelante el proyecto. «Vivíamos en Área Central y un día tomando una caña, entre ellos nuestro añorado Xosé Manuel Rodríguez-Abella, nos preguntamos cómo siendo funcionarios, y nuestras mujeres también, no podíamos comprar un piso en Santiago. Al principio pensamos en la posibilidad de construir unos adosados en Vista Alegre, pero fue entonces cuando surgió la oportunidad en el barrio de Santa Marta. La idea inicial era hacer cincuenta viviendas, pero el alcalde Estévez nos animó a hacer la promoción completa, porque él no quería subdividir lo que ya era un subpolígono». Así explica Ramonde el origen de la cooperativa que «necesitaban» abrir a otros profesionales, como los del hospital y la universidad, y pronto reunieron alrededor de doscientos cooperativistas, además de una lista de espera, tal era la expectación e interés que había despertado el nuevo residencial.

«En el 2004 se empezaron a ocupar las viviendas, un récord de plazo en comparación con otras cooperativas. Es cierto que hubo defectos de construcción, en buena medida derivados de la presión social por avanzar con la obra. Pero hoy somos la mejor entrada que tiene Santiago, firmada por el arquitecto César Coll. Tratamos el espacio de forma diferente. Tenemos zonas verdes, vistas muy amplias y mucha luz en los pisos», según refiere con orgullo el cooperativista presidente, que en cuanto a ventajas añade la ubicación junto al centro, un precio razonable y poder criar a los hijos en un entorno amigable. Veinticinco años después, Ramonde reconoce cansancio tras abanderar un proceso «tan complejo y un bien tan sensible: Lo pasé muy mal por la incomprensión de alguna gente y las peleas constantes con la constructora. Pero conociendo el resultado final, volvería a hacerlo. Y estoy muy satisfecho con el respaldo de Abanca (Caixa Galicia en aquel momento) a que la promoción inmobiliaria fuese adelante». El futuro de la cooperativa será la disolución en cuanto se vendan los locales comerciales, según indica el veterano funcionario. «No entendemos -añade- cómo no se instalan aquí negocios orientados al mercado universitario».

Eduardo Ramonde, que se licenció en Medicina en la USC antes de incorporarse a la Administración, es de esas personas que vinieron a estudiar la carrera y acabaron quedándose; en su caso, implicándose socialmente en el diseño y desarrollo de una relevante pieza urbanística que hoy está integrada en el suroeste de la ciudad. «Nosotros marcamos los estándares de todo el polígono hasta el hospital. Renunciamos a edificabilidad en beneficio de abrir más espacio público. Y, tras la construcción de nuestras manzanas, llegaron el resto de inmuebles residenciales en la avenidas de Barcelona y Bilbao, así como el Cimus», se apresura a indicar Ramonde.

En relación con el proyecto, hecho público recientemente, de la Cidade da Saúde, Ramonde apuesta por que haya una continuidad de «estilo formal y funcional» en el diseño de las nuevas facultades de Enfermería y Farmacia, proyectadas en la parcela que hay entre la Escuela de Ingeniería Informática y el edificio Emprendia. «El campus de la Salud debe ser reconocible e identificado por todo el mundo. Y espero que se aplique el concepto de salud, que no es otro que espacio libre y aire para respirar».

El protagonista. Eduardo Ramonde confiesa que en Santiago aprendió a «descubrir el pensamiento crítico, la solidaridad y los amigos». Recuerda que cuando en los setenta llegó de Ferrol «venía con muchas inquietudes», a pesar de ser de la generación «que llegó tarde» a los Beatles y al mayo francés. «Me encantaba la medicina humanista que predicaban mis profesores, que eran auténticos maestros, y aún hoy la echo de menos».