En la mayoría de las farmacias han mantenido a raya el virus simplemente con las medidas más básicas de seguridad
29 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Las farmacias son uno de los servicios que no han fallado ningún día desde que se inició la pandemia. Ajenas a confinamientos o cierres perimetrales, han tenido que desarrollar sus propios protocolos de seguridad para espacios en los que no solo se despacha, sino que se mide la tensión y se comprueban algunas constantes vitales. Con la asistencia a los centros de salud limitadas, las boticas han seguido siendo servicios sanitarios a pie de calle, aunque con más distancia. Ernesto Eiroa es el titular de la botica de Xuvia, donde en lo peor de la pandemia echaron mano de la vitrina a través de la que despachan en las guardias nocturnas.
«También hemos intentado crear turnos, equipos que no coincidan por si llega el contagio, sobre todo porque algunos de los que trabajamos en esta farmacia tienen allegados que están en hospitales», cuenta un profesional que, sin embargo, reivindica las medidas de seguridad más básicas, pero bien tomadas. «Se habla mucho del precio de las mascarillas, pero yo creo que lo que hay que puntualizar es la calidad y el tipo de mascarilla que se tiene que usar en cada ocasión, porque no protege igual una higiénica que una quirúrgica y casi todo el mundo las confunde», explica el responsable de un espacio de mucho trasiego de gente en el que han bastado las mascarillas, la distancia entre personas y el sentido común para mantener alejado el virus.
«Limpiamos todo el día, hasta ocho veces los baños»
El hotel da Torre de Valdoviño tiene una cruzada especial contra el coronavirus: «Desde el primer día dejamos claro que la mascarilla es innegociable y es verdad que algunos no han vuelto, pero también tenemos clientes en esta época, no nos podemos quejar», detallan los trabajadores de un equipo con el que Susana Veiga lleva este proyecto. La fregona y el gel desinfectante, que está en numerosas zonas, son esenciales en el día a día de un establecimiento que tiene habitaciones, pero también servicio de cafetería. «Nuestra estrategia es muy sencilla: fregar, fregar y fregar», explican. Susana detalla que hay espacios en los que se extrema especialmente la desinfección: «Limpiamos todo el día, hasta ocho veces los baños y más si se necesita». Cuando alguien ocupa una mesa el espacio completo se ha higienizado antes de que llegue y después de que el último cliente la dejase. Poco margen para los aerosoles contaminados con virus quedan en las estancias, porque se ventilan hasta que los clientes protestan enérgicamente por el frío, aunque en la mayoría de las ocasiones conscientes de que la prevención ya se ha completado.
«En el consultorio no necesito nada especial»
Alba Pérez es enfermera de barrio. Varias veces por semana acude a espacios vecinales para atender a los residentes de la zona. Un servicio que se interrumpió en lo peor de la pandemia, pero que se ha recuperado en Canido, aunque con menos demanda. «Hay menos personas que antes y estas últimas semanas algunos han venido con la vacuna de la gripe para que se la pusiese», explica sobre un trabajo que asegura que poco ha cambiado con la llegada del covid. «No necesito trajes o equipos especiales para protegerme del virus, porque las personas que veo no tienen coronavirus, así que con las medidas de seguridad fundamentales estamos todos protegidos», cuenta. En la sala donde recibe a los vecinos de Canido hay espacio suficiente para que Alba pueda mantener las distancias y siempre lleva mascarilla, al igual que los pacientes. «Con la mascarilla normal es suficiente», precisa una sanitaria que, como siempre, extrema la higiene de manos y la ventilación de la consulta.