Los negocios que siguen despachando expresos, cortados y capuchinos elogian a la clientela. «La gente sigue viniendo, nos apoya y hasta nos deja más propina»
12 nov 2020 . Actualizado a las 10:49 h.Las colas se han convertido en una de las imágenes más icónicas de la pandemia. Desde que el coronavirus puso patas arriba el mundo hace ya varios meses, hay que hacer cola para casi todo. Para recoger un paquete en Correos, para hacer un ingreso en el banco, para ser atendido en la farmacia... Y ahora, también, para saborear ese café que ayuda a desperezarse por las mañanas, sirve de excusa para hacer una pausa en medio de la jornada laboral o reconforta el ánimo tras una larga caminata.
Con el cierre de la hostelería decretado por la Xunta, en el centro de Ferrol casi se pueden contar con los dedos de las manos los bares y cafeterías que siguen subiendo la persiana cada día para despachar expresos, cortados y descafeinados. No son demasiados, pero todos se muestran satisfechos con la respuesta de la clientela. «La gente nos desea suerte y muchos demuestran su solidaridad sin esperar por esos céntimos de las vueltas a la hora de pagar», comenta tras la barra del café Avenida su responsable, Emilio Vázquez, quien se ha visto obligado a enviar a diez de sus doce empleados al ERTE en esta segunda ola. «Si decidimos no cerrar fue por la clientela, para sacar al menos para pagar la luz, y sobre todo, por mantener alta la moral. Seguir con la puerta abierta y viendo a los clientes nos da mucho ánimo», explica el gerente del Avenida, donde el ansia de cafeína forma colas a media mañana, mientras que por las tardes se despachan más pedidos de chocolate y churros.
No lejos de allí, en la calle Galiano, Helga Patiño, la responsable del Bar Sevilla -que también sigue funcionando, aunque solo por las mañanas-, tampoco escatima elogios para su clientela. «La gente sigue viniendo, nos apoya y hasta nos deja más propina. Eso es lo que nos calma y nos da fuerza para seguir», anota la hostelera mientras sirve un café a Javi, uno de sus clientes habituales. «Tengo la costumbre de venir aquí, y voy a seguir haciéndolo, y no solo por el café, que por cierto está muy bueno, sino también por ver a los dueños, que son como de la familia. Yo también tuve un negocio de hostelería y sé lo que es pasar penurias. Ahora más que nunca hay que apoyarlos», apunta en un alegato a favor del sector.
En el Dover
Siguiendo de ruta por A Magdalena, también se pueden encontrar colas con aroma a café a las puertas del Moncloa, el Ankha, el Lusitânia o el Dover, donde Chus García no para de atender a comerciantes, empleados de las oficinas del entorno, trabajadores del Concello... «La cosa está mal para nosotros, pero también para los proveedores y para los comerciantes, porque esto es como la pescadilla que se muerde la cola: que no haya movimiento en la calle nos perjudica a todos», cuenta mientras prepara un café a Inés, una señora de Esmelle que ha decido parar en el local tras una visita al fisioterapeuta y se despide de Chus con un mensaje de ánimo. «Que sepas que os apoyo y os admiro», le dice antes de desaparecer con su vaso de papel por la puerta.
Siguiendo hacia el muelle, en el café Marqués de Amboage varias alumnas del Tirso de Molina aguardan también en fila india por el tentempié del primer recreo de la mañana. «Antes teníamos la costumbre de ir al Platea, pero como ahora está cerrado venimos aquí, y la verdad es que se agradece que haya algo abierto, porque si no a ver qué íbamos a hacer», apunta Carmen poco antes de emprender el camino de vuelta al colegio. En el interior, la responsable del Marqués, Silvia Vilela, se emociona casi hasta las lágrimas al hablar de su clientela: «Abrí el lunes solo para probar, para ver si me compensaba o no, y la verdad es que estoy muy contenta, porque la respuesta ha sido muy buena. Solo en el día de ayer serví más de cien cafés».
La mismas palabras de gratitud salen de boca de Lola Valdivieso, la responsable del Cassata de Ferrol Vello, donde por las mañanas sirve muchos cafés y bollería para llevar, y por las tardes, helados y gofres para merendar: «Decidí abrir por los clientes, para cubrir al menos algunos gastos y porque soy incapaz de estar sin trabajar. Las autoridades prometen compensaciones por pérdidas, pero nadie sabe cómo serán ni cuándo llegarán».