«En El Cruce, además de trabajar, siempre me lo pasé muy bien»

Beatriz García Couce
Beatriz Couce FERROL

FERROL CIUDAD

CESAR TOIMIL

Mari Díaz cierra una etapa de casi cuatro décadas al frente del bar de A Cabana

12 oct 2020 . Actualizado a las 19:35 h.

Se llama María del Carmen Díaz Rey, pero desde hace mucho tiempo sus apellidos quedaron diluidos porque en Ferrol simplemente es Mari la del Cruce. Durante 37 años fue el alma que pilotó uno de los establecimientos más señeros de la hostelería ferrolana, ubicado en A Cabana, y ahora acaba de cerrar esta etapa laboral, al jubilarse, a finales de julio.

Siempre con una sonrisa delante y detrás de la barra, Mari fue logrando que su negocio fuese más que un bar para sus clientes, muchos de los cuales viven fuera de la ciudad pero no perdonan una parada en El Cruce cuando regresan a su tierra natal.

Aunque las últimas cuatro décadas, la jamonería llevó su sello, el local abrió sus puertas 30 años antes. Fue su suegra la que puso en marcha un bar tienda, en el que después le tomaría el relevo Eulogio, que capitaneó durante una larga etapa ese negocio. Cuando a este le llegó el momento de la jubilación, y se planteó la posibilidad de un traspaso, Mari, que no tenía experiencia alguna en el sector, decidió lanzarse a la aventura y ponerse al frente.

«Al principio me costó, porque no sabía nada de hostelería, pero en seguida estuve encantada», recuerda sobre unos primeros años en los que continuó manteniendo la pequeña tienda también en el bar. No obstante, ese formato duró solo tres años, para volcarse en la jamonería.

Corrían los años duros de la comarca, marcada por una incipiente reconversión naval, pero al establecimiento no le faltaron entonces clientes, unos usuarios que, para esta mujer, son lo mejor de su experiencia profesional. «La clientela de aquí no tiene precio, es muy entrañable y familiar», subraya, al mismo tiempo que explica que uno de los aspectos que más le gustó de su trabajo es la posibilidad de conocer a tanta gente, y la fidelidad que le han mostrado desde el principio. «Aquí también viene mucha gente de fuera, y siempre repiten», afirma, orgullosa.

Casi cuatro décadas al frente de un negocio dan para vivir épocas muy diferentes, con sus momentos buenos y los que no lo son tanto. Sin embargo, la dueña del establecimiento -que desde hace dos meses y medio lo ha alquilado a otra mujer, Diana Fernández- se queda con el vaso medio lleno y asegura que, salvados los primeros momentos, más complicados por la inexperiencia, el balance siempre fue positivo. Ni siquiera ahora, cuando la pandemia del coronavirus atiza con fuerza a la hostelería, sus mesas se vacían. «Mira que la gente tiene que esperar a veces para entrar, pero siguen viniendo», afirma.

Muchos han sido los que le decían que no se jubilase, y admite que ganas no le faltaban para continuar, pero entendió que había llegado ese momento. «En verdad, aquí, además de trabajar, siempre me lo pasé muy bien», subraya.

En los últimos años, El Cruce ha acentuado su carácter de jamonería, especializándose en unas bandejas de este sencillo manjar, pero no ha perdido su esencia y continúa siendo uno de los establecimientos hosteleros de la ciudad en la que siguen pidiéndose, y mucho, las tazas.

Empezando su nueva etapa, Mari echa la vista atrás y, preguntada por el éxito de su establecimiento durante tantos años, se detiene unos segundos a pensar. «Dar cariño y atender bien a todo el mundo», resume.